Ricardo Islas nació en Colonia del Sacramento en 1969, en una familia de obreros textiles que trabajaban en la hoy desaparecida fábrica Sudamtex. De niño se hizo aficionado al terror y la ciencia ficción a través de las películas que veía en la televisión y la lectura de historietas.

Series como Kolchak: The Night Stalker, películas clase B de la productora inglesa Hammer (con los ya míticos Cristopher Lee y Peter Cushing) y las creaciones de Roger Corman fueron sus influencias tempranas. Durante la adolescencia, su precoz decisión de filmar empezó a alimentarse en las salas de cine, donde pudo ver El exorcista (William Friedkin, 1973), Alien, el octavo pasajero ( Ridley Scott, 1979), Tiburón, (Steven Spielberg, 1975) y Halloween (John Carpenter, 1978). El influjo de este último director sería clave, sobre todo para la comprensión del montaje y el ritmo, al punto de que ya en la década de 1990 algunos críticos hablarían de Islas como el “Carpenter uruguayo”.

En la etapa liceal escribió y dibujó la historieta El Hombre Lobo en el liceo, que vendía en entregas durante los recreos. En el mismo año, 1985, comenzó a participar como periodista en el semanario El Sol, donde publicó el folletín Crowley, sobre un vampiro de la época colonial que vuelve a la vida.

Con 16 años se presentó en el canal 3 de Colonia con el guion del mediometraje Posesión, para intentar que lo produjeran. La película se estrenó en 1986 y tuvo una buena recepción por parte del público. Empezaba una nueva etapa.

Hombre lobo en Colonia y Chicago

Con la participación del canal o en solitario, comenzó entonces una producción constante de películas. En su “período uruguayo” (1986-1996) Islas escribió, dirigió, filmó y actuó. Además, se ocupó del maquillaje y los efectos especiales. La sangre, por ejemplo, se hacía con miel y colorantes. Asimismo, actuaban amigos o actores teatrales del medio. Los presupuestos eran prácticamente inexistentes, pero en ocasiones especiales podían llegar a 500 o 1.000 dólares. El montaje, en video, se hacía en el canal 3, donde Islas había empezado a trabajar. Las películas se estrenaban en cines locales o en la televisión.

Con el film Almohadón de plumas (1988), basado en el cuento de Horacio Quiroga, ganaría más notoriedad. La película obtendría el premio Revelación en el VIII Certamen Nacional de Cine y Video, siendo distribuida en video a nivel nacional. Comenzaría también a intervenir en proyectos de mayor escala. En 1992, junto con Julio Porley codirigiría La trampa, financiada por el canal 12 de Montevideo y con locaciones y elenco capitalinos (Gustavo Gomensoro y Sara Bessio).

En 1993 y 1994 filmó la película Plenilunio, acerca de los crímenes de un hombre lobo albino en la ciudad de Colonia. La poco creíble apariencia del muñeco que oficiaba de monstruo no impidió que la película recibiera el primer premio compartido, junto a Pepita la Pistolera, de Beatriz Flores Silva, en el XII Festival Internacional de Cine y Video de Cinemateca.

En Rocha, y con actores de la zona, grabó en 1995 Mala sangre con un equipo de producción y algo de presupuesto. Al año siguiente, en el XIV Festival de Cinemateca, ganó el premio a mejor ficción. Ese mismo año asistió con la película al Latino Film Festival en Chicago, Estados Unidos. Gracias a los contactos hechos allí, al tiempo regresó al país del norte para establecerse de manera definitiva.

Comienza así su segunda etapa como realizador, que llega hasta hoy. Islas filma en la ciudad de Chicago, con mayores presupuestos y equipos de producción. El cineasta, sin embargo, sigue escribiendo, dirigiendo y, en algunos casos, actuando.

Sus temas refieren a zombis, vampiros y asesinos en serie, entre otras temáticas del terror. Incursionó incluso en el horror clásico, haciendo una película sobre el monstruo de Frankenstein. Asimismo, realizó algunos documentales para televisión. Su filmografía, no obstante, sigue siendo independiente y marcada por cierta rareza que le ha dado fama de director de culto en medios próximos al terror y la ciencia ficción. Esto hizo que el director uruguayo Maxi Contenti, en el slasher Al morir la matinée (2020), a modo de homenaje, lo llamara para hacer del asesino e hiciera además varios cameos a su filmografía.

Pequeña aclaración

Conocí a Ricardo en mi juventud. Cuando estaba en sexto año de escuela, en la Escuela Nº 1 de Colonia del Sacramento, él dio un curso sobre cine. Después, con varios amigos, íbamos todos los sábados a visitarlo a Canal 3, donde hablamos sobre cine e historietas. Esa barra aparece en la película Plenilunio. Hasta hoy día mucha gente me recuerda por esa actuación. Nosotros, sin duda, fuimos sus primeros fans, los primeros en considerarlo como un director de culto.

De estos y otros momentos de su carrera dialogamos con Ricardo Islas.

¿Qué es para vos ser un director de culto?

Yo supongo que cuando me preguntás qué es ser un director de culto es porque estamos asumiendo que lo soy. Antes yo no estaba tan seguro de eso, pero desde hace un tiempo estoy empezando a creérmelo. Supongo que ser un director de culto tiene que ver con dos cosas básicamente: la forma en que hiciste tus películas y cómo esas películas pueden ser consideradas. Con respecto a la forma de trabajar, esto tiene que ver con ser un “renegado independiente”, con la manera personal en la forma de narrar las historias. Generalmente ocurre que el director de culto es un director de género; es un director que no va de género en género. Variar de género es más que nada una cualidad que tienen los directores de industria, que a veces les exige variar de género. Pero un director que más o menos siempre hace lo mismo, o al menos algo dentro de cierto género, la gente empieza a seguirlo porque espera eso de él, sumado a la forma en que hace las películas y al carácter personal de su producción. Eso claramente conforma todas las características para estar frente a un director de culto. En ese sentido, y a esta altura del partido, ya con 51 años, y después de más de 30 años de estar haciendo esto, creo que definitivamente podría decirse que soy un director de culto.

¿Cómo es hacer cine de terror independiente? ¿Cuál fue tu experiencia en Uruguay y en Estados Unidos?

Supongo que si hablamos de cine de terror independiente lo estamos haciendo en el contexto de separarlo del cine de terror industrial, de estudio o por encargo, aunque cabe aclarar que algunas películas de terror que podrían catalogarse como independientes han sido por encargo y no por eso dejan de ser independientes. Por ejemplo, un clásico del cine de terror independiente es Halloween. Noche de brujas, pero en realidad no fue un proyecto personal de Carpenter, sino que fue por encargo. Cuando hablamos de cine de terror independiente vamos a hacer la aclaración de que lo vamos a separar del industrial, y más que nada esa separación tiene que ver con el presupuesto, ya no es tanto de que si es por encargo o es un trabajo de autor. En este contexto, y con esta separación, entendamos que el cine de terror independiente es más atrevido en los temas y se anima a probar cosas más agresivas y/o diferentes. El verdadero factor que separa el cine independiente de terror del no independiente es el presupuesto, y si bien existen ejemplos de películas de terror independiente que se hicieron con buen dinero, sobre todo en los años 70 en Europa, el verdadero factor divisorio es el presupuesto. Mucho más en el género de terror, donde el público se ha ido sofisticando y se ha hecho más exigente, no necesariamente en calidad, sino en cuanto a que ha sido expuesto a tantas películas de horror durante tanto tiempo, que es casi como el efecto de una droga: ya nada alcanza, ya nada es suficiente. Por lo tanto, para complacer al público de terror cada vez se necesita más, y en ese sentido lo que hizo Carpenter a fines de los 70 difícilmente podría hacerse hoy. Desafortunadamente la sutileza con que Carpenter pudo tratar el personaje de Michael Myers en esa década hoy probablemente decepcionaría al público, que exigiría cosas que ya no se pueden hacer con poco dinero.

Con respecto a la experiencia de filmar en Uruguay y en Estados Unidos te respondo lo siguiente: desde un punto de vista de producción y presupuesto sigue siendo caro filmar en Uruguay. Esto en buena medida tiene que ver con que casi toda la gente que tiene acceso a equipos, en cuanto al costo de renta y todo el aparato de producción, si hay algo de experiencia en las personas involucradas es porque se han formado dentro del ámbito de comerciales de televisión y de agencias de publicidad. Eso hace que los costos sigan siendo elevados y que no haya cambiado mucho la realidad desde la época en que me fui. En Estados Unidos la realidad siempre ha sido muy diferente, no necesariamente mejor. Los costos pueden ser menores, pero no hay subsidios, como sí los hay en Uruguay. Por lo tanto, hacer cine independiente en Estados Unidos es hacerlo con lo que tú puedas lograr, juntando de forma privada. Y quiero ahora hacer una última diferenciación entre hacer cine independiente en Estados Unidos y en Uruguay. En Estados Unidos existe la idea de que cualquiera puede ser el próximo Bill Gates o Mark Zuckerberg. Las personas consideran, aunque estén actuando frente a un espejo, que pueden ser la próxima estrella de cine. Estas personas no van a querer hacer nada con la gente que hace cine independiente, todos quieren moverse a Los Ángeles o Nueva York y todos prefieren trabajar en un hotel o en un restaurante durante los próximos diez años y vivir mal, pero audicionar todas las semanas con la ilusión de llegar a hacer estrellas de cine.

¿Qué opinás sobre el nuevo cine de terror?

Creo que si algo caracteriza al cine de terror actual es algo que quizá, de alguna manera, refleja lo que ocurre en otros ámbitos de la sociedad, y es una falta de límite entre un género y otro. El nuevo cine de terror es un cine transgénero, en cuanto a que no es fácil de catalogar; son películas que más se acercan al suspenso o hasta al drama social, con formato del terror. Aquí cabría citar directores como Jordan Peele con Get out, Robert Eggers con La bruja o El faro o Ari Aster con Midsommar, una película de terror filmada a pleno día, en contrario a las convenciones del género.

Filmografía de Ricardo Islas

  • En Uruguay

Posesión (1986), Crowley (1987), Almohadón de Plumas (1988), Las cenizas de Crowley (1990), Rumbo a la oscuridad (1992), Plenilunio (1993), Mala Sangre (1995).

  • En Estados Unidos

Headcrusher (1999), Nightfangs (2005), Lockout (2006), El día de los muertos (2007), Para matar a un asesino (2007), Zombie Farm (2009), Frankenstein: day of the Beast (2011), Bachelors Grove (2014), El Sacrificio (2015).

Algunas de estas películas pueden encontrarse en el canal de YouTube de New Alpha Studios