Analizar un proceso fundacional es un asunto complejo ya que los distintos grupos que transitan por esta microrregión del país están vinculados a otros espacios, entre ellos el espacio fronterizo de Colonia del Sacramento con su población de origen portugués, lo que conforma un entramado de vínculos y relaciones que trascendieron el origen español.
Esto dificulta el abordaje documental ya que es necesario combinar el estudio de fuentes españolas y portuguesas. Además, hay vacíos temporales en el acceso a la documentación y su estado de conservación, por ejemplo en los archivos parroquiales bautismales y de defunciones, fuentes fundamentales para conocer el origen de los distintos pobladores de esta región a lo largo del siglo XVIII.
Los aportes historiográficos del escribano Barredo Llugaín y del historiador Aníbal Barrios Pintos (1992) han sido fundamentales para conocer la historia de esta villa desde sus orígenes. Sus miradas sobre el movimiento que inició un grupo de vecinos y quiénes activan y proponen las pautas para la creación de la villa son coincidentes: ambos la definen como la única población del actual departamento de Colonia de origen español y ambos destacan a la figura de Benito Herosa como el “fundador” de la villa.
Es momento de ampliar esta mirada historiográfica con nuevos aportes documentales, pero también con una relectura de las fuentes que se han usado tradicionalmente, que mostrarán un proceso más complejo, con intereses y actores sociales desconocidos hasta el presente. Por eso, plantearemos algunas interrogantes vinculadas a esta “fundación “y a sus nuevas respuestas.
¿Cuál era la jurisdicción originaria del partido de Rosario?
El llamado partido de Rosario era una jurisdicción con un radio de acción muy amplio, que comprendía, hacia el este de la actual ubicación de la ciudad, hasta el arroyo Cufré (límite de la jurisdicción de Montevideo), al oeste el arroyo de los Migueletes, y como fondo el arroyo Grande y el cerro de Ojolmín (Ojosmín, en el departamento de Flores). El partido y la villa eran administrados por la autoridad de Buenos Aires, por ello la gran mayoría de la documentación del período colonial se encuentra hoy en el Archivo General de la Nación en Buenos Aires. La descripción de esta jurisdicción da cuenta de la trascendencia de este espacio para aquellos momentos, pero también desde el presente, ya que de este surgieron, con el devenir, “otras ciudades” como Colonia Miguelete, Tarariras, Juan Lacaze, Colonia Valdense, Nueva Helvecia, Florencio Sánchez, Villa La Paz y Cufré, además de toda la zona costera del Río de la Plata.
¿Por qué la década del 70 del siglo XVIII? ¿Cuáles son las circunstancias históricas que conducen a este desenlace?
En el siglo XVIII, con el reinado de los Borbones, se lleva a cabo un cambio de relaciones entre la metrópoli y sus colonias. Este proceso se conoce con el nombre de Reformas Borbónicas y derivó en una mayor centralización del poder y control de las colonias. Estas reformas tienen su impacto en la región platense desde el punto de vista político con la creación del Virreinato del Río de la Plata y desde el ámbito económico con el Reglamento de Libre Comercio. Como consecuencia de estos cambios, Buenos Aires pasó de ser una ciudad marginal a tener el control político y económico de la región.
Esto provocó un reordenamiento de las relaciones de Buenos Aires con su territorio rural, su hinterland. La investigadora argentina Mariana Canedo explicita que esta propuesta tiene como objetivo, entre otros aspectos, la formación de pueblos a partir de pobladores de la zona que se encontraban “dispersos en la campaña” y se comisiona para que los vecinos se agrupen conformando pueblos, que son pensados a partir de los pobladores dispersos en ese espacio rural, poniéndose en la práctica, en esta parte de la Banda Oriental, la política de “domiciliar” a la población rural dispersa en tan amplio territorio.
En esa década de los 70 existe una política manifiesta del gobernador y capitán general Juan José de Vértiz y Salcedo y del propio Cabildo de Buenos Aires de fundar pueblos y villas.
En esta línea de acción podemos visualizar las distintas reuniones que se realizan en la región para la conformación de la villa. El partido constituye una jurisdicción que emerge estrechamente vinculada a la parroquia, enlazada a ella se designa a un alcalde de hermandad que será el juez territorial lego, que se elige entre un grupo muy selecto de “vecinos notables”.
Estos pueblos, a su vez, se transformaban en el primer eslabón de la defensa del territorio. Sin la necesidad de mantener tropas pagas, se conforman las Milicias de Vecinos en las zonas rurales, concebidas como “unidades auxiliares, tropas de servicio obligatorio para civiles, que dejaban de serlo para cumplir con la prestación”. Son varias las fuentes documentales que dan cuenta de los servicios que deben prestar al llamado militar.
En este sentido podemos concebir que en reuniones de la década de los 70 algunos de los vecinos son diferenciados y denominados de acuerdo a su rango militar.
La estrategia seguida por los habitantes no es una innovación, es parte de un mecanismo que se construye a partir del pedido de pobladores que solicitan la erección de una capilla, luego se decidía la erección de un pueblo o villa, se delimitaba su jurisdicción y posteriormente se enviaba a un comisionado para que lo pusiera en práctica.
Recordemos que más de un integrante del partido tiene sus raíces y contactos con Buenos Aires y no deberían ser ajenos a esa política. Por citar un ejemplo, Benito Herosa, mayordomo ecónomo vinculado a la capilla, capitán de milicias, apoderado de los vecinos y futuro alcalde, entre otras funciones, proviene de Buenos Aires.
Los pobladores del Partido del Rosario ocupan una zona fronteriza muy particular como lo es la Nova Colonia del Sacramento, fundada en 1680, y que en los inicios de la década de 1770 todavía permanecía en manos portuguesas. De esta manera podemos ver que las autoridades españolas valoraran positivamente la formación de un pueblo o villa como resguardo a la expansión de los portugueses extramuros, más allá de que los distintos tratados firmados entre españoles y portugueses establecían como límite a su expansión el “tiro de cañón”.
Como ya expresamos, en este proceso no existen trabas y además es el propio gobernador Vértiz quien nombra a Herosa como mayordomo ecónomo.
La creación de una capilla y posterior villa en este territorio fronterizo, a poco más de 12 leguas de la colonia portuguesa, se transformaba en una necesidad para las autoridades españolas, que tendrían, a relativa poca distancia, un punto estratégico para sus intereses. El terreno elegido estaba en una ubicación privilegiada sobre la margen derecha del arroyo Colla, llamado también San Antonio, próximo a la desembocadura del río Rosario.
La elección demuestra el conocimiento que tenían los habitantes de la región; se trata de un posicionamiento estratégico tanto por vía terrestre -en el camino real que comunicaba Montevideo con el campo del Real de San Carlos-, como por vía fluvial, lo que permitía el uso y explotación de los puertos.
El 24 de enero de 1775 el gobernador Vértiz concedía la autorización para que a los vecinos se les concedieran los terrenos para la construcción de sus casas, Plaza Y Ejido. Naciendo desde un punto de vista del derecho, la villa “Nuestra Señora del Rosario”, pero iniciando a partir de ese momento un largo camino hasta diciembre de 1810. La villa la construirían los propios vecinos con la promesa de acceder a solares en una primera instancia y luego espacios de tierra más amplios.
A su interior, el trazado urbano debía contener un espacio para el gobierno -el futuro Cabildo, un espacio para la Justicia-, la plaza y el rollo, y finalmente un espacio para la fe cristiana, es decir la iglesia. Constituyen tres elementos simbólicos que ordenaban la extensión de lo conquistado por esos pobladores y que se legitimaba con el acta fundacional, en este caso celebrada el 24 de enero de 1775.
La formación del partido también se conforma con una tríada muy particular: villa, capilla y guardia. La futura villa se ubica muy próximo a la Guardia del Rosario, que data de los primeros años de la década del 60, establecida como un espacio de control de frontera, y que a una distancia de poco más de dos leguas se transforma en una zona de resguardo para sus futuros habitantes. La localización de esta guardia, próxima al Paso de la Tranquera, permitía el acceso rápido hacia el futuro asentamiento.
¿Quiénes son esos vecinos?
El historiador Aníbal Barrios Pintos analiza muy detenidamente el proceso fundacional en esos primeros años. Basado en los aportes del escribano Barredo Llugaín hace un seguimiento bastante detallado de la figura de Benito Herosa, a quien califica como el “fundador de la Villa”. Ambos, más allá de alguna cita en la que se nombran a algunos vecinos, no detienen la mirada en sus representados.
En su calidad de apoderado, evidentemente Herosa es el vocero de otras voces. Pero ¿quiénes eran esos “otros”? ¿Cuál era su origen? Estas preguntas habían sido respondidas “aseverando” que eran todos españoles.
Lo primero que debemos entender es que Herosa asume su papel de apoderado, ciertamente, con un don muy particular para ese tiempo y contexto: el dominio de la escritura. En aquel mundo rural colonial la condición de letrado constituía un plus muy significativo, que lo llevó a ocupar puestos relevantes en el mundo rural. Pero todas las solicitudes que realiza las hace en nombre de los vecinos y por ende es el interlocutor visible que se traslada a Buenos Aires y se entrevista con las autoridades.
En este escenario colonial la iglesia juega un papel trascendental. Es una monarquía católica, en la cual política y religión van de la mano; el vecindario necesitaba la protección de la fe y los creyentes deben dar cuenta de su fidelidad por medio de acciones como donar para la erección de la parroquia. Es así que el 4 de julio de 1774 se convoca a otra reunión, solicitada por Benito Herosa, para informar sobre los avances de la construcción de la capilla.
Participaron 61 vecinos, en pleno invierno, que se movilizan para el levantamiento de la parroquia y posterior “lucha” para que les sea reconocida la condición de villa. Resalto que la reunión se llevara a cabo en pleno invierno del siglo XVIII y, más allá de que posiblemente algunos no estuvieran “presentes”, sí dieron su apoyo para que otro vecino firmara por ellos, demostrando ser parte de un proyecto común.
Varios de ellos llevaban varias décadas en el partido; por ejemplo, Alejandro de los Reyes, Juan Joseph González de Melo, Joseph de Bedoya o Francisco González, por citar algunos de los que al momento del inicio del movimiento tenían al menos 15 años de permanencia en la región.
Hay una fuente documental del Archivo General de la Nación de Buenos Aires, de 1771, que se titula “Filiaciones de extranjeros en el Partido del Rosario comprehendiendo [sic] San Juan, Sauce, Riachuelo, Colla y Piedra Redonda [se ubica en la costa del Colla; como lo dice su nombre, es una piedra con una forma más bien ovalada que se mantiene hasta el presente]” y está fechado en el Real de San Carlos.
Este documento detalla 26 portugueses que habitan en esta jurisdicción, asentados en un radio muy amplio y en algún caso bastante lejano a Colonia del Sacramento. La fuente documental, al cruzarla con los participantes en la creación de la villa en 1774, permite visualizar que aproximadamente 25% de los 61 vecinos que estuvieron en unas de las primeras reuniones son naturales de Portugal, algunos llegados del actual territorio brasileño y otros nacidos en la propia Colonia del Sacramento. Por lo expresado tenemos un alto porcentaje de portugueses movilizados en el partido del Rosario, dando cuenta de que este movimiento para su creación trasciende la participación exclusiva de españoles.
Cabría preguntarse entonces: ¿por qué en un escenario de frontera los portugueses son admitidos en este movimiento? Para responder a esta interrogante debemos entender que la categoría de vecino en este medio rural se construye más allá de la categoría jurídica de extranjeros, sino a partir del sentimiento de pertenencia; en este caso en concreto, la pertenencia primero al partido y también desde ahí a un objetivo común, como la creación de la Villa del Rosario.
Los lusitanos, en varios casos, llevaban una larga estadía en la microrregión, algunos incluso nacieron en la propia ciudad amurallada. Por lo tanto, su residencia en esta jurisdicción juega un papel importante; residencia y estadía se conjugan para permitir que estos individuos se transformen en vecinos del partido y también en vecinos de la futura villa.
El grado de la participación de algunos de estos vecinos es tal que al proceder a la mensura de los terrenos el 11 de setiembre de 1775 participan junto a Benito Herosa 18 vecinos, entre ellos Juan Rodríguez Coitiño, Luis Morales, Vitorino Gómez, Francisco Suárez y Thomas Rodríguez, todos de origen lusitano.
La comunidad portuguesa tuvo influencia en la sociedad tardo-colonial de la región y especialmente en las raíces del partido de Rosario, en particular por el papel que tuvieron sus integrantes dentro del espacio colonial mencionado, parte constitutiva de una extensa área de frontera hispano-lusitana, pensada como área regional y en donde todos los actores se relacionaban más allá de las disposiciones legales.
Estos ejemplos admiten ver con otros ojos la conformación de la villa y el entramado de relaciones y de redes que se conformaron para lograr un objetivo compartido más allá de su procedencia. Al mismo tiempo, permite comprobar que la hipótesis del profesor Omar Moreira, de que la influencia portuguesa en la región era más importante de lo que se creía, era correcta. Por ello, no quiero dejar pasar, como cierre a este artículo, mi más sentido agradecimiento por encender la búsqueda de la investigación en esta dirección.