El 17 de junio se celebraron los 102 años de la declaración de “pueblo” de la actual ciudad de Tarariras, que fuera firmada por el entonces presidente Feliciano Viera.
Por cierto que las fechas de fundación de las localidades son cuestiones arbitrarias y que generalmente se establecen a partir de ciertos actos administrativos que le otorgan entidad - “pueblo”, “villa”, “ciudad”- a un conjunto de personas que se afincaron en determinado sitio.
Y allí se hicieron fuertes diferentes comunidades, la producción agroindustrial, el trabajo de los artesanos, la industria, el tejido institucional, que permitieron forjar una localidad cuyas habitantes la describen “como un lugar que otorga oportunidades para su población”.
Territorio de migrantes
En tiempos de la dominación europea, tanto la franja costera como el interior del actual departamento de Colonia fueron testigos del peregrinar de hombres y mujeres que, en tiempos de guerra o de paz, buscaban desarrollar sus subsistencias en una geografía generosa en recursos naturales.
Hasta la capitulación definitiva de los portugueses en Colonia del Sacramento, varios puntos próximos a la actual capital departamental se transformaron en estaciones de llegada y descanso de las tropas españolas que intentaban tomar el control de ese lugar tan estratégico en el Río de la Plata.
Los conflictos que se desarrollaban en Europa entre las diversas coronas imperialistas se hacían sentir en el continente americano, donde las potencias luchaban por hacer pie en los enclaves que permitían tener más fuerza en el control del comercio marítimo y en el acceso a las materias primas y minerales disponibles en estas tierras. Escapa a los objetivos de este artículo efectuar un análisis pormenorizado de las diferentes etapas que tuvo la conflictiva lucha entre los poderes europeos para controlar el puerto de Colonia, pero sí cabe señalar que el terreno que hoy ocupa Tarariras fue asiento y lugar de paso de las tropas españolas que sitiaban a los portugueses establecidos en Colonia en la segunda mitad del siglo XVIII.
El desarrollo de la zona que actualmente ocupa Tarariras fue de la mano de una serie de reformas que impusieron los gobiernos militares de Lorenzo Latorre (1876-1880) y Máximo Santos (1880-1886) para lograr el poblamiento de la campaña, que llegaron de la mano de una serie de adelantos tecnológicos -telégrafo, por ejemplo- y, fundamentalmente, del desarrollo de la infraestructura pública fuera de los límites de Montevideo: escuelas, juzgados, policía, que reafirmaron el rol protagónico del Estado en diferentes facetas.
También se establecieron nuevas normas, en el marco del Código Rural, que permitieron la delimitación de los campos a través de los alambrados, por ejemplo, y se promovió la llegada de migrantes.
Debido a la proximidad con la capital y con los diferentes puertos, y también por la calidad de sus tierras, el sur y el litoral fueron los primeros sectores elegidos para intensificar el poblamiento. En esas zonas se afincaron inmigrantes de las más diversas tradiciones culturales -españoles, italianos, ingleses, suizos, alemanes, colonos valdenses-, que escapaban a las crisis económicas que azotaban Europa y que cargaban consigo añejas tradiciones en labranza y en la producción de los diversos sistemas.
A modo de ejemplo, basta recordar el aporte que hicieron en esta parte del país suizos y alemanes en la industria láctea o en la metalúrgica, o los ingleses en la ganadería, por ejemplo, para imaginar las ricas redes de intercambio, y también de tensiones, claro está, entre las diversas corrientes migratorias.
También los españoles, primera o segunda generación, que habían llegado al país en los albores de aquel siglo comenzaron a esparcirse por el territorio de la incipiente nación oriental. De hecho, en el departamento de Colonia, a fines del siglo XVIII fundaron Rosario, que era la capital administrativa española en esta región.
A finales del siglo XIX, el país caminaba hacia un proceso de modernización productiva tras haber soportado varias décadas de conflictos externos e internos que costaron pérdidas humanas y económicas. Los puertos y el tren, que se instalaría en la región, no solamente permitieron trasladar mercaderías, sino generar pueblos en derredor suyos.
En el departamento de Colonia primero fueron los puertos ubicados a lo largo de la costa que permitieron llevar hasta Montevideo o Buenos Aires los bienes que se producían o extraían en el territorio. En el caso de los productores instalados en la región de Tarariras elegían los puertos de Colonia del Sacramento o Puerto Sauce (actual Juan Lacaze) para movilizar las materias primas -granos, carnes, cueros, arena, piedras, y para abastecerse de manufacturas importadas. El arreo de ganado con la ayuda de los caballos y jinetes a través de los caminos y en las largas distancias continuó siendo también una práctica cuando llegó el ferrocarril.
Redes sociales
En esa zona de la actual Tarariras hubo varios comercios y emprendimientos productivos que marcaron una dinámica que permitía llevar adelante la subsistencia y tejer redes de socialización cada vez más fuertes.
Esos lugares frecuentemente contaban con comercios de ramos generales, y adoptaban el nombre de “parajes”, dado que ofrecían la posibilidad de obtener un espacio de descanso a quienes debían transitar durante largas horas sobre las carretas o arriba de los caballos.
Allí no solo se compraban las mercaderías necesarias para el abastecimiento del hogar y de los establecimientos productivos, sino que eran espacios de socialización entre personas que vivían a varios kilómetros de distancia unas de otras. Algunos de esos parajes estaban ubicados en Artilleros, Antolín, Capilla Porto, San Luis, y los comercios Kuster (Puntas del Riachuelo) y Cambón (en Manantiales), en la denominada microrregión de Tarariras.
En 1896 se inicia la construcción de un cementerio municipal en ese caserío, que resultaba necesario para enterrar a los primeros pobladores. Hasta ese momento, los entierros de los vecinos debían realizarse en las necrópolis de Rosario o Colonia.
También en ese año fue trasladada hasta ese incipiente poblado la sección policial de San Luis, que estaba ubicada al nordeste de la actual ciudad. Cuatro años más tarde, como ya fuera dicho, se instaló el Juzgado de Paz de Tarariras. El historiador Daniel Abelenda destaca que una concentración de unos pocos cientos de habitantes fue el núcleo base de Tarariras. Las dimensiones que había adquirido la incipiente Tarariras en 1900 aún no alcanzaba para ubicarla en el mapa que apareció publicado en la obra del historiador Barcón Olesa denominada Monografía completa de la región del Colla.
En efecto, allí aparecen Carmelo, Rosario y Colonia del Sacramento y una serie de villas y pueblos como Nueva Palmira, Nueva Helvecia, La Paz y Puerto Sauce, además de la red de comisarías instaladas en Chileno, Juan González, Conchillas, Miguelete, San Luis, Real de San Carlos, Riachuelo, Cosmopolita, Colla (cerca de Cardona), y La Sierra (cerca de Cufré).
Una estación muy especial
El crecimiento de Tarariras guarda una directa relación con el desarrollo del ferrocarril en Uruguay. Por ello resulta menester efectuar una breve síntesis de la historia de ese medio de transporte en nuestras tierras.
En 1866 surgió la industria ferroviaria en Uruguay con capitales nacionales, a partir de la creación de la sociedad anónima “Ferrocarril Central del Uruguay”. El Estado otorgó la concesión a esta empresa para el desarrollo de un tramo de 17 kilómetros entre la estación Bella Vista, en Montevideo, y Las Piedras, en el departamento de Canelones.
Sin embargo, la empresa nacional fracasa en el desarrollo de esa iniciativa, y es apuntalada por capitales británicos a los cuales el Estado uruguayo les aseguraba una ganancia superior a la cual podían obtener mediante operaciones mercantiles en Europa. Con la financiación de la casa Baring Brothers avanza el tendido férreo.
Así, en 1872 se inaugura el tramo entre Las Piedras y Canelones y en 1874 el tren unía Montevideo con Durazno a través de un tendido de 205 kilómetros. En 1878 el ferrocarril finalmente pasa a manos de una sociedad anónima inglesa, The Central Uruguay Railway, (C.U.R.) que controlará hasta la finalización de la Segunda Guerra mundial, que retorna a manos del Estado uruguayo.
Cabe consignar que el gobierno uruguayo mediante un decreto de 1866 estableció el régimen e itinerario de los primeros tramos permitiendo la continuación de la red ferroviaria hasta la frontera con Brasil, donde llegó en 1913. El avance del tren, entonces, fue lento pero a un ritmo bastante constante. El concepto de planificación a escala nacional y la conexión de los sistemas de comunicaciones de Uruguay con los países limítrofes, se delineó en las leyes ferrocarrileras aprobadas en 1884 y 1889.
Por ello debe subrayarse que el primer ferrocarril construido al amparo de la ley de Trazado General de los Ferrocarriles de 1884 fue el denominado “del Oeste y Puerto del Sauce” (actual Juan Lacaze), cuyas líneas fueron transferidas a la compañía Extensión Oeste del Ferrocarril Central del Uruguay en 1889.
En tanto, la ley del 1º de julio de 1886 agrega el ramal de Maldonado a Punta del Este; la ley del 30 de noviembre de 1888, amplía el trazado con el ferrocarril de Durazno – Trinidad, el ferrocarril a la frontera empalmando con el del Nordeste y el ramal Pando a Minas con derivación a Treinta y Tres.
La ley del 6 de setiembre de 1889 tendrá un fuerte impacto en el departamento de Colonia, ya que instaló una línea transversal en el interior que procuraba acercar a los sistemas argentinos y brasileños y al complejo portuario terminal en Colonia que estaba en construcción. Asimismo, la intención fue apuntalar la creación de colonias agrícolas a lo largo de una franja contigua a la vía del ferrocarril.
En ese marco, en 1901 se concretan las aperturas de la estación Tarariras, y de otras como las de Cufré, Rosario, Barker, por ejemplo, que se conectaron directamente con los diferentes centros productivos del departamento de Colonia. En 1902, finalmente, se completa el tendido de la extensión Oeste del ferrocarril con la inauguración de la Estación Colonia del Sacramento, que también quedó unida a Montevideo.
Abelenda establece que, a partir de ese momento, se inició “una nueva era” para esa región. El arribo del ferrocarril permitió que la zona de influencia de Tarariras viviera “un auge notable” y se consolidara “como el centro económico administrativo en el centro del departamento” de Colonia.
A lo largo del tiempo, Tarariras desarrolló un sistema agroindustrial poderoso. Empresas lácteas de diferente porte, frigorífico, cooperativas, comercios, permitieron que la localidad se erigiera como el centro urbano de referencia para una amplia zona del departamento de Colonia.