Las investigadoras Fabiana Larrobla (Ciencia Política) y Magdalena Figueredo (Ciencias Históricas) consideran que el Estado uruguayo tuvo una “participación activa” en la “segunda desaparición”, luego de la primera en Argentina, de los cuerpos NN que fueron arrojados al Río de la Plata en la segunda mitad de la década de 1970. En esos años, en las playas de Colonia se encontraron 11 cuerpos, de los cuales sólo tres fueron luego identificados. También hubo casos en las costas de Montevideo, Maldonado y Rocha.

Un grupo de investigadores de la Universidad de la República (Udelar) trabajó durante años en este tema y los resultados pueden verse en el sitio Memorias en las costas. En el marco de este trabajo, se llevaron a cabo talleres con vecinos de Rosario y Juan Lacaze.

Memorias en las costas: historias sin contar

El grupo de investigación presentó el proyecto sobre el tema de los cuerpos NN en 2018, dentro del área de extensión de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Udelar. Este trabajo se enfocó en investigar sobre los cuerpos encontrados en las costas de Rocha y Colonia entre 1975 y 1978.

La iniciativa implicó un trabajo interdisciplinario, con especialistas en Historia, Antropología, Sociología, Ciencia Política, Museología y Comunicación, e incluyó entrevistas a personas que vivieron en la dictadura en los departamentos de Colonia y Rocha, que contaron de situaciones cotidianas y sensaciones sobre lo que vivieron durante ese período.

A mediados de la década de 1970 se encontraron ocho cuerpos en las playas de Rocha y 11 en las de Colonia, según recopiló el grupo de investigación. Tres de los ocho cuerpos que se encontraron en el este del país fueron identificados: Nelson Cabello y Guillermo Vega (de nacionalidad chilena) y Laura Romero (de Argentina). En el caso de los hallazgos en Colonia se pudo determinar la identidad de tres de los 11: Horacio Abeledo, Raúl Montenegro y Raúl Niño, todos argentinos.

Cuando la memoria se relata, se remueven emociones

Las representantes del equipo académico opinan que las charlas con los entrevistados trataron “temas muy sensibles, muy incómodos, que mueven mucho” y que no eran “estrictamente académicos”.

Las investigadoras intentaron comunicarse con quienes encontraron los cuerpos y con las personas que estuvieron vinculados a las investigaciones de los hallazgos, pero no accedieron a hablar o no pudieron comunicarse con los involucrados.

Por este motivo, y más allá de lo que habían planificado, las entrevistas se desviaron del tema de los cuerpos NN y terminaron siendo relatos de vivencias cotidianas de personas que vivieron la dictadura en estos lugares del interior.

Una de las conclusiones tras las entrevistas, principalmente en Colonia, es que existe un “silencio pesado, denso”, para que “el dolor no aparezca”, que se podría resumir en la frase “mejor no hablemos de estas cosas”, según la especialista en Ciencia Política.

En este sentido, las historias que conocieron son de personas que no estuvieron presas durante la dictadura, pero que de todas maneras vivieron situaciones cotidianas en que sufrieron “el estigma, la exclusión y el aislamiento”. En comunidades en que está presente la idea de “nos conocemos todos” existe un “miedo de tocar los temas”, porque conocen a sus vecinos y se cruzan con ellos, explicó Larrobla.

Las investigadoras señalaron que en Colonia la noticia de la aparición de los cuerpos en la costa no tuvo casi eco y mucha gente se enteró del hallazgo recién en la década de 1980. Algunos entrevistados recordaban vagamente “el caso de los coreanos”, en relación a los cuerpos encontrados en Rocha y cuyo origen fue sugerido en una conferencia de prensa organizada tras los hallazgos en las costas del este.

A las investigadoras les pareció “llamativo” que no se hayan enterado debido al fuerte vínculo de los colonienses con Buenos Aires, donde medios como La Nación le dieron bastante difusión a la noticia. Por otra parte, en la investigación también se señala que no hay ninguna señalización de los lugares donde fueron encontrados los cuerpos en las playas colonienses.

Homero Viera. Vecino de Rosario Colonia, ex preso político y ex diputado de la República. Foto: memoriasenlascostas.com

Homero Viera. Vecino de Rosario Colonia, ex preso político y ex diputado de la República. Foto: memoriasenlascostas.com

Los talleres en Juan Lacaze y Rosario

En los dos talleres hubo diferencias. En Juan Lacaze hubo mayor convocatoria, entre otras cosas porque los sindicatos locales se “apropiaron” del tema y difundieron la actividad, mientras que en Rosario no se hizo una difusión tan amplia.

Las representantes de Memorias en las costas plantearon que la experiencia en suelo sabalero tuvo “bastante resonancia” y fue “muy movilizadora”. Según contaron, sucedió que vecinos que se conocían desde hace mucho tiempo contaron vivencias cotidianas de la dictadura, pero no sabían hasta ese momento lo que les había pasado a otros.

En el caso de Juan Lacaze, participó gente “que vivió en la época de la dictadura, hijos y nietos de esas personas”, mientras que en Rosario eran generalmente personas mayores, de 40 y 50 años.

La discusión sobre la aparición de cuerpos en la década de 1970, reiteraron las investigadoras, sirvió como “disparador” para una discusión durante los talleres, que terminó más enfocada en la memoria local y en las vivencias durante la dictadura, algo parecido a lo que pasó con las entrevistas.

La población de Juan Lacaze fue una de las más castigadas por la dictadura; decenas de estudiantes y trabajadores fueron detenidos y cientos debieron marchar al exilio. Por eso, durante el taller surgieron relatos sobre personas que integraban el Movimiento de Liberación Nacional, los desaparecidos de la ciudad, y recuerdos de cómo se procesaban estos episodios a nivel local.

Una mujer, que en aquellos años era adolescente, no se había autoidentificado como “exiliada” hasta el momento del taller. Larrobla contó que estaba “doblemente exiliada”, primero porque con su familia se fueron a Buenos Aires y segundo porque no podía contárselo a sus vecinos.

Una maestra contó que sentía que le habían “robado” sus mejores años para ascender y ser directora, un cargo al que tardó más tiempo en llegar. También se habló de los niños que eran “castigados” por la elección política de sus padres, antes y durante la dictadura.

Otro de los consultados, que estuvo preso en la dictadura, recordó que cuando volvió a la comunidad se dio cuenta “del silencio” y de que “nadie hablaba de lo que estaba pasando”. Según recordó, su vínculo con vecinos que conocía desde hacía mucho tiempo cambió y pasó a ser más distante. Esta situación se “repitió sistemáticamente” en Rocha y Colonia, concluyeron las integrantes del equipo de investigación.

Larrobla y Figueredo también hablaron sobre el aumento de casos de NN en los cementerios locales en la época de la dictadura. En este sentido, expresaron que se trata de un trabajo “inconcluso”, ya que no se ha hecho una investigación profunda para saber los motivos.

Otra de las conclusiones del trabajo es que la Udelar y su área de extensión tienen que buscar maneras de colaborar para que las organizaciones locales del interior puedan investigar más sobre sí mismas y sus vínculos con la comunidad.

La importancia de preservar e investigar: la experiencia de Colonia

El edil de Colonia Alberto Badaracco (Partido Nacional) presentó en setiembre de 1985 una nota al presidente de la Junta Departamental, el escribano Juan J. Sartori, en la que consultaba por “la cantidad de cadáveres no identificados que se encontraban sepultados en el cementerio de Colonia, las fechas en que fueron enterrados, a pedido de quiénes fueron inhumados y la documentación correspondiente, así como el certificado de defunción, médico interviniente y las causas de la muerte”, según una nota de El Eco de Nueva Palmira de octubre de aquel año.

También preguntó si luego de esos entierros la autoridad encargada “informó a la Intendencia el origen y/o procedencia de los mencionados cuerpos”. Las intendencias, como se sabe, tienen bajo su responsabilidad el servicio de Necrópolis, o sea la administración de los cementerios.

La respuesta a ese pedido de Badaracco certificó la presencia de “ocho o nueve cadáveres” sepultados sin identificar en el cementerio de Colonia, con entierros que tuvieron “flagrantes irregularidades”, según difundió el aquel momento la publicación palmirense.

El médico forense que intervino en las inhumaciones fue el doctor Luis A. Raimondi, quien trabajaba como médico para la Policía y para Sudamtex (empresa textil de Colonia del Sacramento que funcionó entre 1945 y 2001). En dichas inhumaciones “no intervino ni el municipio ni personal del cementerio” y en algunos casos fue personal de la Prefectura y en otros la Policía, ratificó quien ocupaba en 1985 el cargo de director de la Necrópolis de la Intendencia de Colonia, Luis Cremasco.

También se detalló que en cuatro casos la jueza de Paz Ana María Migues, que en 1985 era la fiscal letrada de Colonia, “omitió formular” la denuncia ante el juez letrado, que es la autoridad competente en el tema.

Por último, en las actas judiciales se citan testimonios de vecinos que “no firman ni son identificados”. En la causa de muerte se pone “autopsia a realizar” y en el espacio para el nombre del médico forense se señala “Del médico que se expedirá”, pero no se incorpora al expediente ningún certificado médico.

A partir de estas irregularidades, la Junta Departamental decidió realizar la denuncia ante el Juzgado Letrado de Colonia para que se investigue el tema.

Las integrantes del grupo de Memorias en las costas contaron que los funcionarios del sector de Necrópolis de la Intendencia de Colonia preservaron los cuerpos NN para que estuvieran separados del resto de las tumbas y evitaron que fueran llevados al osario común. Esto permitió que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) pudiera acceder a los restos, lo que permitió identificar a tres de los 11 cuerpos entre 2001 y 2012, dijeron a la diaria.

Al respecto, la Junta Departamental de Colonia decidió que los cuerpos NN fueran “guardados en nichos individuales”, a partir de lo informado por el semanario El Eco en 2001. Ese año el EAAF se reunió con el asesor presidencial y miembro de la Comisión para la Paz Carlos Ramela y el presidente Jorge Batlle.

Además, el equipo de investigación argentino visitó el cementerio de Colonia y pudo “acceder a los restos para analizarlos”, según contó en aquel momento uno de sus integrantes, Carlos Somigliana.

Para ubicar los lugares donde fueron encontrados los cuerpos, Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos y Crysol (asociación de expresos políticos de Uruguay) desarrollaron una página web donde “identificar, visibilizar, conectar y disponibilizar la información sobre los lugares desde donde se organizaron y cometieron delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura cívico-militar”, que incluye una sección específica para Colonia.

Los “vuelos de la muerte”: las investigaciones de Verbitsky y Walsh

Además de las menciones sobre la aparición de los cuerpos NN en la prensa uruguaya y argentina en 1976, el periodista argentino Rodolfo Walsh publicó una carta abierta a la Junta Militar en 1977 en que confirmaba datos de los vuelos y se refirió a un caso en particular: “Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, ‘con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles’ según la autopsia”, explicó Walsh.

Con base en este relato, otro periodista argentino, Horacio Verbistky, escribió en 1995 el libro El vuelo. Esta publicación contiene el testimonio del oficial retirado de la Armada Adolfo Scilingo y las declaraciones de los capitanes de Fragata Antonio Pernías y Juan Carlos Tolón al Senado argentino, entre otros documentos.

Uno de los más importantes es la carta que Scilingo le mandó a Jorge Rafael Videla en febrero de 1991, en la que afirmaba que a partir del Poder Ejecutivo liderado por el exdictador argentino cumplió la orden de “participar” en dos vuelos, el primero con “13 subversivos a bordo de un Skyvan de la Prefectura” y otro con “17 terroristas en un Electra de la Aviación Naval”, detalló. En ambos casos, a ellos se les dio dos dosis de anestesia y sus cuerpos fueron “arrojados desnudos” al río, mientras los aviones estaban en vuelo, según cita Verbitsky en su libro.

Para ratificar esta confesión, en 1999 el exsargento Víctor Ibáñez realizó un testimonio para el libro de Fernando Almirón Campo Santo. Los asesinatos del Ejército en Campo de Mayo. Testimonio del ex-sargento Víctor Ibáñez. Allí se menciona “el proceso previo a los vuelos, relatando el procedimiento ya aceitado de conducción de los secuestrados a los aviones”, según señalaron las investigadoras Fabiana Larrobla y Magdalena Figueredo en el artículo editado en la publicación Human Remains and Violence: An Interdisciplinary Journal en Manchester www.memoriasenlascostas.com.

¿Eran orientales?

En mayo de 2020, la revista Lento publicó [una nota] (https://ladiaria.com.uy/lento/articulo/2020/5/eran-orientales/) sobre los cuerpos NN encontrados en las costas de Rocha. La investigación desarrollada por estudiantes de la Udelar profundizó en el tema, en un proyecto organizado por el Consejo Sectorial de Extensión y Actividades en el Medio de la Udelar. Algunos estudiantes de este proyecto formaron parte del trabajo Memorias en las costas sobre los cuerpos NN encontrados en Colonia y Rocha.