A cuatro años de su fallecimiento, el jueves 16 la Junta Departamental de Colonia rindió tributo a la memoria de Omar Gaucho Moreira, y designó con su nombre a un camino vecinal ubicado en Nueva Helvecia, localidad en la cual vivió en el último medio siglo. Ediles de todas las bancadas reconocieron la labor desplegada por Moreira en sus diversas facetas -docente, escritor, investigador-, incluyendo su gran dimensión humana.

Omar Moreira nació en 1932 en el departamento de Treinta y Tres, y desarrolló una extensa carrera como docente, escritor, investigador y gestor cultural en el departamento de Colonia hasta su fallecimiento ocurrido en agosto de 2017. Además de haber ejercido todas esas funciones, Moreira ganó el reconocimiento y la admiración de varias generaciones gracias a sus notables condiciones personales. Omar Moreira, a quien denominaron el Gaucho, logró pasar a la posteridad como un hombre bueno y sabio, que eligió vivir y morir en tierras colonienses.

Pocos meses antes de fallecer, Moreira fue condecorado como “ciudadano ilustre” del departamento por la intendencia coloniense. En ese acto, hecho a tiempo, Omar mostró su acostumbrada lucidez y dijo sentirse en un momento “espléndido” de su vida.

90 días después, sin embargo, la muerte lo alcanzó, aquejado por leucemia, una enfermedad que acostumbra a sumergir en un notorio cansancio físico a quienes la padecen. A Omar ese mal lo atacó de modo fulminante; o -vaya uno a saber-, quizás, tuvo una fuerza descomunal para disimular, de modo silencioso, sus efectos durante un tiempo considerable.

De todos modos, aquel desenlace provocó una serie de emociones a quienes tuvieron la suerte de conocerlo de cerca, así como a aquellos que lo ubicaron como un referente aunque no hayan mantenido un contacto fluido con su figura.

La carrera

Resulta necesario detenerse brevemente en las diversas facetas que desarrolló este hombre fecundo a lo largo de su vida.

Tras haber cursado preparatorios en el IAVA de Montevideo, Moreira egresó del IPA como profesor de Literatura. Después de haber trabajado durante algunos años en Maldonado y Soriano, ganó un concurso para trabajar en el liceo de Colonia Valdense a partir de 1959, cargo que también desempeñó en Nueva Helvecia.

Moreira fue el último sobreviviente de “los viejos liceos, abiertos, que trabajábamos con la población”, al igual que sus compañeros Miguel Odriozola, Alberto Domínguez, Omar Pita, Mario Álvarez, Nelson Viera y Melita Boné, según recordó en aquel homenaje que le tributó el gobierno coloniense.

Durante su juventud, el Gaucho simpatizó con el nacionalismo y después con el anarquismo. Más tarde, durante los conflictivos años 60 y 70, adhirió a las corrientes de izquierda democrática y formó parte de la generación que fundó el Frente Amplio. Eso provocó que la dictadura militar que se instaló en 1973 lo destituyera de la carrera docente que había desempeñado hasta el momento.

Moreira permaneció radicado en Nueva Helvecia durante la dictadura. “Nunca tuve rencor, porque es un sentimiento muy frustrante, que nos deja anclados en el pasado. Y yo quería que mis hijos vivieran una adolescencia formidable, por eso no me fui de Nueva Helvecia”. El Gaucho se transformó en un artesano del cuero y se dedicó a plantar en la quinta de su casa, para sostener a su familia durante esos años.

Tras el retorno democrático, en 1985, mediante concurso Moreira asumió como director del liceo de Colonia Valdense, donde desarrolló una gestión que es reconocida hasta el presente. Posteriormente ejerció como inspector liceal, cargo en el cual se jubiló como docente.

En el año 2000, el nacionalista Carlos Moreira, que había sido alumno suyo en Nueva Helvecia, lo designó como secretario de Cultura de la Intendencia de Colonia, a pesar de las diferencias políticas que los separaban.

Omar Moreira se mantuvo al frente de esa responsabilidad durante un quinquenio. Con la llegada del Frente Amplio al gobierno nacional, fue designado presidente de la entonces Comisión Honoraria de la Antigua Colonia del Sacramento.

En paralelo a la carrera docente, el Gaucho desarrolló una intensa tarea como narrador e investigador. Fue un trabajador obsesivo de la escritura. Formó parte del círculo de la revista literaria Asir y mantuvo estrechos vínculos con varios de los integrantes de Marcha, donde publicó varios cuentos, así como con la editorial Banda Oriental.

Fue disciplinado y exigente consigo mismo y también con quienes él creía que tenían condiciones para desempeñarse en ese mundo que a él tanto atrapaba.

Buena parte de su obra está relacionada con los conflictos políticos que se sucedieron en el territorio uruguayo desde el fondo de los tiempos. Escribió sobre las guerras civiles de la última parte del siglo XIX y principios del XX, apoyado en los testimonios que, de primera mano, obtuvo en aquel mundo rural en el que pasó su infancia y adolescencia.

Algunos de sus últimos trabajos están apoyados en las memorias de lo acontecido previo y durante la última dictadura militar. Omar escribió sobre enfrentamientos entre contemporáneos, pero detrás de las muertes y sufrimientos que atravesaban esas trayectorias, aparecía la necesidad de la reconciliación, es decir, de reiniciar el diálogo que alguna vez se había interrumpido. Esos sentimientos impulsaban a sus personajes literarios pero también formaron parte de su vida.

Las historias, cargadas de dolor que conoció de cerca, y el presente, que siempre observó inquieto, le dieron la posibilidad de avizorar el futuro con cierto optimismo, siempre y cuando los sujetos fueran responsables y comprometidos con aquellas cosas que les han tocado vivir.

Omar permaneció hasta sus últimos días con su esposa Silvia, con quien compartió casi 70 años. La casa familiar era visitada por hijos, nietos, bisnietos y la enorme cantidad de personas en quienes sembraron afecto.

Durante las últimas semanas de su vida, cuando se conoció el diagnóstico de la enfermedad que lo aquejaba y a la cual quiso enfrentar, aceleró su ritmo de trabajo. Mientras estuvo internado organizó reuniones en la habitación del sanatorio para acceder a testimonios sobre algunos eventos que pretendía narrar. También reunió varios relatos inéditos en forma de un libro que posteriormente fueron publicados.

El Gaucho tenía planes de trabajo para cumplir hasta los 90 años. La muerte lo alcanzó unos años antes de lo que tenía previsto, pero su figura y su obra –la vivida y la escrita- prolongarán su presencia en un territorio que quiso y conoció como pocos.

Vencer a la muerte e instalarse en las memorias de los pueblos es un triunfo que a veces logran las buenas personas. Y Omar Moreira permanecerá cabalmente en esa categoría.