La orden Salesianos de Don Bosco puso a la venta el edificio de la Escuela Industrial, ubicado en el centro de Juan Lacaze. Se trata de un complejo de 2.700 metros cuadrados construido por el empresario textil Miguel Campomar, a principios de la década de 1940, que incluye una decena de aulas, habitaciones, un teatro para 700 personas y un local donde funciona una imprenta.
La historia de ese edificio guarda una estrecha relación con la trayectoria del emblemático empresario en esa localidad coloniense, y también con la presencia de los salesianos en esa localidad.
Don Miguel ingresó a la textil Campomar y Soulas en 1911 y, a partir de 1930, imprimió un golpe de timón y cambió el rumbo desarrollado por el anterior director, José Salvo.
Católico practicante, Campomar consolidó un prestigio de protector del pueblo a través de la construcción de importantes obras, de las cuales la mayoría fueron realizadas a partir de la década de 1940 gracias a la desviación del impuesto a las ganancias elevadas. Además, el empresario otorgó terrenos para la instalación de edificios públicos, colaboró con el funcionamiento de distintas instituciones y emprendió acciones para contrarrestar enfermedades generadas por las condiciones de trabajo insalubres y de alojamiento paupérrimas en las cuales transcurrían las vidas de los operarios.
Quizá una de las acciones más publicitadas y conocidas de Campomar haya sido la puesta en funcionamiento de la Casa del Niño, donde las obreras dejaban a sus hijos pequeños al cuidado de institutrices mientras trabajaban en la fábrica. Otra de las innovaciones impuestas por el emblemático empresario fue la creación de un antecedente de la actual asignación familiar, la cual se adicionaba a los sueldos de los obreros padres de familia, algo que también aplicó la industria papelera.
El control de la niñez Campomar lo inició en esa guardería y lo prolongó en otras instituciones, como el colegio de monjas salesianas o la Escuela Industrial, a las cuales alojó en edificios impresionantes. A partir de esa década, el interés del industrial de hacer trascender su poder por fuera de los límites de la fábrica fue expuesto de forma evidente. No sólo controlaba la vida de quienes en ese momento trabajaban en su fábrica, sino, además, la de aquellos que “tal vez” fueran sus futuros “colaboradores”.
En 1942, durante la colocación de la piedra fundamental de la Escuela Industrial, presentó las características de una suerte de plan de enseñanza que aplicaría en la localidad.
“[…] Si mucho he deseado y deseo las mejoras en este querido pueblito, en cuyo seno nuestra Fábrica, a la que dediqué muchos años de mi vida,… mucho más deseo todavía el mejoramiento moral e intelectual de la niñez, que crece junto a esos índices de progreso que son las chimeneas”.
Según contó La Voz de la Arena, el 21 de noviembre de 1942, el empresario explicó que “Nuestra Casa del Niño es como un vivero para la inocencia de nuestros pequeñitos; la Escuela Profesional 'María Auxiliadora' de las buenas Hermanas comienza a dar esperanzas de virtud y de preparación femenina para la vida”, mientras que en la Escuela Industrial “veremos en las manos hábiles de educadores, de los Padres Salesianos, a nuestros niños, a nuestros mocitos, futuros colaboradores, tal vez, formarse jóvenes de temple moral, buenos hijos, excelentes ciudadanos, capaces de triunfar con decencia y con honestidad cristianas […]”.
No obstante, ese programa contrastaba con las prácticas de explotación infantil que permitió en su industria durante el desarrollo de su mandato. La prensa de la época también denunció en varias oportunidades que los niños abandonaban la escuela para pasar a trabajar en la textil. Los curas salesianos estuvieron al frente de la Escuela Industrial hasta fines de la década de 1970, cuando la función educativa religiosa católica en esa localidad fue asumida en forma completa por las monjas de esa misma orden. Posteriormente, durante algunos años allí funcionó la escuela técnica de UTU y varias instituciones dictaron cursos de forma esporádica. El teatro, por su parte, en las últimas décadas ha sido abierto ocasionalmente para el desarrollo de espectáculos musicales, teatrales y algunas funciones de cine.
Los esfuerzos
Desde la instalación de los municipios en 2010, Darío Brugman y Arturo Bentancor, ex y actual alcalde de Juan Lacaze, respectivamente, ambos del Frente Amplio, pretendieron que esa infraestructura creada por Campomar, ya en estado ocioso, fuera destinada al desarrollo de carreras terciarias en esa localidad. Con ese afán, en numerosas oportunidades las autoridades locales se reunieron con autoridades de la Universidad de la República, de UTEC y del Ministerio de Educación y Cultura, e intentaron convencerlos de la importancia de concretar esa iniciativa. Para ello también contaron con la anuencia de la orden religiosa propietaria de ese edificio, que estaba dispuesta a cederla en comodato a la localidad, en caso de que fuese destinada a la función educativa.
Sin embargo, ninguna de las iniciativas ha cuajado hasta el momento y los religiosos decidieron poner a la venta, en 1,3 millones de dólares, la infraestructura que Campomar les donara hace 80 años.
La aparición del cartel de venta en la fachada de la Escuela Industrial cayó mal en Juan Lacaze.
El alcalde Arturo Bentancor dijo a la diaria que “para el municipio ese edificio resulta central a la hora de proyectar un polo educativo, por las comodidades que posee, por su teatro, los salones y toda la historia que carga consigo”. “Tener ese complejo en desuso es ir a contramano del desarrollo sostenible. Ese edificio es como el centro de nuestro pensamiento para el desarrollo de la educación y de la cultura local”, enfatizó. Los municipios carecen de personería jurídica, por lo cual no pueden realizar compras de locales ni firmar ningún tipo de comodatos.
La intendencia de Colonia no está dispuesta a invertir dinero en la compra de ese local, aunque estaría dispuesta a firmar un comodato de uso con los salesianos para que finalmente sea gestionado por el municipio sabalero, comentó el alcalde.
Bentancor cree que el precio de venta colocado por los salesianos “parece un poco excesivo”. “Por un lado, desconozco qué negocio podría invertir esa cifra y lograr una tasa de retorno en un tiempo prudencial; y, por otro, los salesianos recibieron esa propiedad en forma de donación, no pusieron un peso en la construcción de ese edificio, por lo cual recuperarían con creces el dinero que pusieron en el mantenimiento del mismo, si lo llegaran a vender esa cifra”.
El alcalde sabalero mantiene esperanzas de que la situación de venta pueda revertirse y que el edificio pase a manos del municipio local. “Sería una pena que Juan Lacaze, también, pierda ese edificio”, concluyó.