El 19 de diciembre de 2020, pocos días antes de iniciar su tercera etapa de confinamiento a raíz de nuevos brotes de coronavirus, Israel empezó a vacunar a su población. El lunes, tras su exitosa campaña de inmunización, se anunció el levantamiento de las medidas de cuarentena.

La campaña empezó con el primer ministro, Benjamin Netanyahu, quien fue el primer israelí en recibir la vacuna de Pfizer y el laboratorio BioNTech administrada por su gobierno. “Una pequeña inyección para un hombre y un paso importante para la salud de todos nosotros”, afirmó el político de 71 años, quien ahora tratará de capitalizar el éxito de la campaña de vacunación en las urnas, en las elecciones que se realizarán el 23 de marzo.

Posteriormente la inmunización se extendió a trabajadores del sistema sanitario, a los adultos mayores que viven en geriátricos y a sus funcionarios, a las personas mayores de 60 años, a los adultos con patologías preexistentes y luego al resto de los habitantes.

Hasta el lunes, 49% de la población israelí fue vacunada con al menos una de las dosis y cerca de dos millones de personas ya habían sido inoculados con las dos. Según los datos oficiales, la eficacia de la vacuna en ese país es de 85% con la primera dosis y de 95% tras administrarse la segunda, dos semanas después.

El Ministerio de Salud de Israel también informó que la vacunación masiva en este país, de más de nueve millones de habitantes, logró una reducción de 98,9% de la mortalidad por covid-19, 98% los problemas respiratorios y 95,8% los contagios.

Las cifras son elocuentes acerca del enorme cambio que significó el acuerdo con el laboratorio Pfizer, que proporcionó al país las dosis requeridas a cambio de información detallada sobre la evolución de la campaña de vacunación.

Durante 2020 y el comienzo de este año, Israel registró más de 5.000 muertes a causa de la covid-19 y la economía del país se vio fuertemente resentida, con el desempleo superando el 20% debido a las tres cuarentenas decretadas.

Con vistas a la campaña y con la vacunación como punto a favor, Netanyahu sigue cargando con procesos judiciales por presuntos actos de corrupción. El 8 de febrero, el primer ministro debió declarar ante un tribunal en Jerusalén por tres casos de cohecho, fraude y abuso de confianza.

Según las acusaciones, el líder político y su esposa Sara recibieron regalos de grandes empresarios israelíes a cambio de favores políticos en lo que se conoció en 2016 como el “Caso 1000”. Luego sucedió el “Caso 2000”, cuando se conocieron grabaciones de conversaciones entre el primer ministro y el director del diario Yedioth Ahronoth (“últimas noticias” en hebreo), Arnon Mozes, pidiéndole un trato favorable en la cobertura editorial a cambio de la aprobación de una ley que perjudicaría a Israel Hayom, un medio rival.

Por último, Netanyahu también fue imputado por el “Caso 4000”, donde se vio nuevamente involucrado en gestiones para tener una cobertura mediática favorable, en este caso favoreciendo a la compañía Bezeq para ser bien tratado por el portal Walla!.

Con este marco y a poco más de un mes para las elecciones es que Netanyahu acelera el proceso para regresar a la “vieja normalidad”. Justamente será 15 días antes de la votación que se levantará el confinamiento, habilitando la apertura de bares, cafés y restaurantes, además de los vuelos internacionales.

El domingo se anunció la reapertura de escuelas, museos, sinagogas, mercados y centros comerciales. También se habilitaron gimnasios, piscinas y cines para quienes recibieron las dos dosis de la vacuna contra la covid-19, según reportó la prensa local.

Además, el gobierno israelí dispuso la creación de un pasaporte verde, que se otorga cuando la persona recibió las dos dosis de la vacuna contra la covid-19 o contrajo la enfermedad y se recuperó. Esta tarjeta, según explicó la BBC, se otorga por medio de una app y es válida por seis meses, durante los cuales el usuario podrá realizar las actividades que se pongan en marcha tras la reapertura.