Entre varios rumores que han circulado sobre las vacunas contra el coronavirus en los últimos meses, uno de ellos asegura que la inmunogenicidad, es decir, la capacidad que tienen las células para generar una respuesta inmunitaria, depende del organismo de cada persona, por lo que en algunos casos genera inmunidad y en otros no.

La inmunogenicidad se mide a través de los títulos de generación de anticuerpos neutralizantes o de la actividad de células T, que generan la respuesta inmunológica mediada por células. Cuando las vacunas pasaron los estudios de fase tres y comenzaron a ser aplicadas de forma masiva en diferentes poblaciones, esto se tradujo en condiciones comunitarias, por fuera de los ensayos clínicos. Las vacunas funcionaron muy bien en la población, generando una muy buena inmunidad, como lo detalla un informe publicado a principios de junio en la revista Nature, que explica cómo han funcionado las más de 1.700 millones de dosis de vacunas que se aplicaron en los primeros seis meses desde que empezaron las inoculaciones en todo el mundo.

En lo que va del año se han publicado diferentes estudios que han demostrado que la respuesta inmunitaria ocasionada por la vacunación es alta. Con las vacunas disponibles en los distintos grupos poblacionales estudiados, a nivel de ensayos clínicos controlados en humanos y animales, se ha logrado confirmar la muy buena inmunogenicidad de vacunas para generar anticuerpos protectores.

La inmunidad generada por las vacunas, además, puede durar mucho tiempo y mantener su robustez, según un estudio publicado en el British Medical Journal a fines de junio.

La generación de anticuerpos, mediada por células (CD4 y CD8), es lo que mantiene la inmunidad. En el largo plazo, la inmunidad es mediada por células de memoria B y células T, que son estimuladas cuando la persona vuelve a exponerse al virus. Pero ¿qué pasa con las variantes que han surgido en los últimos tiempos? Según algunos estudios en vacunas de ARN mensajero que se han publicado en diversas revistas científicas y portales académicos, este tipo de inoculación induce una inmunidad duradera, que puede ser efectiva tanto ante las variantes actuales como ante las que puedan aparecer en un futuro.

Respecto de la células B de memoria que surgen a partir de la vacunación con inoculaciones de ARN mensajero, la vacuna puede inducir una respuesta persistente de estas células en el centro germinal, lo que permite la generación de una inmunidad humoral sólida, según un artículo publicado en Nature el 28 de junio. Si nuestras células B de memoria, que crearon protección para un patógeno, ven una nueva variación del virus, los anticuerpos pueden continuar protegiendo el organismo, ya que evolucionan en los siguientes meses de exposición al virus.

En 2008 se publicó en Nature un estudio firmado por varios científicos que analizaba la respuesta celular de adultos que sobrevivieron a la pandemia de la gripe española de 1918, recuperando la secuencia genética de esta cepa. Según este análisis, 90 años después de esta pandemia, siete de cada ocho muestras todavía tenían células B que generaban anticuerpos contra esa enfermedad. Años después, en 2020, un análisis en 23 sobrevivientes de la pandemia de SARS de 2003 demostró que contaban con inmunidad de células CD4 y CD8. Es decir que este tipo de inmunidad también podría llegar a perdurar por décadas a raíz de las vacunas de ARN mensajero contra el SARS-CoV-2.

Y así como cambian los virus, también lo hace el sistema inmune del ser humano. Es decir que, aunque aparezcan nuevas variantes, con la estimulación proveniente de la vacunación se puede combatir nuevas variantes con respuestas inmunitarias evolucionadas.

Este contenido forma parte del proyecto Aliados contra la Desinformación, apoyado por OPS/OMS y Unicef para brindar información de calidad sobre las vacunas contra el covid-19.