Casi todas las razas conocidas se crearon por algo y por alguien. Pero en Brasil las cosas no son tan estructuradas: así como te sale un delantero de dos metros, levantás una baldosa y encontrás un lateral que tiene cosas de Messi, Ronaldo, Suárez y termina en “inho”. Con la raza fila brasileño el asunto es similar. No fue creada por el hombre buscando un prototipo de perro específico, sino que evolucionó de forma natural cuando los perros que traían consigo los primeros colonos se fueron conociendo en el nuevo mundo.
Ya en 1671 aparecen documentos que registran los primeros perros vigorosos y fuertes de esa raza. Este bicho enorme parece que tiene un poco de varias, aunque no sabría decir con exactitud el porcentaje de cada una. Si se quiere, es un fiel reflejo de lo que ocurre con la mayoría de los habitantes de Brasil, ya que existe una ensalada de raíces europeas, africanas y autóctonas. En su caso, tiene cosas de los antiguos bulldog, concretamente de los engelsen doggen, que ingresaron a ese país junto con los holandeses cuando en 1630 se les dio por invadir tierras norteñas. De esta raza el fila heredó un temperamento agresivo y tenaz, por un lado, y ciertos rasgos físicos, como el color de pelo y la conformación de sus orejas. También hay rastros del mastiff o mastín inglés. Cito este documento europeo del siglo XVIII que es elocuente sobre lo que heredó de él: “Lo que el león es para un gato, así es el mastín comparado con un perro”.
Por último, el combo brasileño congrega cualidades de los bloodhound o perros de san Humberto, una raza especialista a la hora de rastrear. De hecho, su olfato es uno de los más afinados y pueden seguir una pista hasta por 15 días. También adquirió aspectos físicos, como la cantidad de piel “suelta”, los labios tipo péndulo y una especie de papada colgante.
A este tridente racial que desemboca en el fila actual habría que agregarle un cuarto integrante: el fila terceirense. Su apellido lo delata. Claramente es una raza introducida por los portugueses, cuya especialidad era el pastoreo vacuno, lo que también hace el fila actual y de gran manera. Además, hay una característica que los emparenta bastante: tanto el perro portugués como el fila muchas veces presentan su cola torcida. Este aspecto es una fija para ponerle apodos; “cola torcida” o “cola rota” son seudónimos que los brasileños utilizan para referirse a la raza.
El nombre “fila” viene del antiguo portugués y significa “detener” o “agarrar”. Existe un mito que relaciona a la raza con los afrodescendiente. Se creía que estos perros tenían la capacidad de olerlos y manifestar agresividad hacia ellos. Resulta bastante inverosímil, por no decir estúpido, suponer que los seres humanos despedimos diferentes olores de acuerdo al color de piel que nos toque. Lo que sí se puede inferir del mito es que en realidad estos bichos eran un calvario para los esclavos que había en Brasil, sobre todo para los que osaban escaparse. Es que este verdadero tanque canino, mezcla de malo, forzudo y con un increíble olfato, era entrenado para husmear cualquier cosa, obedeciendo la orden de su dueño para rastrear al prófugo luego de darle a oler su ropa.
Dejando en claro este aspecto, digamos que también se lo ha utilizado como auxiliar en el ámbito rural. Eran muy buenos a la hora de arrear bueyes, vacas y ovejas y como guardia, no sólo de la propiedad, sino de los posibles depredadores que acosaban a los animales de granja, como los pumas y los jaguares.
Con el film Tropa de élite creo que nos quedó bastante clara la manera un tanto polémica de trabajar del Batallón de Operaciones Policiales Especiales. No me quiero imaginar los protocolos de acción que tiene el Centro de Instrucción de Guerra en la Selva, pero lo cierto es que han encontrado en el fila a un perro extraordinariamente adaptado para rastrear y capturar vaya a saber uno qué cosa en el medio del Amazonas con rotundo éxito.
La raza es reconocida oficialmente por la Federación Cinológica Internacional desde 1968 y su máxima popularidad en tierras norteñas se dio entre 1980 y 1990.
Fila brasileño | Si bien es una raza considerada “gigante”, su promedio de altura es de entre 65 y 75 centímetros y su peso varía de los 40 a los 50 kilos. Con un promedio de vida que va de 9 a 12 años, dentro de los problemas de salud más frecuente se destaca la displasia de cadera y la torsión gástrica.