Si hay algo que hacemos bastante las que no usamos TikTok es mirar las historias de Instagram. Últimamente cada tres historias me aparece publicidad, que generalmente es de algún nuevo emprendimiento gastronómico: alfajores o conservas. Decenas y decenas le ofrecen los mismos productos al mismo público. Sobre esto insisto: ¿qué lleva a una persona a encarar un negocio (aunque el riesgo sea menor, dado que suelen invertir en materia prima) a proponer exactamente lo que otros tantos? Decenas de alfajorerías que venden un alfajor con mucho dulce de leche, o de maicena. Algunas –las más jugadas– les ponen bombones Ferrero Rocher enteros (no quiero imaginar esos costos) dentro del relleno; otras agregan una variedad de golosinas compradas con tal de diferenciarse. Logran imágenes que saturan de azúcar de sólo verlas.

También surgieron –es decir, brotan entre historias– una suerte de minipaletas que no son heladas. Por lo que he investigado, se trata de trufas, pero tampoco son de ganache y crema, sino aquellas que hacemos con sancochos de torta y dulce de leche. Suelen estar cubiertas con ese fondant, cómo decirlo, empalagoso y coloreadas acorde a la ocasión: de unicornio, de rosado, de celeste, de Peñarol o de Nacional. Son muy similares a los cake pops, que parecen estar demodé.

Algunos reposteros tienen mejor asesoría en cuestiones estéticas; los aparentemente más osados optan, por ejemplo, por hacer churros en forma de pildorita, como para quienes no se atreven a uno en tamaño convencional. De todas maneras, la cuestión de los churros “gourmet”, menos asociados a un paseo por el Parque Rodó, ha asomado desde las primeras ediciones de las ferias gastronómicas. Es bueno saber que podemos elegir uno distinto y hasta pedirlo a domicilio para la hora del chocolate caliente. Lo que digo es que más o menos se trata de lo mismo: varias personas ejecutando la misma idea. Por un lado, me intriga saber si hay lugar en Montevideo para tanto postrecito de foto; por otro, me pregunto si ellos saben que no es lo mismo compartir una torta con diez que con 40 invitados. La torta sería el mercado, claro, y Montevideo es apenas un petit four para los negocios gastronómicos.

El food design es una disciplina relativamente nueva en el rubro y no tiene directamente que ver con sacar una linda instantánea. Está vinculada con el diseño teniendo en cuenta al que va a ser su público. Para eso es necesario adoptar procesos colaborativos y escuchar con empatía. Ya lo dijimos: no es lo mismo abrir un bar de tapas en Pocitos que una casa con menú armenio en La Blanqueada o una de comida rápida en Carrasco. Generalmente se aplican los sellos distintivos del design thinking, un método para generar ideas innovadoras que centra su eficacia en entender y dar solución a las necesidades reales de los usuarios. Esto se empezó a desarrollar de forma teórica en la Universidad de Stanford, en California, a partir de la década de 1970. En otras palabras, transformar el mercado gastronómico local, o al menos innovarlo, requiere algo más que amor y buenas intenciones. Se trata de crear una idea y un plan de acción.

La otra campana que suena en estos casos es la bromatológica, en particular en las propuestas que involucran carnes en conserva, pero no necesariamente. Hace unos días vi pasar en las famosas pautas de Instagram no uno sino tres emprendimientos que colocan las golosinas, caramelos en varios casos, con sus envoltorios, sobre el brillante merengue de una torta. El papel de un caramelo que no sabemos de dónde proviene, sobre qué superficie estuvo, quién –en tiempos de pandemia– pasó por al lado. Hay, o debería haber, límites más allá de la necesidad de una persona de generar un ingreso. Caramelos envueltos sobre una torta podría ser uno.

Una de las cosas que se aprenden en las escuelas de cocina son las buenas prácticas de manipulación y conservación de alimentos; conocimientos que después se plasman en un examen teórico en la Intendencia de Montevideo (IM), con el cual se obtiene un carné habilitante. En tiempos de crisis, en los que muchas personas que no han tenido la chance de estudiar cocina pero tienen la necesidad de salir a vender comida –y lo hacen muy bien–, mi recomendación es que tramiten el carné de manipulación o, en su defecto, descarguen los archivos que la IM ofrece para estudiar para el examen. Está todo aquí: https://montevideo.gub.uy/tramites-y-tributos/solicitud/carne-de-manipulador-de-alimentos.

A todos aquellos que decidieron, por la razón que sea, vender alfajores, postres o tortas cumpleañeras, les sugiero que hagan talleres, que lean, que investiguen. Hay mucho para hacer y no es cierto que el paladar uruguayo no se puede domesticar: es duro, pero no imposible.

Acá les dejo los datos de un curso de food design en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, del que está bueno enterarse: http://www.fadu.edu.uy/eucd/noticias/curso-educacion-permanente-food-design-dialogos-entre-el-diseno-y-los-alimentos/ .


Taller virtual de Cocina Uruguay

Hoy a las 13.00 tendrá lugar un nuevo taller virtual del programa Cocina Uruguay, en el que se prepararán de manera interactiva recetas ricas, económicas y fáciles. A través de este programa de educación alimentaria de la Secretaría de Educación para la Ciudadanía, de la Intendencia de Montevideo, desde hace 13 años se dictan clases en los barrios de Montevideo y en la zona metropolitana. Con el objetivo de cumplir con las recomendaciones sanitarias, funciona ahora en modalidad a distancia: se hacen talleres abiertos que son transmitidos en la página de Facebook de Montevideo Igualitario. Los participantes pueden hacer consultas durante la emisión. El calendario marca citas mensuales hasta fin de año: la siguiente fecha será el 2 de setiembre.