Después de idas y vueltas que poco tenían del mundo corporativo y mucho de una pelea en Twitter –justamente–, Elon Musk concluyó el jueves la compra de la red social Twitter por 44.000 millones de dólares, según la prensa especializada. “El pajarito fue liberado”, escribió en un tuit.

Además, una carta también publicada en su cuenta personal, el millonario aclaró que no quiere que la plataforma se convierta en un “infierno sin límites donde se pueda decir cualquier cosa sin consecuencias”. Así respondía a su propia promesa de reducir la moderación de contenido para reforzar la “libertad de expresión” y buscaba aplacar el temor de los anunciantes.

En esa carta, explicó que compró Twitter “porque es importante para el futuro de la civilización tener una plaza pública digital en común, donde una amplitud de creencias puedan ser debatidas en forma saludable, sin recurrir a la violencia”. Y dijo que las redes sociales corren el riesgo de crear cajas de resonancia “de la extrema derecha y de la extrema izquierda” que generen más odio y división en la sociedad.

“La búsqueda implacable de clics hizo que los medios tradicionales alimentaran esos extremos polarizados, creyendo que ahí está el dinero, pero al hacerlo se perdió toda posibilidad de diálogo”, agregó. “Por eso compré Twitter. No lo hice porque fuera fácil, ni para hacer más dinero, sino para ayudar a la humanidad, que amo. Y lo hago con humildad, reconociendo la posibilidad real de fallar en la búsqueda de mis objetivos, independientemente del esfuerzo”. Se despidió diciendo “Construyamos algo extraordinario juntos”.

Tan pronto tomó el control de la compañía, el autor de la diplomática misiva destituyó al director ejecutivo, al director financiero y a la directora jurídica, acusados de engañarlo acerca de la cantidad de cuentas falsas presentes en la plataforma, excusa que había utilizado hace unos meses para posponer la compra luego de que se hubiera firmado un compromiso. Los tres directivos abandonaron el edificio escoltados por personal de seguridad, pero se embolsarán en total casi 200 millones de dólares en compensaciones.

Musk ya había anunciado a los inversionistas que a largo plazo esperaba despedir a 75% de los 7.500 empleados de la compañía, lo que generó el rechazo masivo en las horas previas a la concreción del negocio y una carta de los empleados que decía que “una amenaza de esta magnitud es suicida”. Allí, los trabajadores reclamaban respeto, la seguridad de que nadie será discriminado, protección de sus derechos laborales y dignidad en el trato, ya que no quieren ser tomados como peones en un “juego de multimillonarios”.

En las últimas horas del viernes y fiel a su estilo de comunicación directa que lo empareja por momentos con el cancelado más famoso de Twitter, Musk escribió: “Estaremos formando un consejo de moderación de contenido con los más diversos puntos de vista. No se tomarán decisiones de contenido importantes ni se restablecerán cuentas antes de que se reúna ese consejo”.

Para gran parte de los internautas, este uso del verbo “restablecer” se refiere a lo que podría ocurrir con el regreso de Donald Trump a la plataforma, después de haber sido suspendido en forma permanente después del asalto al Capitolio en enero de 2021.

En mayo, en un foro en San Francisco, Musk había dicho que “fue una mala decisión moral y extremadamente absurda” lo ocurrido con el expresidente de Estados Unidos. “No fue correcto el veto a Trump. Creo que fue un error, porque alienó a una gran parte del país y resultó en que Donald Trump no tuviera voz”. Esto último era exactamente lo que Twitter buscaba con la suspensión, que ocurrió después de incontables violaciones a las políticas de la plataforma.

¿Y Trump? En su red Truth Social, al conocer la noticia de la venta, escribió: “Estoy muy feliz de que Twitter ahora esté en buenas manos y ya no sea dirigido por lunáticos y maníacos de la izquierda radical que realmente odian a nuestro país”.