Los recuerdos más lindos de mi infancia están unidos a mi abuela; ella me crio. Como niña educada por una generación bastante distante a la mía, crecí bajo conceptos y valores que aportaron significativamente a mi vida, aunque algunos los he tenido que reevaluar o cambiar conforme fui creciendo. Aprendí sobre la importancia de la responsabilidad en los estudios, a respetar a los mayores, a hacer tareas del hogar y a cumplir rutinas porque había una estructura de vida que debía seguir. En días de escuela, estudiaba y hacía los deberes, colgaba la túnica y planchaba la moña cuando era necesario para que estuviera prolija.
Mi abuela tenía un problema en un brazo y no podía hacer ciertas tareas físicas, por lo que yo, cada tanto, me disponía a hacer “limpieza general”. Recuerdo que lo hacía sin esfuerzo ni carga porque no me resultaba pesado ni incómodo. Al contrario, me entretenía abriendo cajones olvidados y encontrando cosas que ni sabíamos que estaban ahí. Además, me gustaba la sensación de tener la casa limpia y ordenada y, sobre todo, ayudar a mi abuela, porque era mi mundo.
Ella también me enseñó a no prestarles atención a las personas “robaenergía” y que había un tiempo y un lugar para cada cosa. Me decía: “Cuando seas grande, ya lo sabrás”. Supongo que esa frase era típica de los abuelos o padres de mi generación, y que era algo que quizá decían cuando no tenían una respuesta lista a nuestras preguntas de niños. Ahora que soy madre, encuentro cierto encanto en esa forma de operar de los abuelos, porque enseña la importancia de irse adentrando en los saberes de la vida a un ritmo adecuado a la edad. Eso es algo que, con el acceso a internet y la tecnología, es casi una utopía. Los niños, niñas y adolescentes de hoy, con un solo clic, pueden acceder a información por la que sienten curiosidad e incluso a aquella para la que aún no están listos y maduros.
A mi hija le tocó una historia diferente a la mía. Como nació en el extranjero, los vínculos con sus abuelos se fueron construyendo a la distancia y con encuentros pautados en el tiempo. Su abuela paterna fue una influencia importante en su vida (y en la mía). Desde sus primeros años la introdujo en el mundo de la lectura acercándole y leyendo junto a ella decenas de libros. Hoy por hoy, mi hija adolescente, si bien ya no lee tanto como cuando era niña, sigue muy interesada en el mundo de las letras.
Después de muchos años de vivir afuera, decidimos volver a Uruguay y, sobre todo, darle oportunidad a mi hija de disfrutar de sus tres abuelos (mis papás y su abuelita paterna). Eso es palpable cada vez que se reúne con ellos, porque los abuelos tienen ese “no sé qué, qué sé yo” que por una simple cuestión de roles los padres no tenemos. Los abuelos consienten, acarician y abrazan distinto, escuchan a otra frecuencia, juegan a otro ritmo y muchas veces ven eso que a los padres se nos escapa por la tangente. Ni que hablar de las comidas que hacen y la infinidad de historias y anécdotas que tienen para contar, tan cautivantes como ver una película o leer un libro de otra época.
Si tus hijos no tienen abuelitos y te interesa que tengan contacto con personas de la tercera edad para beneficiarse ambos de ese encuentro, puedes buscar asilos o asociaciones que propicien estos encuentros. Por ejemplo, el colegio al que asiste mi hija organizó una jornada de servicio y convivencia con los abuelos residentes del Hogar Schiaffino, ubicado en el barrio Aires Puros. Además de pasar un lindo día, los adolescentes tuvieron oportunidad de seguir desarrollando habilidades sociales y de vida, como el respeto a las personas mayores, la empatía, la sensibilización ante otras realidades y posibilidades de diálogo y conversación.
Considero importante tocar el tema de los abuelos que crían a sus nietos dado que existen muchas familias en las que, por sobrecarga de tareas, responsabilidades y trabajo, los abuelos son quienes deben encargarse de los cuidados y educación de sus nietos. Un(a) abuelo(a) siempre va a querer lo mejor para sus nietos, sin embargo, la brecha generacional y los tiempos actuales pueden convertirse en un obstáculo o reto e interferir negativamente entre los abuelos, sus hijos y sus nietos. Por ello, mamá, papá lector(a), si es este tu caso, quiero compartirte algunos tips de Disciplina Positiva para que puedas mejorar la relación y convivencia. Se trata de la herramienta “Juntas familiares”.
Para ponerla en práctica, lo primero que debes hacer es organizar una reunión entre tú y tus papás (o el abuelo que cuida), con la finalidad de intercambiar opiniones y hacer acuerdos sobre las responsabilidades y tareas que deben y no deben realizarse al cuidar a tu(s) hijo(s). Estas juntas deben organizarse en entornos tranquilos para que se converse a gusto y sin interrupciones. Un té, café o mate de por medio es buena idea para propiciar este clima. La junta debe iniciarse con tu agradecimiento a tu padre o madre por ayudarte a cuidar y educar a tu hijo. Reconocer su labor, trabajo y esfuerzo es algo que hay que expresar. Recuerda que criar a los hijos es responsabilidad de los padres, y que cuando esto por alguna razón no puede ser, los abuelos son los héroes de estas historias.
Seguidamente se dicen los “sí” y los “no” que, desde tu perspectiva, deben llevarse a la práctica. Ejemplo: no comer dulces o azúcar de manera descontrolada, no mirar horas y horas de pantallas, no mentir sobre tareas y responsabilidades escolares, etcétera. Entre los “sí” que, en la medida de lo posible y del contexto, te gustaría que se practicaran podrían estar las rutinas, comer en horas, jugar o convivir con amigos, estudiar, por mencionar algunas situaciones. Por último, se establecen los canales de comunicación y la disposición para hablar los temas que vayan surgiendo desde el respeto, la empatía y la cooperación.
Para concluir, quiero compartirles un fragmento de la canción “Naturaleza”, de la cantautora suiza Danit: “Niños que escuchan atentos a la voz de su abuelo./ Niños que escuchan atentos a la historia de su abuelo./ Y ahí vives tú con su ser luminoso./ Y ahí vives tú con tu ser poderoso”.