“Kemushi” significa “oruga” en japonés y las orugas son personajes recurrentes en el universo en expansión que nos propone la Kemushi saga. Se trata de una propuesta diferencial dentro del mundo de los juegos de mesa modernos, pensada por David Esbri y ejecutada desde la editorial Devir.

De mi parte es la primera vez que me encuentro con un universo temático que trasciende los límites de la caja, generando una colección de juegos interconectados por su temática, con personajes que reaparecen y retroalimentan un mismo mundo que se mueve y revive bajo mecánicas diferentes, recordando la tridimensionalidad e interconexión que proponían Balzac y Gabriel García Márquez en su universo narrativo.

En este caso, múltiples juegos comparten personajes, ambiente y contexto histórico-cultural, ubicándose en un antiguo mundo japonés, que a través de un arte evocador recorre la evolución desde los tiempos en que la humanidad no existía aún sobre la Tierra hasta un posible futuro apocalíptico.

Cada uno de estos juegos se ubica en un lugar diferente de esa línea temporal, situándonos espacialmente en la zona de las montañas Akaishi en los Alpes del sur. Experimentaremos la sensación de transitar un mundo de espíritus del bosque lleno de criaturas ancestrales que no se conocen demasiado en el mundo occidental.

El primer juego de la Kemushi saga que llegó a la mesa fue Silk. En él nos dedicaremos al pastoreo de orugas imomushi en las montañas. Justamente estas orugas son un personaje recurrente dentro de la saga.

Tres años después del lanzamiento de Silk apareció Bitoku, un juego que nos transporta miles de años al pasado, viajando a los orígenes de ese mundo y de sus particulares habitantes, cuando la humanidad aún no existía. En este juego transitaremos el camino de un espíritu bitoku (virtud) hacia la trascendencia.

Bamboo se encuentra temporalmente entre Bitoku y Silk. En Bamboo el género humano ya existe y se encuentra en etapa de desarrollo de la agricultura, conviviendo en armonía con los espíritus del bosque. En este juego encarnaremos familias que cosechan bambú, manejando sus finanzas y, sobre todo, realizando ofrendas a los espíritus en los templos. En esta propuesta la humanidad honra a los yokai y les pide favores para proteger a sus hogares.

Luego de Bamboo aparece la expansión de Bitoku, Bitoku Resutoran, que ofrece variedades de menú que pueden añadirse al Bitoku original. A esta expansión le sigue Yokai, el primer pocket (juego de bolsillo) de esta saga. Es una pequeño juego rápido y sencillo en el que se compite en un duelo de cartas para completar el mayor número de dibujos de estos escurridizos espíritus del bosque llamados yokai.

El juego más reciente de la Kemushi Saga es Sand, que acaba de salir al mercado. En él la humanidad lucha por sobrevivir a través del comercio, en un mundo devastado cubierto de arenas desérticas, en el que transportaremos recursos a lomo de orugas.

Se proyecta Daitoshi, enmarcado en el descubrimiento de la máquina a vapor. En tiempos de crecimiento urbano y de florecimiento del comercio, se desarrolla una máquina gigante que traerá más progreso a la ciudad. Pero, por contrapartida, los yokais sufren en los bosques por la explotación de recursos naturales, la tala de árboles y el descenso del río causado por el avance del “progreso”. La ciudad debe tener cuidado pues esos bosques están protegidos por espíritus y su explotación puede tener consecuencias.

El encanto de esta atrevida saga invita a coleccionarla y disfrutarla, además de como propuesta lúdica, como objeto estético.

En este momento se puede conseguir estos títulos en locales como Montevideo Gaming House, Sparta Board Games, X Uruguay o Enigma Games. Sin duda, lo más emocionante de esta colección, que además de altamente creativa es rotundamente hermosa, radica en el hecho de que tiene promesa de futuro.

Nadie lo dice pero todo el mundo sabe que la saga no está completa y que este universo milenario y encantado nos depara nuevas sorpresas. En cualquier momento nos puede sorprender un nuevo título de la Kemushi saga que nos lleve de nuevo, en el lomo de una oruga, a lo más profundo de la montaña.