“Me empoderé para salvar mi propia vida a través de la nutrición, la paciencia, la determinación y el amor”, escribió en su libro The Whole Pantry la influencer australiana Belle Gibson, quien construyó una narrativa escalofriantemente convincente para vender su estilo de vida. En 2012, con las redes sociales en plena expansión y la industria del bienestar en auge, Gibson se presentó al mundo como una sobreviviente de cáncer de cerebro que había logrado curarse con una dieta milagrosa. Promovió su método en Instagram, en una app de recetas y en un libro publicado por el sello Penguin en Australia. Así, cientos de miles de seguidores la vieron como un ejemplo de superación y resistencia frente a la medicina tradicional. Entre ellos, personas con cáncer que confiaron en su historia y la tomaron como modelo a seguir. Sólo había un pequeño detalle: Belle Gibson nunca tuvo cáncer.

Esta historia es el centro de Vinagre de manzana, la miniserie que estrenó hace algunas semanas Netflix y que expone no sólo cómo Gibson construyó una gran mentira, sino también cómo estafó a sus seguidores. Porque prometió donar parte de las ganancias de su app y su libro a distintas fundaciones benéficas e incluso a un niño enfermo, pero nunca entregó un peso.

Gibson no solamente engañó, sino que lucró con la salud y la vulnerabilidad de miles de personas. Pero, sobre todo, su caso dejó en evidencia un problema que sigue creciendo y preocupa cada vez más a los profesionales de la salud: la desinformación en redes y las mentiras disfrazadas de bienestar, en una industria que vende soluciones mágicas y “naturales” mientras demoniza la medicina tradicional y la industria farmacéutica.

El oncólogo consultado por la diaria Luis Ubillos alertó sobre la contradicción de estos discursos. “Siempre está el tema de ‘las farmacéuticas son malas y quieren llenarse de plata’. Bueno, en realidad lo que hay que analizar es de dónde sale el costo de los medicamentos y por qué las farmacéuticas cobran lo que cobran. Son empresas privadas y, como toda empresa, tienen fines de lucro. Pero si no fuese así, no habría ingresos para reinvertir en investigación”, explicó.

“Muchos de los cambios en sobrevida y curación que hemos visto en los últimos diez o 15 años han sido gracias a fármacos desarrollados por esta industria. Estamos hablando, por primera vez en la historia, de curar pacientes con metástasis. Eso se logró porque hubo inversión en ensayos clínicos”, agregó el profesional. Además, remarcó que el negocio también existe del otro lado, donde hay quienes venden productos y terapias sin ninguna evidencia científica, disfrazados de alternativas naturales y libres de conflictos de interés, mientras que lucran con la salud de la gente, y lo hacen sin regulación ni exigencias que demuestren que lo que venden realmente funciona. “No son millonarios, pero sí están haciendo dinero con personas en situación de fragilidad, y eso tampoco me parece muy ético”, reflexionó. Para Ubillos, parte del rol del médico es ayudar a “separar el ruido de la señal”, por eso, indicó: “Yo siempre les digo a mis pacientes: ‘Antes de hacer nada, traigan todo a la consulta. Traigan la publicación que vieron en redes y la discutimos’”.

“Se vende la idea de que lo natural es carente de efecto secundario. Bueno, eso no es estrictamente cierto porque hay eventuales interacciones que conocemos, incluso con cosas tan sencillas como el jugo de pomelo. Por lo tanto, hay que tener mucho cuidado con quiénes están atrás de la divulgación, qué credenciales tienen y qué autoridad tienen para manifestar lo que dicen”, afirmó el oncólogo, director del Departamento de Medicina de la Universidad Católica.

Entre la desesperación y la búsqueda de alternativas

En Vinagre de manzana se integra un personaje ficticio empapado de realidad, el de Lucy. Ella encarna una situación común entre los pacientes con diagnósticos graves: la necesidad de sentir que tienen cierto control sobre su salud. Lucy —seguidora de Gibson y pareja del periodista que luego destapa las mentiras de la influencer— se aferra a tratamientos alternativos y a discursos esperanzadores que la alejan de la medicina tradicional, pero que también la sumergen en una dinámica de expectativas irreales.

Ubillos reconoce que el interés por terapias alternativas no es un fenómeno nuevo y que, en muchos casos, responde a la necesidad de los pacientes de sentir que pueden hacer algo más por su salud. “Siempre existió este tipo de medicina alternativa. Ahora lo que tenemos es una mayor llegada de información, y es muy tentador porque está presentada de manera rápida y alentadora”, explicó.

Si bien Ubillos insiste en la importancia de que los tratamientos médicos sigan los lineamientos de la ciencia, reconoce que algunas prácticas pueden cumplir un rol complementario. “Nosotros, los médicos, tenemos que hacer énfasis en que las recomendaciones tienen que salir del método científico aprobado. Pero parte del rol del médico hoy también es escuchar y tratar de entender de dónde viene esa necesidad de buscar alternativas”, sostuvo.

Alimentación, redes y la promoción de buenos hábitos

¿De qué forma las redes sociales moldean la percepción sobre la salud, la alimentación y la medicina? Para la nutricionista y doctora en Salud Pública Patricia Caro, el escenario no es siempre negativo y la divulgación de hábitos saludables también tiene un impacto positivo en muchas personas. “Antiguamente la medicina eran los alimentos y las plantas. Eso es real, los alimentos tienen una base curativa”, explicó la profesional a la diaria, y agregó: “Si tuviéramos una alimentación más saludable y balanceada, habría menos enfermedades crónicas”. Si bien la dieta no puede reemplazar un tratamiento médico, Caro reconoció que es una herramienta fundamental para mejorar la calidad de vida. “Creo en el poder de los alimentos, pero no como único tratamiento. Más allá de que sí creo que, por ejemplo, la cúrcuma es un antiinflamatorio y que el jengibre te puede fortalecer el sistema inmune (a modo de ejemplo de lo que se promueve en redes), si una persona padece una enfermedad como el cáncer, el tratamiento prioritario te lo indica el médico y la dieta te puede ayudar en el proceso”, remarcó la especialista.

“El problema es que comemos mal. Si comiéramos saludablemente con todos los grupos de alimentos, en la cantidad necesaria, claramente habría menos enfermedades, menos sintomatología gastrointestinal, mejor salud”, señaló la también docente de la Universidad Católica. En la misma línea, Ubillos remarcó que una alimentación equilibrada y el ejercicio físico juegan un rol clave tanto en la prevención como en el tratamiento del cáncer, ya que impactan en la salud general del paciente y en su capacidad de tolerar los tratamientos.

De los jóvenes en Tiktok a los abuelos en Facebook

El acceso a la información por medio de las redes sociales generó más conciencia sobre la alimentación, pero también abrió la puerta a la desinformación y a consejos sin respaldo científico. “La gente quiere soluciones rápidas. No vamos a leer un paper, queremos que alguien nos diga el resumen y confiamos en eso. Y más si lo dice alguien con quien nos identificamos”, problematizó la nutricionista.

La difusión de tendencias de salud sin evidencia científica ya no es un fenómeno exclusivo de los más jóvenes. Según Caro, hoy también impacta en personas mayores, que antes tenían menos exposición a redes sociales, pero que ahora acceden a este tipo de contenido a través de plataformas como Facebook. “Mucha gente incorpora cambios en su alimentación o elimina grupos enteros de alimentos sólo porque vio un video en redes, sin consultar con un profesional”, advirtió la profesional.

Y así, desde el yuyo milagroso que promete sanar enfermedades hasta la cúrcuma como panacea universal, muchas de estas recomendaciones se instalan sin filtro en la vida cotidiana de la gente.

En redes sociales, ciertas patologías parecen atravesar ciclos de moda. Actualmente, muchas influencers aseguran padecer SIBO, un trastorno intestinal asociado al crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado. “Hace unos años todo era intolerancia a la lactosa, después celiaquía sin diagnóstico. Y ahora es el SIBO, que se usa como explicación para cualquier problema digestivo”, remarcó Caro.

En el campo de la medicina, Ubillos advirtió sobre tratamientos alternativos que circulan en redes y que pueden poner en riesgo la salud de los pacientes. “Todas las semanas escucho de una terapia nueva. Por ejemplo, el uso de antiparasitarios como supuesta cura del cáncer. Lo preocupante es que hay gente que los consume sin hablar con su médico”, dijo, y recordó el caso del actor Mel Gibson, quien recientemente promovió públicamente el uso de la ivermectina y otros antiparasitarios como tratamiento oncológico.

La desinformación en salud es un problema creciente, impulsado por una industria que explota la desesperación y el deseo de encontrar soluciones rápidas. Para Caro, la clave está en desarrollar pensamiento crítico: “Un buen primer filtro es seguir a quienes citan evidencia. Y también cuestionar, preguntarse de dónde sale la información, cuál es la fuente y si hay respaldo científico real”.

El caso de Belle Gibson puede parecer un extremo, pero no es un hecho aislado. Vinagre de manzana expone un engaño puntual mientras deja en evidencia un problema mucho más amplio: el poder de las redes para moldear creencias, la influencia de la industria del bienestar y la facilidad con la que la desinformación se convierte en tendencia. Mientras tanto, la mejor estrategia sigue siendo la más simple: ante la duda, consultar con un profesional.