“Criollita de mi pueblo” es el nombre de la última gira nacional de Malena Muyala, que la llevó a recorrer 14 ciudades del interior y fue declarada de Interés Cultural por el Ministerio de Educación y Cultura. La gira tendrá su broche de oro hoy a las 21.00 en el teatro Solís. Una excusa ideal para charlar con la cantante y compositora.
¿Qué te dejó esta gira, que pasó por varias ciudades del interior?
Todavía la estoy procesando. Arrancamos en julio y fue sin parar. Fue preciosísimo cómo se fortaleció lo musical. Las canciones fueron cobrando otra vida, de tanto tocarlas y de enfrentarlas a un público que no las había escuchado. Nosotros tocamos mucho en Montevideo y fuera del país, pero el interior es un universo totalmente diferente. Hay una especie de inocencia en ese público. Es un público virgen, que de repente te comenta cosas que en Montevideo no escuchás.
Es como empezar de nuevo.
Totalmente. En el interior tampoco hay una difusión de la música, entonces, a veces la gente la escucha por primera vez, y eso lo sentís claramente: como que estás delante de la primera percepción que alguien puede tener de tus canciones. Entonces, cuando vienen y te hacen una devolución, empezás a escuchar cosas que de repente sentiste hace tres o cuatro años cuando presentaste el disco. Eso es muy bueno, aunque también tiene una parte que es desgastante, porque en algunos lugares sentís que estás como picando piedras. Pero te enseña a manejarte dentro de distintos escenarios que pueden presentarse, y salir de la comodidad.
Hace 20 años que salió Temas pendientes, tu primer álbum. ¿Cómo lo ves hoy?
Lo adoro. Es un disco al que no le tocaría nada. Eso dice mucho. También es un disco que tiene la ventaja de no tener un precedente y, por lo tanto, no tiene con qué ser comparado. Es la foto de ese momento. Yo venía de ganar un certamen nacional de tango, una empresa me quiso comprar un número equis de discos, y entonces surgió la idea de grabarlo. Agarré el puñado de canciones que sabía, busqué algunas otras, dentro del repertorio de Alfredo Zitarrosa y Fernando Cabrera, y compuse alguna cosita. Para mí es un primer disco muy fiel al esbozo de lo que iba a ser el camino: desde la composición hasta la sonoridad y la búsqueda de salir un poco de lo más tradicional.
¿Cómo viviste la previa a la grabación de ese disco? ¿No te dio cosa por el machismo que imperaba en el ámbito del tango?
No. De hecho, mis primeras escuchas de tango eran de Azucena Maizani, Libertad Lamarque, Virginia Luque; siempre estuve escuchando. Tengo un libro sobre cancionistas que lo empezás a mirar y ves que son cientos de mujeres las que han cantado tango a lo largo de la historia. Pienso que el tema del machismo... Lo que pasa es que el tango es el reflejo de una realidad. El tango no inventó el machismo, simplemente habla de algo que ya estaba en la sociedad. El tango no es machista, sino la sociedad. Y estamos luchando con todo eso hasta hoy. A veces leés una noticia superviolenta, donde te dicen que alguien mató a su compañera, y el periodista dice “mató a su mujer” por tal cosa. Entonces, en la propia nota está implícito “su mujer”. ¿De qué estamos hablando? Ya en el lenguaje estamos diciendo todo el tiempo esa cosa de la propiedad. Pero en el tango nunca lo sentí. Al contrario, me pareció que era un ámbito muy lindo para ingresar e incluso cantar una canción que puede parecer muy machista, porque también hay que tener en cuenta desde dónde se para la mujer a cantarla: desde el lamento o desde una mina que toma las decisiones que quiere y que eso no le va. También hay otra parte del tango que no tiene nada que ver con el machismo, que te habla del barrio, de un amor o un desencuentro.
La otra vez, Francis Andreu me comentó que tenía ensayada “Contramarca”, y se dio cuenta de que por la letra no la podía cantar. ¿Te pasó eso con alguna canción?
No, capaz que “Mala suerte”: “He tenido mala suerte, pero hablando francamente, / yo te quedo agradecido, has sido novia y mujer”. Pero no hay una cosa concreta en cuanto a la violencia hacia la mujer en las canciones que elegí. Fui por compositores como [Homero] Manzi, [Enrique Santos] Discépolo, [Homero] Expósito y [Alfredo] Le Pera, a los que es mucho más difícil encontrarles una frase tajante y violenta. Francis a veces juega más en el terreno de la canción un poco más rea, entonces se debe de encontrar con cosas que, por principios, no se pueden cantar.
Más allá del repertorio, sos de otra escuela de canto. En vez de esa cosa rea, tenés algo más dulce. ¿También lo buscaste o simplemente seguiste el estilo de tu voz?
Es mi voz. Aparte, desde chica una de mis influencias tangueras fue Mercedes Simone, que es súper melódica, y escuchaba a [Francisco] Fiorentino, a [Carlos] Gardel y a Susy Leiva; o sea, los referentes no eran del tango más arrabalero y reo, sino mucho más melódico. Además, escuchaba muchas cosas que no eran de tango, como [Joan Manuel] Serrat, por ejemplo. Nunca tuve esa cosa de ostentar que canto tango. Viste que muchas veces el cantante de tango parecería que tiene que mostrar su caudal, pero nunca me interesó eso. Siempre estuve desmarcada; naturalmente, no por imposición. Siempre estuve muy atenta a lo que quiero decir y cómo. Después veo si se percibe o no.
Tu último disco, Temporal, de 2015, que es todo de composiciones tuyas, ya no es tan de tango.
Sin embargo, ganó el premio Graffiti como mejor disco de tango; ojo.
¿Qué quiere decir eso? ¿Que el jurado no entiende nada?
No. Le hago una muy buena lectura: se ha empezado a ver que el tango abarca más y tiñe mucho más musicalmente. Es decir, que el tango es mucho más de lo que creíamos que era. Surgió como una expresión en un momento determinado y, evidentemente, si llegó a 2018 es porque se ha ido aggiornando. Más allá de que a veces surgen determinadas expresiones que siguen hablando de la mina, del farolito y del malevo, y es lo menos, ya son como muestras de museo. A veces hurgás en bandas actuales de rock o de pop y abajo hay una milonga, un tango o un milongón. Es muy difícil para los uruguayos desprendernos de la raíz de nuestra música.
Astor Piazzolla les decía a sus críticos que el tango ya no era el farolito.
Exacto. Mi hijo tiene 23 años y fue a verme en varias presentaciones. Me dijo: “Mamá, estás comunicando mal, porque la gente dice ‘tango’ y todavía piensa que hay un bandoneón, un guitarrista y una mujer cantando ‘aahhhh’”. Todavía está ese modelo, pero él me dice que le encanta y a sus amigos también. Entonces, ¿cómo hacés para comunicar que estás cantando tango, milongas y candombe pero no es una cosa de veteranos? Hay un agujero negro que es difícil de comunicar.
Tu último disco es una prueba de ese nuevo estilo de tango.
Hay una imagen que me gusta mucho, la del árbol con raíces muy profundas: la milonga, el tango, el candombe y el milongón. Pero el fruto de ese árbol añejo es de hoy, entonces, tiene que ser un fruto fresco, que exprese algo que está vivo hoy, alimentado de una raíz añeja. Con el tango tiene que pasar lo mismo. Vos tenés que escuchar un tango que compuse yo, como “Insistir”, “Aquí” o el que sea, y te tiene que sonar “es tango, pero de hoy”.
Sin embargo, en tus letras hay una cosa introspectiva, que está en el tango desde siempre. No me imagino un tango de conciencia social.
No sé si de conciencia social, pero no me suena un tango con la temática del bolero, por ejemplo. A veces se une tanto el tango y el bolero, y sin embargo el bolero es “somos novios, nos amamos”, y en el tango es muy difícil que encuentres algo tan luminoso. Encontrás: “Rara, como encendida / te hallé bebiendo / linda y fatal” [“Los mareados”]. Siempre hay un drama abajo, otro color. El bolero es una comedia, el romance en flor.
¿Estás pensando en hacer otro disco? ¿Cuál es tu motor para componer?
Sí, ya estoy empezando a componer algunas cositas. Ahora no sé cuál es el motor. El otro día estaba en mi casa, miré por la ventana que da a la calle y se me vino la palabra “sequía”, como cuando estás en un desierto, que parece que nada va a florecer, pero de repente hay una semillita y ves que sale una florcita. Tengo esa sensación. Parece que no tuviese nada para decir, pero siento que hay una pulsión interna como cuando la semilla está por salir; entonces, me despierto, empiezo a escribir cositas que se me ocurren, frases sueltas, melodías, y agarro el celular y las grabo. Empecé a generar un archivo de cosas. Pienso que ese va a ser el camino. No sé en qué va a terminar.
¿Qué te pasa con los clásicos del tango que ya cantaste varias veces?
De “Los mareados” no puedo zafar. Esté donde esté, me la piden. Fue la canción con la que me presenté al certamen de tango, y es la que abre mi primer disco. Pero a esas canciones las quiero, están ahí, y me ayudaron a sentir que estoy contenida en un espacio, que después traté de romper pero en su momento fue como me pusieron en la góndola: “tango”. Listo, existís en un lugar, después te movés.
Me quedé colgado con lo del machismo. ¿Te considerás feminista?
Sí, absolutamente. Es un movimiento totalmente necesario, y hay que generar un cambio de cabeza. Hay derechos por los que hay que pelear y hay que hacerlo. Y tienen que pelear hombres y mujeres. No comparto esa cosa de que porque sos hombre sos machista. Está lleno de mujeres machistas. De hecho, hay un montón de madres que en la interna forman hijos machistas. Pero también estamos llenos de dobles discursos. ¿Es lo mismo tener una hija y un hijo, para madres y para padres? ¿Lo ven de la misma manera? El otro día, cruzaba 18 de Julio y había un padre de brazos cruzados diciéndole a la hija: “¿Te parece que te tenés que poner esa pollera?”. Era una gurisa de 15 años, que lo miraba como diciendo: “¿Qué tiene que ver?”. Entonces, entendés la visión de él, porque hay un montón de loquitos que andan por ahí y ven eso, pero también la visión de ella: ¿por qué no se puede poner una pollera?, ¿porque hay un loquito?
El problema son los loquitos
Sí, pero el padre te va a decir que ya lo sabe, y que no se la ponga porque... Entonces, ya la estás condicionando para evitar algo, cuando hay que encararlo por otro lado. La otra vez estaba en un quiosco, a las dos de la mañana, y pasaron unas chiquilinas que iban vestidas como para un baile, con unos shortcitos, y una mujer preguntó dónde estaban sus madres. Yo le hablé a la mujer: le pregunté por los padres y también qué le importaba lo que tenían puesto. Me trencé con la mujer.
¿Sos de meterte?
Sí, el otro día vi a un hombre pegándole a una mujer embarazada, y me metí. Me quedó la marca en el brazo: me tiró una piña, y la gente mirando. Me quedé esperando hasta que viniera la patrulla.
Con esa voz tan dulce para cantar, ¿quién pensaría eso?
Las apariencias, ¿viste?
¿Qué se viene en el toque de hoy?
No, no voy a pegarle a nadie. No se preocupen.