Los días 14 y 15 de noviembre el filósofo italiano Franco Bifo Berardi ofreció dos charlas en Montevideo, la primera de ellas en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República y la segunda en la de Ciencias Sociales. El 13, además, pasó unas horas en la casa de Entre, colectivo de pensamiento político fundado por Gabriel Delacoste y Lucía Naser

Es de rigor una presentación, aunque sea breve. Berardi nació en Bolonia, Italia, el 2 de noviembre de 1948. Se graduó en estética, entró en contacto con Antonio Negri y las ideas autonomistas, militó en el grupo extraparlamentario de izquierda Potere Operaio, fue encarcelado, liberado poco después y, en 1970, vio publicado su primer libro, Contro il lavoro, por la editorial del también militante de izquierda Giangiacomo Feltrinelli. Durante la década de 1970 publicó los libros Scritura e movimento (1974), Teoria del valore e rimozione del sogetto (1977), Chi ha ucciso Majakovskij (1977), entre otros, y participó en la fundación de una radioemisora libre (en un momento en que el Estado italiano controlaba todas las emisoras). En 1976 se lo acusó de pertenecer a las Brigadas Rojas, organización de lucha armada revolucionaria, y fue encarcelado por segunda vez. Se lo liberó tras poco más de un mes y, de inmediato, se integró a la protesta estudiantil de 1977; debió escapar de Bolonia por esas mismas fechas, después de que se lo acusara de “instigar el odio de clase” en sus emisiones radiales, y se refugió en París. Allí frecuentó a Felix Guattari y Michel Foucault, filósofos centrales para su pensamiento. En la década siguiente vivió en Nueva York, viajó a México, India, China y Nepal, pasó un tiempo en California y entró en contacto con el movimiento ciberpunk, que sería especialmente influyente en su obra posterior. Después de su regreso a Italia, se involucró en un movimiento de televisión libre –TV Orfeo, de 2002– que se volvió obsoleto rápidamente con el surgimiento de Youtube. Entre los 90 y 2000 su bibliografía se expandió con libros como Mutazione e cyberpunk (1994), Ciberfilosofía (1995), La fábrica de la infelicidad (2000), Skizomedia (2006), Generación postalfa (2008) y After the future (2011), entre otros.

En Montevideo el libro que se consigue más fácilmente es Fenomenología del fin, publicado en 2017 por la editorial argentina Caja Negra y, sin dudas, una excelente puerta de entrada al pensamiento de Bifo. Para asomarse a su lectura vale la pena pasar por la reseña escrita por Federico Romani para la web Otra parte; allí leemos: “Bifo hace crujir el hueso duro del optimismo geek: el lenguaje se vuelve cada vez más frágil y hueco porque las nuevas generaciones aprenden ahora más palabras de una máquina que de sus padres, y esto provoca una “deshumanización” cuyo correlato necesario es una sociedad emocionalmente aséptica, en la medida en que el impacto entre significante y significado es esencialmente afectivo y reconoce una confianza en el origen”.

Esa preocupación por los usos de la tecnología y su relación con la subjetivación, unida a un rechazo tajante a la tecnofobia, fue explorada por Bifo en sus charlas montevideanas, y nos brinda el puntapié inicial para una serie de consideraciones sobre su obra, además de ser una buena presentación de las deslumbrantes inteligencia y lucidez del italiano, siempre capaz de mantener en su reflexión ideas contrapuestas y encontrar la dimensión de complejidad necesaria para incorporarlas sin conciliarlas de manera estática. Esto no sólo vuelve valiosísimo su aporte en términos de pensamiento o filosofía, sino que, además, sirve para iniciar un planteo de discusiones productivas y fértiles.

Tormenta de mierda

En la charla informal sostenida en Entre, Bifo habló de su vida y sus procesos de escritura; contó, por ejemplo, que recientemente había resuelto escribir en inglés, para concentrar su expresión al mínimo necesario, un proceso que recuerda la decisión similar de Samuel Beckett (quien pasó del inglés materno al francés) tras entender que jamás podría ir tan lejos como su maestro James Joyce jugando su mismo juego expresivo. Pero, a la vez, apareció el cuestionamiento del valor de la escritura a la hora de modificar un estado de cosas; así, Bifo habló de los posibles efectos emocionales de sus obras sobre los lectores, y llegó incluso a afirmar que lleva cierto tiempo dándole vueltas a la idea de dejar no tanto la escritura –central a su vida– sino la publicación, al menos en la manera convencional.

Otro tema recurrente fue el del fascismo, que reaparecería en la conferencia ofrecida en la Facultad de Psicología: cómo diagnosticar los nuevos movimientos de extrema derecha y diseccionar sus componentes. Bifo habló del papel de la depresión –vinculado al efecto de “aceleración” en la cultura contemporánea, que satura al sujeto con un número inmenso e inmanejable de estímulos– y de la manera en que la izquierda no ha logrado “activar el cuerpo social” y lidiar con el problema. La adrenalina, que cancelaría algunos efectos de la depresión, es parte esencial de los fascismos en la lectura que ha hecho Bifo del fenómeno, aunque en la extrema derecha contemporánea –a la que Bifo no considera realmente “fascista”, aunque reconoce semejanzas– falta el componente futurista de los fascismos históricos.

En la Facultad de Psicología, Bifo se permitió ahondar más en la cuestión: “Cuando la voz del poder silencia la voz de la sociedad”, dijo, y cuando “la proliferación de voces genera ruido blanco”, estamos ante la situación social y cultural que Byung-Chul Han llama la “tormenta de mierda” (“shitstorm”), en la que el terreno está abonado para la difusión de la violencia, el nacionalismo y el racismo. También en esta línea se refirió Bifo a la “obsesión identitaria”, la necesidad de pertenencia a un colectivo como manera de contrarrestar la soledad, y la consiguiente división del mundo en “nosotros” y “ellos”. Esa “identificación deseante” suele apelar a la ilusión de un pasado común, en tanto se basa en la fundación de un (falso) origen.

Recurrencias

Cuando se le preguntó sobre la influencia del ciberpunk en su pensamiento, Bifo habló con entusiasmo de William Gibson y Philip K Dick; el primero, añadió, incorporó elementos distópicos a lo que en su momento (década de 1980, comienzos de los 90) era percibido como una tecno-utopía por teóricos y activistas de la cultura como Timothy Leary y, en general, la revista Wired. En cuanto a otros autores de referencia obligada para su pensamiento, volvió a mencionar a Gilles Deleuze y Guattari, y habló especialmente del libro ¿Qué es la filosofía?, del que se desprende la propuesta de Bifo de propiciar colectivos capaces de “respirar juntos” y organizar sus “ritornelos” mentales al ritmo que puedan permitirse, libres del vértigo de la aceleración.

El uso de este último término, por cierto, remite al texto que aportó Bifo a Aceleracionismo, compilado de ensayos editado también por Caja Negra; allí las premisas básicas del pensamiento aceleracionista son primero negadas y luego examinadas en busca de un costado de interés, encontrado mediante el cuestionamiento del aceleracionismo “a partir del cuerpo”.

En estos tiempos de avance internacional de la derecha, la presencia de un pensador como Bifo no debe pasar (ni pasa) desapercibida: el contacto personal y la cercanía, la materialidad de la voz, la espesura emocional del relato de vida, las actitudes corporales y las expresiones aportan, sin duda, una dimensión nueva a las lecturas y relecturas. Entonces, quizá sea justamente entre los integrantes de Entre que pueda empezar a seguirse el rastro de Bifo en Montevideo; Ignacio de Boni, por ejemplo, señala que el italiano “es un filósofo que logra conectar las grandes estructuras del modo de vida neoliberal (especialmente la economía y la comunicación, que ya son prácticamente lo mismo), con los afectos y emociones que produce en las personas. Se necesita mucha audacia para eso”.

Por su parte, Delacoste sostiene que “el autonomismo es uno de los grandes protagonistas del pensamiento contemporáneo de izquierda. Es interesante cómo parece haber dos formas de autonomismo: la aceleracionista y la resistencia. Me pregunto hasta qué punto esta es una oposición o el adelanto de una alianza posible entre pasado y futuro contra el presente capitalista. Me llamaron la atención las reflexiones de Bifo sobre su edad, y la forma en que empieza a ver que él mismo está siendo incapaz de ver salidas, y que ante el miedo de generar efectos depresivos piensa dejar de publicar. Me da un poco de pena, pero al mismo tiempo, escuchándolo, le doy un poco la razón. Aunque sólo un poco: necesitamos a los viejos”.