Fue una de las noticias de la semana: el lunes de madrugada, a los 91 años, falleció el escritor y periodista argentino Osvaldo Bayer. Esbozamos aquí un primer acercamiento a su imponente figura, en base a información de la completa biografía Osvaldo Bayer, el rebelde esperanzado, publicada en mayo de este año por el periodista Germán Ferrari.

El anarquismo

Bayer llegó al anarquismo desde sus investigaciones históricas, fundamentalmente a instancias de su colega Félix Luna, que lo invitó a publicar en el suplemento Todo es historia del diario Clarín.

Primero fue con Simon Radowitsky, ¿mártir o asesino? (1967) y luego profundizó en la temática en el libro Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia (1970). En más de una ocasión, Bayer comentó que este trabajo lo acercó a la obra de Mijaíl Bakunin y Pedro Kropotkin, pero sobre todo le permitió conocer directamente a militantes que habían estado cerca del mítico Di Giovanni.

“Elegí el anarquismo para rescatarlo del olvido, ya que el peronismo había escondido la historia del movimiento obrero anterior a 1945. Durante muchos años la gente creyó que el sindicalismo y la lucha obrera habían nacido con Perón, cosa que no es así”, reflexionó Bayer en una entrevista publicada en 2013. Una curiosidad: a instancias de los tangueros Homero y Virgilio Expósito, hijos de un militante anarquista, Bayer escribió el guion del disco Los anarquistas (1904-1936) Marchas y canciones de lucha de los obreros anarquistas argentinos, que incluye recitados del actor Héctor Alterio y una ilustración de tapa de Hermenegildo Sábat (el disco completo se puede escuchar en Youtube).

Di Giovanni y la violencia política

En varios momentos de su vida, Bayer enfrentó polémicas públicas vinculadas a su trabajo sobre Di Giovanni, el tipógrafo anarquista italiano de 29 años fusilado en 1931 durante la dictadura de José Félix Uriburu. Una de las primeras fue con Ernesto Sábato, a quien Bayer no le perdonaba una frase incluida en las primeras ediciones de Sobre héroes y tumbas en la que desacreditaba al ácrata: “Aunque editaba con el dinero de sus asaltos las obras completas de Reclus, también vestía al final de su vida camisas de seda”. Bayer se quejó porque eso no era cierto y Sábato optó por eliminar la oraciones en posteriores versiones de su libro. En su afán por rescatar a Di Giovanni y otros anarquistas expropiadores de la crónica roja, Bayer llegó a plantear paralelismos con el violentismo de algunas acciones del Che Guevara, un punto de vista cuestionado por la izquierda peronista y los montoneros (alguna vez lo llamaron, despectivamente, “el burguesito”). Vinculado al asunto de la violencia política, Bayer tuvo en 1993 un cruce de opiniones en Página 12 con Mempo Giardinelli, que le cuestionaba la columna “Matar al tirano”, una referencia a los 70 años del atentado en que el anarquista alemán Kurt Gustav Wilckens asesinó en Buenos Aires al coronel Héctor Benigno Varela, fusilador de peones rurales en la Patagonia. Giardinelli recordó esta semana aquel episodio, en una nota que escribió tras la muerte de Bayer, también en Página 12.

El peronismo

En una de las entrevistas con Ferrari, Bayer plantea su posición crítica, sin mucha metáfora: “Yo estaba en contra de Perón porque había asumido por un golpe militar, y era muy afín al franquismo, al fascismo y al nacionalsocialismo, igual que Adolfo Hitler. Se apoyó mucho en la iglesia y en las fuerzas de derecha: en la Alianza Libertadora Nacionalista, por ejemplo, y también en el ejército. La suerte lo acompañó porque el nazismo se terminó y él tomó distancia de esa ideología. Pero con Francisco Franco siguió muy próximo: por años continuó mandándole barcos cargados de harina de regalo. Franco fue un dictador como pocos. Sin embargo, Perón estaba con él. Por esa misma razón, mucha gente de derecha lo apoyó”.

El 17 de octubre de 1945 se concretó en Buenos Aires una gran movilización popular para exigir la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón. Bayer siguió aquella histórica jornada, que luego pasaría a ser el Día de la Lealtad, desde la radio, admitiendo el éxito de aquella convocatoria. “Y aquel 17 de octubre llegó el peronismo y ya lo tuvimos toda la vida en los talones”, declararía Bayer unas décadas más adelante.

A pesar de su amistad con Rodolfo Walsh y Paco Urondo, nunca compartió la creciente militarización de la izquierda peronista, nucleada en Montoneros y el ERP. También años después, Bayer lamentaría, pero ya desde el dolor de la pérdida de sus amigos, lo correcto de su diagnóstico político anterior a la locura sanguinaria de los años 70.

El periodismo

Se podría escribir un libro exclusivamente sobre la carrera periodística de Bayer. El listado de redacciones y proyectos en los que participó es larguísimo, y abarca una porción significativa de la historia del periodismo argentino. Además, sus principales libros son, en esencia, trabajos periodísticos.

A finales de los 50, recuerda Ferrari, compartió la redacción de Clarín con tres periodistas que luego fundarían diarios: Jacobo Timerman (La Opinión), Héctor Ricardo García (Crónica) y Julio Alfredo Ramos (Ámbito Financiero). En su tarea como cronista parlamentario (una de las tantas áreas que cubrió), Bayer conoció al periodista Gregorio Selser, por aquellos años en La Prensa y luego corresponsal de Marcha en Buenos Aires.

En un texto que escribió para homenajearlo, escribió las siguientes líneas: “Te recuerdo, Gregorio, a fines de la década de los cincuenta, cuando pasabas por la sala de periodistas del Congreso de la Nación. Venías a olfatear documentos. ‘Todo papel escrito es un documento de época’, me decías. Recogías todos los proyectos de ley o de declaración que abundaban sobre los pupitres y los ponías cuidadosamente en una carpeta. De haber estado con Moisés en el monte Sinaí, te habrías guardado en los bolsillos los restos de las piedras de las Tablas de la Ley”.

Foto del artículo 'Diez claves para (apenas) acercarse al legado de Osvaldo Bayer'

La Patagonia rebelde

Originalmente, la investigación periodística se llamó Los vengadores de la Patagonia trágica y se publicó en cuatro tomos. Fue llevada al cine en 1974 por el director Héctor Olivera con el nombre La Patagonia rebelde, un éxito de taquilla en el que actuaron Héctor Alterio, Luis Brandoni, Federico Luppi y Pepe Soriano.

El vínculo de Bayer con los sucesos que narra la película tiene un origen familiar: sus padres, Gaspar, un alemán socialdemócrata y antinazi, y Albina, una católica practicante, residían en Río Gallegos en 1921, cuando sucedió la llamada “Patagonia trágica”, una masacre de peones rurales comandada por el teniente Héctor Benigno Varela, enviado a la zona por el presidente radical Hipólito Yrigoyen. Los Bayer, recuerda Ferrari en su libro, vivían a dos cuadras de la cárcel en la que los huelguistas –en su mayoría asalariados rurales que trabajaban para compañías inglesas– eran salvajamente torturados. Además de ser el guionista, Bayer siguió de cerca todo el rodaje en Santa Cruz. Una miscelánea: el ex presidente Néstor Kirchner, oriundo de esa provincia y por entonces un joven estudiante de abogacía, participó como extra en la filmación, un episodio que recordaría, ya como presidente, en un acto por los 30 años del estreno de La Patagonia rebelde.

El exilio y Osvaldo Soriano

La primera amenaza fue por medio de un comunicado. El 25 de setiembre de 1974 la organización AAA (Alianza Anticomunista Argentina) publicó un comunicado en el que condenaba a muerte al director, al productor, al guionista y a los actores de La Patagonia rebelde.

Después llegaron las llamadas telefónicas y los consejos de amigos para que él y su esposa, Marlies Joos, abandonaran el país. Se fueron a Alemania, pero regresaron un año después, en febrero de 1976, cuando Isabel Perón convocó a elecciones anticipadas. La situación empeoró con el golpe militar del 24 de marzo y debieron exiliarse otra vez en Alemania. “Usted jamás va a volver a pisar el suelo de la patria”, fue la última frase que escuchó, de boca de un brigadier, en el aeropuerto de Ezeiza.

Según Ferrari, una de las relaciones más fuertes que construyó durante la diáspora fue con su tocayo, el escritor Osvaldo Soriano. Ya en los albores de la democracia, en 1983, la revista Humor publicó una entrevista de Soriano a Bayer que refleja esa amistad. Entre otras cosas, el autor de La Patagonia rebelde dice allí que abandonó el país “con una inmensa rabia”.

El alfonsinismo, los derechos humanos y Ernesto Sábato

La relación de Bayer con el radicalismo nunca fue buena; los antecedentes podrían rastrearse en su sistemática denuncia de los crímenes de Yrigoyen. Los problemas con Alfonsín, incluso, comenzaron antes de su llegada a la presidencia; ya a finales de 1982 tuvieron un entredicho en Berlín, luego de que el periodista lo cuestionara por el vínculo civil, que incluía a los radicales, con los militares. “¡Parece mentira lo que dice el señor Osvaldo Bayer, un exiliado, que nos venga a dar clase a nosotros, que no nos fuimos del país y estuvimos allá luchando por la democracia!”, le replicó luego Alfonsín.

Unos años después, y desde su cercanía con Madres de Plaza de Mayo, Bayer cuestionó con dureza el trabajo de Ernesto Sábato al frente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas y lo responsabilizó por la elaboración de la teoría de los dos demonios.

El fútbol

Primero fue hincha de Colón de Santa Fe y después de Rosario Central. En el libro de Ferrari ensaya una explicación desde sus convicciones políticas. “Yo soy santafecino y al principio era de Colón. En Santa Fe están los tatengues de Unión, que vienen a ser los pitucos, y los sabaleros, de Colón, que tiene un origen más popular: el sábalo era el pescado más barato, el que comían los más pobres”. En 1939, los dos equipos de Rosario –Rosario Central y Newell’s Old Boys– fueron incorporados a Primera División. “Como me gustaban los partidos de primera y Central era, por origen popular, lo más parecido a Colón, me hice ‘canalla’. Porque la contra, Newell’s, fue fundado por los altos funcionarios ingleses del Ferrocarril”.

El cine, Olivera y Leonardo Favio

El vínculo entre la obra de Bayer y el mundo audiovisual tuvo sus complejidades, según relata Ferrari. Por ejemplo: nunca pudo llevar al cine su trabajo sobre la vida, corta e intensa, de Di Giovanni, un proyecto que intentó concretar antes y después de la dictadura. Primero lo intentó con Olivera, el director de la exitosa La Patagonia rebelde, y hasta llegó a encaminar el proyecto con Leonardo Favio, en los primeros meses de 1989. Pero otra vez el clima político conspiró en contra: el copamiento carapintada de La Tablada enrareció el ambiente como para llevar a la pantalla grande a un anarquista expropiador, y finalmente Favio cambió a Di Giovanni por el boxeador José María Gatica.

El kirchnerismo y el macrismo

A pesar de su lejanía con el peronismo (aunque nunca desde el “gorilismo”, según aclaraba en reiteración real), Bayer encontró en Néstor Kirchner cierta sintonía política, parecida quizá, y salvando las cortas distancias, a la que reconectó, en Uruguay y por la misma época, a El Sabalero (otro ácrata) con José Mujica.

“Kirchner no fue un revolucionario, pero sí el presidente que más se atrevió a proponer un verdadero Nunca Más a las dictaduras militares y sus crímenes”, declaró Bayer, pocos días después de la muerte del ex mandatario. En 2017, durante la campaña de las elecciones legislativas, recibió a Cristina Fernández en El Tugurio, su “querido sucucho” en el que vivía rodeado de libros.

Su ánimo en esos días no era el mejor: Bayer dijo que el triunfo de Macri fue “la peor derrota que he sufrido en mi vida” y definía al mandatario como un hombre “nulo políticamente”. “Y sin embargo fue electo, cosas de los argentinos”, se lamentaba Bayer.

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