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No Tourists, de The Prodigy (en Spotify)

The Prodigy, popes ingleses de la movida electrónica conocida como big beat (básicamente, de ritmos densos, machacones y obsesivamente repetitivos), acaban de editar No Tourists, su séptimo disco: 37 minutos de más de lo mismo, es decir, lo que se suele esperar en este tipo de música (la revolución que la hagan los franceses, o sea, Daft Punk). Obviamente, no estamos en presencia de una obra maestra del género como fue The Fat of the Land (1997), pero es más que suficiente para mover la cabecita en trance y no hacer más nada. O si no, también es ideal, como todo el big beat –por sus tempos rápidos–, para escuchar mientras se corre por la rambla como si no hubiera mañana. “We Live Forever” y “No Tourist” son, sin dudas, lo mejor de un disco bastante parejo.

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Songs for Judy, de Neil Young (en Spotify)

Neil Young con 31 años, su guitarra acústica y su armónica. ¿Se precisa algo más? Songs for Judy contiene 22 canciones registradas en vivo en una gira de 1976, que lo captura quizás en su mejor momento, íntimo y desgarrador, con gemas como “Mr Soul”, “Harvest” y la pianera “After the Gold Rush”. Las grabaciones fueron tomadas en su momento por el periodista Cameron Crowe y el fotógrafo Joel Bernstein, y fueron conocidas por décadas como The Bernstein Tapes, y así se llamó el disco pirata que circulaba entre los religiosos del cantautor canadiense. Esta versión nueva y oficial suena como si estuviéramos ahí.

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Simulation Theory, de Muse (en Spotify)

Los británicos de Muse deberían tener más crédito entre los que “saben”, ya que siempre se las arreglan para reformular su sonido tomando agua de fuentes varias y aun así seguir sonando auténticos y personales. Luego del potente Drones (2015), ahora hacen de las suyas en Simulation Theory, que ya desde la tapa nos sumerge en el ochentero mundo del synth-pop (no en vano está diseñada por Kyle Lambert, el hombre detrás del póster de ese compendio de clichés ochenteros llamado Stranger Things, que medio mundo ya vio por Netflix).

El tema que abre el álbum, “Algorithm”, tiene un claro enfoque a lo Giorgio Moroder y, por su cadencia amenazante, bien podría ser parte de la banda sonora de Scarface. Hay temas que tiran más para el dance hipnótico (“Dark Side”), otros más rockeros, con riffs saturados y con el guiño vocal de Matt Bellamy a Queen obligado en cada disco de Muse (“Pressure”), y también nos topamos con canciones de dinámica ambivalente, que arrancan más delicadas y después se pican (“Get Up And Fight”); pero todas llevan esa pulsión machacona festiva y ochentera, ayudada por el sonido ubicuo de los sintetizadores (el alma del synth-pop), los chiches electrónicos y la producción vintage. Por momentos, el disco suena a distopía apocalíptica, sensación que se termina de materializar en el tema final, “The Void” (“el vacío”). Pero al cierre Bellamy canta “they’re wrong” / babe, they’re wrong” (“están equivocados / nena, están equivocados”), como un bálsamo.

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Life Sucks... Let's Dance!, de Reel Big Fish (en Spotify)

Ska-punk adolescente para divertirse y con vientos a todo trapo; nada más ni nada menos, eso es lo que siempre han tocado los californianos macanudos de Reel Big Fish, que supieron tener un éxito moderado allá por 1996 con el disco Turn The Radio Off (escuchen su mayor hit, “Sell Out”; si no los retrotrae a algunas bandas de por acá...). Luego de seis años de silencio, reaparecen con un disco que marca que Aaron Barrett, cantante, guitarrista, compositor y líder de la banda, por más que tenga más de 40 años, sigue en los 21 a la hora de hacer música, ya desde el título: Life Sucks...Let’s Dance! (“la vida es un bajón... vamos a bailar”). Temas como “You Can’t Have All Of Me”, “Another Beer Song” y el que le da nombre al disco suenan tan fiesteros y adolescentes como siempre.

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Elvis Presley ’68 Comeback Special (edición 50 aniversario) (en Spotify)

En diciembre de 1968 Elvis Presley llevaba siete años sin subirse a un escenario, preso de un ostracismo autoimpuesto en su mansión de Memphis (Graceland), de la que sólo salía para grabar películas malas y peores. En ese período ausente, sentado frente al televisor, vio cómo el rock & roll maduraba, rompía los límites del mero entretenimiento y se transformaba en rock a secas, en arte con mayúscula. En ese contexto se dio el retorno del rey, completamente de negro y con sus míticas patillas, en un especial navideño (a los yanquis los especiales navideños les gustan incluso más que las teorías conspirativas) grabado en vivo para la cadena NBC, que significaría el puntapié inicial para la segunda carrera de Elvis, con base en Las Vegas –pero con un cambio de atuendo: de negro rockero a blanco vedetongo–.

El espectáculo de regreso fue editado más de una vez –tanto en formato sonoro como audiovisual–, y ahora, por su medio siglo, se lanzó en Spotify. Son cinco discos con un total de 104 temas en los que no falta ni sobra nada, con tomas diferentes de varias canciones. Himnos del rock & roll como “Heartbreak Hotel”, “Blue Suede Shoes”, “Hound Dog” y “Jailhouse Rock” suenan más rápidos y despreocupados que nunca, como si fuera tocadas en medio de un asado, quitándoles cualquier peso de cosa sagrada. Por momentos Elvis se ríe, no le importa si se olvida de la letra y busca la complicidad del público, porque ya en 1968, nueve años antes de pasar a la inmortalidad, estaba más allá del bien y del mal.