Al pequeño patio artificioso –casi una maqueta: todo plantitas falsas, puertas equidistantes, panel de luces vintage– montado en Tractatus para Los crueles, la obra dirigida por Camila Vives y Viviana Stagnaro, se puede entrar de dos formas. Una de ellas es atender, exclusivamente, a la acción que proponen los tres actores involucrados y escuchar cada palabra que Stagnaro volcó en la dramaturgia, basada en improvisaciones colectivas. La otra es seguir la relación con la pieza Saverio, el cruel, de Roberto Arlt (1936), en la que Los crueles declara abiertamente inspirarse. Cotejar texto e intertexto, comparar, medir, sopesar cada variación. Las dos entradas bien valen la pena, o una misa.
La primera nos planta frente a Susana (Sofía Espinosa) y su enfática organización del cumpleaños de Julia (Mariana Escobar). La actuación sentenciosa de Espinosa sugiere el plan bien orquestado; su paso nervioso, pero firme, apunta a la seguridad del resultado; sus gestos ampulosos y la modulación rimbombante de su voz parecerían ofrecer, en cada acto, automática y sistemáticamente, dos niveles de sentido, el literal y el metafórico (el mejor ejemplo, quizá, los ruleros que se saca ceremoniosamente, al comenzar la pieza, que son parte de su toilette para el cumpleaños de Julia, pero también señalan el inminente desenvolvimiento de la misma anécdota; su pelo es el hilo que tejerá caminos tan enrollados como sus rulos). Su personaje guía al de Escobar que, en cambio, se construye sobre una perplejidad algo divertida, pero llena de desconfianza e indeterminación. Como Espinosa, Escobar involucra todo su cuerpo en la construcción del sentido: el paso corto, el gesto apocado, la actitud reticente. Julia lidia trabajosamente con los artilugios de Susana: la torta, el regalo, la sorpresa, todos recibidos bajo el signo de lo rarificado. Ella sabe algo que el público desconoce, y eso la envuelve en una melancolía que desestabiliza la clave cómica que se ofrece, por momentos, al espectador. Parte de la sorpresa es Saverio (Pato Pazos), un personaje abiertamente patético (su vestuario, sus movimientos, una risa tensa estampada de forma perenne en el rostro), incorporado a la fiesta para divertir con sus canciones y su baile a invitados que nunca llegan. Un mero objeto de risa, se sugiere, balanceándose penosamente sobre los hilos que Susana le tiende. Con una estructura de escenas espasmódica (algo que quizá sea pura exhibición de las marcas de la improvisación que le dio origen), el espectáculo invita al espectador a presenciar un juego en el que no se sabe bien quién es victimario y quién víctima. Sobre esa indeterminación se construye una suerte de misterio.
La segunda entrada permite seguir de cerca la relación de Los crueles con Saverio, el cruel, estrenada en el Teatro del Pueblo en 1936. O, si quisiéramos –pero el trabajo se multiplicaría–, podríamos rastrear la triple correspondencia entre las dos versiones mencionadas y una primera que el argentino escribió hacia 1934 (cuyo manuscrito se conserva en Berlín) y que, como señala el crítico Julio Prieto, centrándose en el vanguardismo arltiano, fue un texto ilegible (por su forma y sus implicaciones políticas) para ese momento. Quedémonos, entonces, con la versión reescrita y algo domesticada de 1936. Esta segunda entrada hace posible ver –como claves para resolver el misterio– los movimientos y ajustes realizados por la versión. Disfrutar supresiones y amplificaciones. Y, en especial, valorar el cuidado trabajo de difuminado que desestabiliza la recepción en Los crueles. Arlt explicita, desde la primera escena, que la fiesta montada tendrá como efecto la broma a costa de Saverio: “¿Qué interés encerraría la farsa si uno de los que participan no ignora el secreto? El secreto es en cierto modo la cáscara de banana que, caminando, pisa el transeúnte distraído”, dice Juan, uno de los personajes, refiriéndose a Saverio. En Los crueles, en cambio, el secreto se desborda hacia la platea: la frase de Juan, ausente en la versión de Stagnaro, se aplicaría en buena medida también al público. La versión hace, además, una operación de economía al reducir al máximo la participación de los personajes conspiradores contra Saverio, pero también de sus aliados, los invitados a la fiesta, etcétera. Los crueles conserva a Susana, Julia y Saverio para rediseñarlos (desdibujarlos o complejizarlos) respecto de sus antecesores: si la Susana de Arlt urdía tramas, pero también caía en ellas (se fingía loca y, hacia el final, se demostraba loca), la de Stagnaro conserva su cordura, tiene la última palabra, teoriza sobre el poder de la fantasía; si aquella Julia era un personaje ausente que se negaba a participar en la fiesta y desenmascaraba a su hermana salvando a Saverio, aquí señala la desazón, es marca constante de eso que no va, pero que no se verbaliza nunca; si el Saverio arltiano sufría una transformación casi de Bildungsroman, de la inocencia y la alienación al saber, la conciencia, pero también el desborde tiránico (en el original debe representar, en la fiesta que propone Susana, a un coronel), en Los crueles todo progreso le es vedado: él mantiene sus cualidades patéticas e infantiles y, a diferencia del original arltiano, no pierde la vida.
Al escribir sobre Saverio, el cruel, Mirta Arlt señala que el dramaturgo descarta la clave trágica que “correspondía a la creencia de un orden cósmico establecido” a favor de la “farsa trágica” capaz de denunciar “la conciencia del sinsentido de lo establecido”, en la que “aparece lo racional tratado como una alucinación obstinada de los humanos que se proponen creer en un juego de convencimientos según su voluntad”. Los crueles, en cambio, niega la clave arltiana que contenía, al menos, la certeza del final funesto (en medio de la falsedad, la muerte real) y el pirandelliano, catártico desenmascaramiento. Deja al público ante un acto gratuito y banal. Y en eso consiste su virtud.
Los crueles | Viviana Stagnaro. Con Sofía Espinosa, Mariana Escobar y Pato Pazos. Dirección de Camila Vives y Viviana Stagnaro. Miércoles 10 y jueves 11 de abril a las 22.00 en Tractatus (el 16 de mayo volverán por seis funciones).