Fue despedido ayer en Buenos Aires el artista Adolfo Nigro, fallecido el lunes a los 75 años, víctima de una enfermedad con la que peleaba desde hacía tiempo. Sus restos serán cremados hoy, a las 13.30, en el cementerio de la Chacarita.

Nacido en la ciudad argentina de Rosario en 1942 e integrante, desde la década del 60, del taller de Joaquín Torres García en Montevideo, Nigro era reconocido tanto por su talento artístico como por su compromiso humano y su solidaridad. La organización Abuelas de Plaza de Mayo lo despidió con un mensaje en su sitio web en el que expresa su dolor ante la muerte de “un compañero solidario” con su lucha “desde los primeros momentos”, y recuerda que llegó incluso a vender “varios de sus cuadros para contribuir con la búsqueda de los nietos y nietas”.

Nigro llegó a Buenos Aires con su familia a comienzos de la década del 50. En 1960 egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano y en 1962 estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, pero su formación se completó con la participación en talleres como el de Víctor Magariños y, sobre todo, con la experiencia de José Gurvich, quien comandaba en la década del 60 el taller de Torres García en el Cerro de Montevideo. De ese taller recibió la impronta humanista y se formó en el “universalismo constructivo” que caracterizaría a su obra.

Su primera exposición individual fue en Montevideo, en 1966. Tiempo después expondría en Buenos Aires, Santiago de Chile, La Plata, Rosario, Madrid, La Habana, México, Nueva York y Miami.

En 1988 obtuvo el Premio XXIV Salón Nacional de Grabado y Dibujo; al año siguiente, el Gran Premio de Honor LXXVIII Salón Nacional de Artes Plásticas y en 1994, el Premio Trabucco Adquisición, otorgado por la Academia Nacional de Bellas Artes de Argentina.

En una autoentrevista telefónica realizada a instancias del diario La Nación, Nigro se respondía a sí mismo que lo más insoportable era, para él, el frío, y que su terapia era salir a hacer mandados y conversar con “el de la carne, el de los pollos, el pescadero italiano, el verdulero boliviano”. Pintaba mientras hablaba con sus amigos por teléfono, cocinaba y escuchaba música “de todos los países”. Y trabajaba, incesantemente. Su obra es rica en peces y ríos, en figuras que se combinan al modo de collages o tapices, en colores contrastantes y plenos obtenidos a partir de diversos materiales, en formas inspiradas tanto en la naturaleza como en la actividad humana.

En 2006, Pablo Thiago Rocca hablaba de la “estética solar” de Nigro, en contraposición a la “poética desolada” de Hugo Achugar. El texto abría el libro Hueso quevrado, de Achugar (Trilce, 2006), en el que Nigro había colaborado con 23 tintas “especialmente realizadas” para esa edición. Sus diseños acompañaron también obras de las escritoras María Lanese, Florencia Abbate y Laura Haimovichi.

Una exposición de su obra puede verse actualmente, y hasta el 8 de junio, en la planta baja de la Smart Gallery, en la avenida Alvear 1580, en Buenos Aires.