La aparición simultánea de Crisis de la dramaturgia y las prácticas escénicas en la contemporaneidad, editado por Roger Mirza; Otros lenguajes de la memoria: teatro uruguayo contemporáneo e historia reciente, coordinado por Gustavo Remedi, y Sin maquillaje. Historias de la Comedia Nacional en el siglo XXI, de Fernanda Muslera, tres volúmenes sobre el teatro uruguayo más reciente (y en parte el latinoamericano) son marcas de la vitalidad de la escena académica en los dos primeros casos y de la investigación periodística en el tercero. Sobre este último, del que no nos ocuparemos en esta instancia, es imprescindible destacar la vocación por tratar, de manera exhaustiva, esa breve historia de la Comedia Nacional en nuestro siglo: más de 70 entrevistas, una revisión intensiva de la prensa y de archivos. Voces que forman un volumen colosal de más de 800 páginas.
En Crisis de la dramaturgia, el lector se topa en la tapa con la Kassandra-coneja desafiante del espectáculo de Sergio Blanco sobre aquella heroína, dirigido por Gabriel Calderón y protagonizado por Roxana Blanco: todo un manifiesto de las modalidades límites de la representación y de los choques interpersonales en el mundo global. La elección de la foto es significativa tanto por lo que muestra (esa con-fusión de mito, latex y tacos, caño para bailar, libro en mano de la colección Austral de Espasa-Calpe, que la sitúa en una geografía limitada y limita así las lecturas) como por lo que implica: eso que, desde la academia, se elige como privilegiado entre las prácticas escénicas contemporáneas y aquellos que se consideran sus protagonistas (para el caso, la performance de Roxana Blanco, la dramaturgia de su hermano, la dirección de Calderón). Ese umbral enmarca una selección de las ponencias de los últimos dos coloquios internacionales de teatro, organizados por Roger Mirza y los investigadores Claudia Pérez y Gustavo Remedi (con Mirza, miembros del consejo editor del libro) desde el departamento de Teoría y Metodología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE). El libro se organiza en cinco capítulos: “Enfoques teóricos”, “Teatro uruguayo. Prácticas escénicas”, “Teatro rioplatense. Dramaturgia”, “Clásicos revisitados” y “Aportes para la historia del teatro uruguayo”. Empero, ese balance de la mirada teórica, regional y nacional sólo funciona desde la letra: 11 artículos sobre el teatro nacional ocupan, con pocas excepciones, todos los rubros, mientras sólo seis vierten sobre argumentos teóricos y regionales. Un desbalance, por cierto, bienvenido a la hora de sondear la escena contemporánea nacional y sus creadores, estilos y claves que la conforman. Lo efímero pensado in situ y preservada su memoria. Una memoria del pasado, como el artículo de Lucía Bruzzoni que analiza El rey se muere, de Eugène Ionesco, en el Penal de Punta de Rieles por las presas políticas durante la dictadura, reconstruyendo fragmentos de la puesta, pero también evidenciando lo frágil de su objeto y de las voces con que se lo construye; y una revisión de la doxa respecto de las primeras décadas del siglo XX como un período negro del teatro uruguayo, por Juan Estrades. Pero también una memoria de lo que pasó casi ayer: las prácticas de Roberto Suárez, analizadas como “dramaturgia del espacio” por Ignacio Gutiérrez y como “teatro esencial” por María Simon; las de Marianella Morena como plurivalentes por Romina Serrano; el discurso de género arraigado en las dramaturgas Raquel Diana, Sofía Etcheverry y Diana Veneziano por Pilar de León, y el de la posmodernidad y su nexo con la religión en Gabriel Calderón por Stefan Martchenko.
Sobre los clásicos revisitados, en terreno nacional, Mariana Percovich describe el proceso creativo y teórico que la llevó hacia una reescritura femenina de la tragedia griega (Yocasta, una tragedia, Medea del Olimar y Pentesilea). En el mismo capítulo, Claudia Pérez vuelve sobre la práctica escénica de Morena, a propósito de Variaciones Ricardo para siete señoritas, producto de un curso de dirección en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático de Montevideo.
A Otros lenguajes de la memoria: teatro uruguayo contemporáneo e historia reciente, surgido en el marco de un seminario de investigación dictado por Remedi para la Maestría opción Teoría e Historia del Teatro en la FHCE, le preocupa una parte de lo producido: el ejercicio, compartido por varios creadores en este nuevo siglo, de volver sobre la última dictadura cívico-militar y elaborar en clave espectacular “los dilemas de los hijos expropiados y reaparecidos, la existencia y la labor de la censura, el papel del teatro en la dictadura”, anuncia Remedi, pero también “la actitud de la nueva dramaturgia frente a la cuestión del pasado, el problema de la museificación y manipulación por los Estados”. El recorte obliga, a un tiempo, al trabajo sobre el pasado y sobre el presente más inmediato. Los nueve ensayos que contiene el libro exhiben las estrategias empleadas por los dramaturgos para tratar la memoria, pero también los instrumentos teóricos y retóricos que emplea una nueva camada de investigadores para analizar y sistematizar aquellas estrategias, ponerlas bajo el microscopio, y demostrar con agudeza, en la mayoría de los casos, por qué es imprescindible que el teatro siga examinando la historia reciente. Aunque el volumen no plantea divisiones, es posible hacer una lectura generacional siguiendo las voces de los creadores que vivieron la dictadura y la reescriben en clave simbólica y de quienes construyen, con los fragmentos de un pasado que no vivieron (o, por lo menos, no como adultos), sus discursos. Una tensión para el que lee, quizá, antes que para el sistema teatral. En todo caso, en relación a esto, no parece inocente la elección del artículo que inaugura el libro. “¿De quién es el dolor?” se pregunta Estíbaliz Solís Carvajal a propósito del espectáculo de Gabriel Calderón Ex. Que revienten los actores, para indagar sobre el desafío del dramaturgo a las modalidades aceptadas para representar (y –re–apropiarse de) la dictadura. Paola Larrama, por su parte, mira el Calderón de Or. Tal vez la vida sea ridícula y su recurso a la ciencia ficción como lente para revisar esta historia reciente. Andrea Morett trata la apropiación de menores y la herida en las identidades que desborda hacia el presente, tal como las elaboró Verónica Mato en su espectáculo Pátina. De la tensión entre historia, patrimonio e identidad contenidas en la puesta nacional de Villa + Discurso, del chileno Guillermo Calderón, escribe Yanina Vidal, mirando de cerca el énfasis en la palabra, en la “narración como mecanismo escénico” del dramaturgo y las reverberaciones en su reescritura espectacular uruguaya. El artículo de Tania-María Sternberg sobre el espectáculo de danza de Tamara Cubas, Actos de amor perdidos, cierra esta hipotética primera línea. A la censura en dictadura hinca profundo el diente Remedi en su análisis de El tipo que el viento del sur arrojó sobre el escenario, de Raquel Diana; mientras el lenguaje simbólico de Malezas, de María Pollak, es foco de la lectura de Cecilia Abelenda, y el rol del hogar, los recuerdos y las pesadillas en Los soñadores, de Carlos Manuel Varela, el rincón analizado por Hugo Adrián Martínez. En el espacio urbano montevideano, Cristina González Lago inscribe, por medio de su análisis del proyecto Marcas de la Memoria (instalación de bancos y placas en lugares emblemáticos por su resistencia a la dictadura), la puesta en escena del pasado mediante la “expansión del campo teatral a la esfera pública”, fijando la mirada en la teatralidad social y política.
Para concluir esta reseña, dolorosamente panorámica por cuestiones de espacio (entre la cita de algunas perlas y la instantánea sobre la producción uruguaya, venció esta última como manera de interesar al lector, como aguijoneo y prueba de la cuantía de lo producido), es necesario destacar en qué sentido ambos permiten cartografiar –si se me pasa, del giro espacial y de esa euforia teórica que sigue señoreando en las ciencias humanas, sólo su palabra estrella– varios aspectos de la consolidada producción académica sobre el teatro nacional. Trazan, en primer lugar, una cartografía de la mirada crítica y su atención a la última o ultimísima producción y, por lo tanto, su corte neto del terreno analizado. Se reafirma el abandono del relato totalizador –y con él de todo proyecto de historia con H mayúscula, como lo pensaron José Alberto Dibarboure en los 40, Walter Rela, Juan Carlos Legido y Jorge Pignataro Calero en los 60 o Eneida Sansone de Martínez en los 90– ante la urgencia de entender el teatro hoy, en sus formas vivas, como práctica inmediata. Una cartografía de lo producido, declinado en temáticas, tendencias, especificidades, formas de hacer y deshacer. Una cartografía de la teoría en la que se entrelaza, en la escritura de los investigadores jóvenes, la teatrología importada con la regional. Los libros invitan a varios recorridos, ineludibles para entender un poco mejor nuestra historia.
Otros lenguajes de la memoria: teatro uruguayo contemporáneo e historia reciente. Gustavo Remedi (coord.), Montevideo: Udelar/FHCE/MEC, 2017. 175 páginas. Crisis de la dramaturgia y las prácticas escénicas en la contemporaneidad. Roger Mirza (ed.), Montevideo: Udelar/FHU CE/ MEC, 2017, 242 páginas.