Finalmente, y después de mucho trillar calles, callejuelas y callejones, el sábado (a las 22.00 en el bar Tundra, Durazno y Convención), La Doble Dragon (Leandro Cawen, Joaquín Romero, Emiliano Basigaluz y Joaquín González) presenta su disco debut. A grandes rasgos, y musicalmente hablando, es, ni más ni menos, un disco de canciones compactas, parejas y por momentos pegadizas. A veces rabiosas, a veces soñadoras y otras sencillamente divertidas, pero siempre sinceras.
La fórmula es repetida, pero no por eso menos efectiva: una guitarra, un bajo y una batería, y sobre esto la voz histriónica, rapera o melódica de Lea Dragon cantando con euforia y pasión las cuarenta verdades que alguien tiene que decirle al mundo.
¿El resultado? Un cóctel molotov que mezcla y reformula, con éxito, algunos lugares comunes del rocanrol más tradicional, y sus fusiones más frecuentes, con ideas originales que sorprenden alegremente al escucha. Y es que en este trabajo La Doble Dragon no busca experimentar nuevas tendencias y romper estructuras; lo que busca es hacer cantar a toda la platea en el punto justo entre la convicción y el descontrol, y lo logra.
Las descargas líricas de Cawen y Romero –que, desde el bajo, rapea a contrapunto– son matizadas con calidad de experto por la guitarra de Basigaluz, a veces riffeando rabiosa, otras jugando con sutileza en delicados arpegios, y otras soleando al mejor estilo de Tom Morello. Todo eso se sostiene con solidez por un combo de bajo y batería que sabe perfectamente cómo mantener un groove o empujar un clima hasta hacerlo explotar.
Arte y ensayo, honestidad brutal
Pero hablar de La Doble Dragon no es hacerlo exclusivamente de su música. Para hablar de esta banda es necesario hablar de arte, y del punto en el que el arte y la política se cruzan; es hablar de lenguaje, de múltiples lenguajes y de cómo mezclarlos para producir esa empatía necesaria para lograr una comunicación efectiva. Y de cómo hacerlos vivir en un proyecto que respete los principios que promulga. Muchas bandas cantan panfletos, pero pocas dicen verdades. Y las verdades, subjetivas como son, sólo pueden ser cuando son dichas con la más absoluta convicción. Y eso es La Doble Dragon: un tributo a la sinceridad. Una banda con calle, de gente que dice no sólo lo que siente, sino también lo que es necesario, obligatorio, decir.
Toda esa sinceridad, esa rabia y ese amor, todo el esfuerzo de una banda de músicos de barrio, se puede escuchar en una grabación hecha en vivo, que retrata lo mejor de este proyecto dándole el sonido que necesita, sin artificios ni magias de la tecnología. Sinceridad total.
Y qué bien que suena, a veces, escuchar a alguien que dice lo que piensa, hace lo que dice y, con humildad, lo ofrece a los demás.