“Hay gordas simpáticas, alegres, dispuestas, vitales. Hay gordas pajeras, flojas, pachorrientas [...] Hay gordas pícaras, cachondas, golfas. Hay gordas tan panzonas o tan culonas o tan tetonas”, apunta Estela, que pesa 112 kilos, tiene una avidez sexual insaciable, un vivero repleto de valiosos secretos botánicos y una vida de abuso y abandono en la que todo empezó muy mal. Al son de Estela Raval –cantante de pop latino y primera voz de Los Cinco Latinos– y su bolero “Tú eres para mí”, se convertirá en una despiadada asesina serial, aplacando el padecimiento de su propia desmesura. Con esta novela, el licenciado en Letras, docente y librero mendocino José Niemetz (1962) debutó como escritor y ganó la última edición del Premio Clarín, lo que le valió la oportuna promoción de autores como Almudena Grandes (fue parte del jurado y admitió que la historia la “sedujo en una sola página y en la siguiente ya tenía la boca abierta y así hasta el final”) y la edición de una obra que lo dio a conocer como un virtuoso del diálogo, que logra desarrollar vertiginosos monólogos interiores –cínicos, graciosos, confesionales– y una pintoresca composición de personajes.

Con un aterrador lombricario como aliado, Estela se vengará del futuro y del mundo; frente al desprecio y la condena, ella elude la domesticación y la inercia. Aunque a veces padezca ataques de sensibilidad culposa, la gran pitonisa decide aplacar su ferocidad con meticulosos rituales criminales. No quiere autosuperarse y mucho menos llegar a un acuerdo. Está dispuesta a vengarse. Y si eso la vuelve sádica y posesiva, decide doblar la apuesta: lo único que satisface su impulso indomable frente a la comida es apoderarse de la vida de los hombres. Ellos mueren bajo el peso de su cuerpo obeso. Y las lombrices, locas de la vida, celebran el banquete.

Ella quiere ser como las mujeres del Club de jardinería de Fernando Botero, altivas, orgullosas, elegantes y sensuales. Pero sólo lo alcanza durante esos feroces rituales de elevación espiritual, que se convierten en trances inevitables. Prefiere caer en el abismo antes que sucumbir a un mundo ajeno que no comprende aunque se esfuerce.

En el transcurso de estas escenas brutales, Estela se apodera de su cuerpo y los sentidos se multiplican. Incluso, potencian otras lecturas sobre aquellos que, frente a un sistema hiperconsumista, deben restringirse o padecer la afrenta de su exceso. “Como si todo esto ya no significara suficiente sufrimiento, hay algo peor que ser gorda: ser gorda y adolescente. Aunque una se sabe rechazada, finge permanentemente que todo marcha bien. Pero sólo es eso: pura ficción. [...] Como si ser gordas nos hiciera invisibles (¡uy, qué gracioso!). Como si ser gordas nos hiciera intrusas en una fiesta ajena”.

En esta vida enlentecida que redimensiona la vergüenza se encuentra uno de los grandes hallazgos del libro, que propone un nuevo paroxismo de las formas: Estela se promete que cuando alcance los 100 kilos se pondrá a escribir. Es que, de tanto callar, de pronto descubrió que escribir era resistir, dejar de ser una planta acorralada.

Recién cuando llegó a su récord personal comenzó esta historia: “Me siento sobre una gran roca que jamás ha podido ser removida y que se encuentra entre el cantero de las aromáticas y el invernadero de las flores de interior”. “Pues bien: a mi gran culo le agrada esa roca, se acomoda perfectamente y mi alma se sincroniza con él”. Desde ahí, Estela relata su liturgia con una expresividad desbordada. Y así, engordando en un mundo que celebra la flacura, transforma su soledad y sobrecarga. Se funde en una densidad pura y conmovedora que abre una gran interrogante sobre el futuro. Mientras tanto, ella y su creación se desbarrancan en su propia aventura.

Tú eres para mí, de José Niemetz. Buenos Aires, Alfaguara, 2018. 280 páginas.