Cuando los espectadores tenían sólo un manojo de canales de televisión a su disposición, había programas que conseguían escandalosas cifras de rating y hacían que todo el mundo (figurativamente) hablara de ellos al día siguiente. Con la llegada de la televisión por cable y la multiplicación de señales, esto disminuyó un poco, aunque cada tanto surgían grandes temas de conversación.

Vivimos la era de las series que se ven por internet, lo que hizo que muchísima gente “individualizara” sus hábitos de consumo. Si bien es cierto que un nuevo episodio de Juego de Tronos se mira el domingo de noche, quienes no tienen miedo a los spoilers pueden esperar para verlo, tanto en forma legal como de las otras, en el momento que gusten.

Aun así, con todos estos inconvenientes para el entretenimiento colectivo en simultáneo, existen ficciones que logran crear su propio mini Zeitgeist, aunque más no sea en las redes sociales (que amplifican y hacen creer que algunas cosas son mucho más grandes que lo que son). Esto se vuelve más evidente con las series de Netflix, que son “volcadas” en temporadas completas y durante varios días sacuden a los internautas.

Estas series “bomba” son muy fáciles de reconocer por dos elementos que siempre se repiten. El primero es que muchísimas personas salen a decir en internet que las miran y el segundo es que muchísimas personas salen a decir en internet que están hartas de lo que salieron a decir las primeras. Al final, todos hablan de ellas.

En el lejano mes de julio de 2016 se dio uno de estos fenómenos con una producción original del mencionado servicio de streaming. De la noche a la mañana, todos sabíamos de la existencia de los hermanos Matt y Ross Duffer, y los nacidos a fines de los 70 o principios de los 80 experimentamos una nostalgia que reíte del 24 de agosto (que sigue celebrando la nostalgia de los nacidos en los 50). Lo que hicieron los Duffer es similar a lo que hicieron Joe Casey y Tom Scioli en el muy recomendable cómic Gødland: estos últimos transformaron a Jack Kirby en un género, y Stranger Things parece haber hecho lo mismo con Steven Spielberg. Y una pizca de Stephen King.

Así que el público se encontró con la típica pandilla de niños demasiado inteligentes para su edad, con su amistad incondicional, pero también con rabietas acordes a los años que tienen. Ellos se enfrentan a un misterio que asusta, pero no tanto, con un ritmo moderno y una historia que escapa al cinismo de muchos productos actuales. Tanto que, si lograran enviarla 30 años al pasado y emitirla en televisión, no levantaría sospechas.

La desaparición de un jovencito y la aparición de otra llevaba a que la pandilla terminara envuelta en aventuras con corridas y sustos, hasta toparse con un extraño laboratorio que estudiaba cómo viajar a otra dimensión, todavía más jodida que la nuestra.

Los primeros ocho episodios eran devorables y el público respondió devorándolos. Un año más tarde llegaría la segunda temporada, con nueve episodios, que no tocaron la fórmula ganadora y se resignaron a darnos más de lo mismo (más de los mismos monstruos, más niños con poderes, más episodios, más presupuesto). Sin el sabor de lo inesperado, perdió ese carácter de obligatoria, aunque la mayoría de la audiencia no lo sintió así. Es que, como es necesario aclarar periódicamente en esta clase de comentarios acerca del cine y la televisión, los resultados pueden variar.

Pasarán casi dos años hasta la llegada de la tercera temporada, que Netflix anunció para el muy patriótico 4 de julio. Mientras tanto, para saciar el apetito de los fanáticos, difundieron un video y un póster que ya han sido revisados hasta el último cuadro y el último píxel.

Con la frase “un verano puede cambiarlo todo”, hay quienes opinan que el comportamiento adolescente llevará a que el sólido grupo de jovencitos se divida, lo que podría representar la victoria para los monstruos de esa dimensión alternativa, en la que no parece agotarse el stock de amenazas.

Lo único claro es que los 80 seguirán siendo reverenciados, quizá con algo de Guerra Fría, y que en julio habrá otra serie sobre la que todo el mundo hablará, ya sea para decir que la está mirando o para decir que no la está mirando. Ya saben: ninguno de esos comentarios es obligatorio.