El domingo, el diario El País publicó un artículo sobre el informe “¿Qué lugar ocupa la cultura en el Presupuesto Nacional? Un breve análisis descriptivo de la evolución de la asignación presupuestal en cultura 1999-2018”, de Hernán Cabrera, incluido en los Cuadernos del Claeh a mediados del año pasado. Enseguida, la nota –titulada “El Frente destina menos recursos al área de cultura del MEC que antes de la crisis de 2002”– disparó varias respuestas de artistas y jerarcas reivindicando las políticas culturales del Frente Amplio.

En el informe, Hernán Cabrera (sociólogo especialista en gestión cultural y responsable del sector Cultura en la Dirección de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, que hoy le responde a El País) analiza la participación de la cultura en el presupuesto nacional, a partir de la evolución de la asignación y su ejecución en las últimas dos décadas, consignando que, “pese al crecimiento sostenido de la economía uruguaya durante los últimos 15 años”, “la asignación presupuestal es muy marginal”.

Para su estudio, Cabrera se centró en la asignación presupuestal a las “instituciones públicas con especificidad en la materia”, es decir, el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y sus unidades ejecutoras (Dirección Nacional de Cultura, Dirección General de Secretaría, Museo Nacional de Artes Visuales, Museo Histórico, Biblioteca Nacional, Museo Nacional de Historia Natural y Antropología, Archivo General de la Nación, Comisión del Patrimonio Cultural, SODRE y Servicio de Comunicación Audiovisual Nacional). Además de fundamentar el recorte, evidencia que han quedado fuera de su análisis aspectos como las bandas militares, coros, bachilleratos artísticos, y todos aquellos gastos, inversiones (como la construcción del Antel Arena), apoyos o esponsorizaciones de los entes autónomos y servicios descentralizados.

El sociólogo registra que los años de mayor asignación presupuestal para la cultura fueron 2000 y 2014 (con apenas 2,62% más que en el año 2000), y señala que uno de los apuntes más importantes de esta información “es que a Uruguay le llevó 14 años alcanzar una asignación presupuestal en cultura similar a la que había cuando se iniciaba la crisis económica [...] (cuyos impactos más sobresalientes y notorios fueron en el 2002), pero que pasado un año no pudo sostenerla y la asignación volvió a caer durante tres años consecutivos”.

Dentro de este panorama, y analizando el presupuesto en relación con el Producto Interno Bruto (PIB), encuentra que los años 1999 y 2000 son los de mayor asignación, luego se produce un declive hasta 2005, cuando se registra el punto más bajo (0,128 % del PIB), un incremento que alcanza su pico más alto en 2008 (0,222 %) y una baja “que se transforma en una especie de meseta entre el 2009 y el 2015, con valores entre 0,170 % (año 2010) y 0,202 % (año 2012); a partir de allí hay una baja que llega a 0,158 % en el 2017”. En este contexto, el autor admite que era esperable que la crisis económica entre 1999-2002 “afectara la asignación presupuestal en cultura”, pero es llamativo que entre 2003 y 2017, “con 15 años de crecimiento del PIB, que en promedio fue del 4,34%, la asignación a la cultura haya tenido esas oscilaciones y además nunca haya recuperado los valores previos a la crisis”. No obstante, advierte que “tomar estos datos de ejecución presupuestal como base para hablar de la eficiencia de las políticas culturales sería un error garrafal”, y no hacerlo, “una omisión que quienes hacen gestión cultural no pueden permitirse”.