Hace ocho años Matías Guerreros estaba estudiando Comunicación en la Universidad Católica y había llegado el momento clave de pensar en la tesis. Por aquella época escuchaba bastante la música de Gustavo Pena, alias El Príncipe (1955-2004). Había llegado a su obra gracias al material disponible en Youtube, colgado en su mayoría por la hija del músico, Eli-u. “Entonces, se me ocurrió hacer la tesis sobre El Príncipe. Me contacté con Eli-u –no nos conocíamos personalmente–, nos juntamos en su casa y empezó este proyecto, que al final nunca fue una tesis, porque la sigo debiendo, pero la película está hecha”, cuenta Guerreros, que se refiere a Espíritu inquieto, el documental sobre El Príncipe que se puede ver desde el jueves al domingo en la Sala B del Auditorio Nelly Goitiño, siempre a las 19.00.
Lo que pensado como una tesis iba a llevar un año de trabajo terminó en casi una década, y lo que al principio fue una reunión con la hija del músico para contarle la idea, para ver si la aceptaba y acceder así al material de archivo, terminó en que Eli-u se transformó en codirectora de la película junto con Guerreros, trabajando a la par también en la producción. Desde que falleció El Príncipe su hija se había encargado de hacer un trabajo de archivista, recopilando todo el material que dejó su padre –más de 400 casetes con grabaciones caseras y no tanto– y digitalizándolo, además de bastante material audiovisual –también casero–, de familiares o amigos del músico que lo filmaron en la intimidad de su casa, en una grabación o en una presentación en vivo.
Desde el inicio del documental, en el que aparece El Príncipe saltando una cuerda en la playa como si fuera un niño –dejando claro enseguida lo de espíritu inquieto–, se destaca la gran cantidad de material de archivo casero, que nos muestra no sólo al mito sino a la persona. “¡Ay, qué infierno este gurí!”, dice una tía del músico mientras hace muecas frente a la cámara. “Dicen que desde chiquito me paraba frente a la radio y la abrazaba, pero querían que fuera médico”, cuenta El Príncipe en una entrevista radial, mientras vemos fotos de su infancia. “Mi primera guitarra era de un amigo de mi hermana, una Giannini, brasilera, toda de colores. Un día la dejó, y resulta que la agarré y toqué ‘Don’t Let Me Down’, porque lo había visto a él tocarla mil veces, y me di cuenta de que la guitarra tenía como un idioma”, dice el músico en una entrevista audiovisual en su casa, y así vemos sus gestos y sus expresiones, siempre inquietas y alegres.
Cuando Guerreros se reunió con Eli-u para plantearle la idea, no sabía con la cantidad de material que se iba a encontrar, ni que tenía casi todo el trabajo de digitalización terminado. A su vez, cuando la película estuvo en proceso, la hija de Pena fue reservando material que no está en ningún lado, para que fuera inédito hasta el estreno. Así las cosas, en el documental hay música original de El Príncipe, la mayoría inédita, que dentro de un tiempo verá la luz por fin en dos discos. El primero será la parte “analógica”, con las grabaciones más caseras, a guitarra y voz, tomadas de casetes, y luego la parte “digital”, con grabaciones de mejor calidad, ya de los primeros años del siglo XXI.
El Príncipe por El Príncipe
En Espíritu inquieto el material de archivo se mezcla con fragmentos de entrevistas hechas especialmente para el documental. Realizaron 30, algunas de hasta cuatro horas, pero en el momento de editar y montar el corte final, terminó primando el material de archivo. Guerreros dice que les llevó un tiempo llegar a esa decisión, y que a él le costó bastante “sacrificar entrevistas”, pero ahora cree que el resultado final fue el mejor; que fuera el mismísimo Príncipe el que contara su historia. “No sé para quién hago la música. Sé por qué la hago: porque no puedo parar de hacerla. Es como mi trabajo, mi misión. Es decir, siempre que dejo la música se me vacía todo o me va mal. Con la música puede ser que me vaya mal, pero me siento re bien y la gente también, entonces, me parece que es la forma más útil que tengo de servir a la gente”, decía El Príncipe en una de las entrevistas incluidas en su documental.
Además de familiares de Pena –como su hermana y su hija–, también brindaron testimonio amigos y muchos músicos que tocaron con él o lo conocieron personalmente –como Alberto Mandrake Wolf y Herman Klang–. Guerreros cuenta que hubo amigos o personas cercanas al músico que no quisieron dar su testimonio pero no por ningún problema o diferencia con la idea del documental, sino porque “les movilizaba muchas cosas”.
El codirector dice que luego de ver todo el material descubrió a un personaje “mucho más completo” que el que conoció escuchando y mirando por Youtube. Por ejemplo, destaca algunas de las entrevistas radiales, que demuestran “la claridad” que Pena tenía en sus conceptos. Por eso también tomaron la decisión de dejar que el músico cuente su propia historia, “porque es muy contundente en las cosas que dice”. “Nos parecía que no había que llenar de entrevistas y mostrar a la gente hablando de que El Príncipe pensaba esto o lo otro. Eso lo hace un documental un poco más exigente para el espectador, porque no está toda la información digerida. Cada uno puede ver la película y tener su propia interpretación de cómo era El Príncipe: para algunos podrá haber sido un reventado y para otros un genio o un loco”, señala.
En una de esas entrevistas radiales, que aparece en el documental, se le preguntaba al músico por la dictadura, y él contestaba: “Era una época muy oscura, y mi música no es oscura. Entonces, decían que porque no hablaba de la realidad nacional era un alienado. Pero ellos eran unos imbéciles de la cabeza que nunca existieron, porque estaban más locos que yo. Tengo algunas músicas que hablan de eso, porque en realidad era un testimonio más, como podía ser el de cualquier músico, poeta, escritor, pintor, escultor, bailarín o lo que se le diera la gana”. Luego se escucha a Pena con su guitarra, cantando: “Haceme caso, nena: / no abandones la vereda. / Un auto doblará, / la gente que no es buena / vive bien a su manera / pero es el bien del mal”.
Guerreros dice que mucha gente le pregunta por Eduardo Mateo y hace cierto paralelismo con la vida de El Príncipe. Sostiene que ambos fueron músicos con talentos “impresionantes” a los que en vida “nadie les dio bola”, pero matiza que en el caso de Pena el desconocimiento de su obra se dio “aun más”, ya que Mateo “profundizó mucho más” en géneros como el candombe, que en Uruguay “dan más visibilidad”. Además, señala que Mateo grabó varios discos y artistas grandes como Jaime Roos fueron influenciados por él. “Algunos dicen que ambos eran adelantados, pero en realidad nosotros somos los atrasados, los que llegamos tarde. Y en cuanto a la música, si bien los dos tuvieron cierta influencia de Brasil, sus búsquedas fueron bastante distintas”, indica.
El mismísimo Príncipe, al final del documental, dice: “Mirá, los maestros no son para copiar, sino para saber hasta dónde llegaron y hasta dónde podrás llegar vos. Si sos un poco más audaz, vas a caminar un poco más que tu maestro, pero si a tu maestro lo ves como tu objetivo, bobeás, porque vos no sos tu maestro”.