Mi padre, jubilado bancario, me dijo siempre: “Robar un banco en este país es de lo más sencillo: basta con que hagas todo tranquilamente, dejes la plata en tu casa y no cometas gastos grandes”. La verdad es que nunca lo intenté, pero la ficción de Mercedes Rosende está para contarnos que, si el postulado de mi progenitor no es real, al menos sí hay un imaginario que coincide. Qué ganas de no verte nunca más es la tercera y, por ahora, última entrega de la trilogía de novelas policiales que tienen como protagonista a Úrsula, la adorable y siniestra gorda que vio la luz por primera vez en Mujer equivocada (2011), y que continuó su vida en la enormemente celebrada El miserere de los cocodrilos (2017).

En esta serie de novelas el eje de la acción se concentra en la protagonista, una mujer con sobrepeso pero, sobre todo, con una enorme presión sobre su vida: convive con la soledad y con el fantasma de su padre, que la atormenta tanto como cuando estaba vivo; está siempre a la sombra de su hermana Luz, una hermosa mujer rica que espera el segundo matrimonio y que vive en Carrasco con su vida perfecta; trata de luchar contra los estándares estéticos y patriarcales que la hacen verse como una monstrua, pero sin mucho éxito. Digamos, entonces, que una llamada equivocada que la involucra en un crimen es, para su vida gris de solterona que vive en un apartamento heredado en la Ciudad Vieja, lo mejor que podía pasar. La acción la revive, la empodera, la condena y, al mismo tiempo, la salva.

Aquella Úrsula casi expiatoria que conocimos al inicio crece a lo largo de la trilogía y llega hasta este último libro con mucha fuerza: asesina, cínica, ambiciosa, sin culpas. Las novelas policiales de Rosende son un laberinto que tiene como centro la confluencia de varias temáticas: el machismo, el estereotipo femenino creado por la sociedad capitalista, la corrupción en la Justicia, el narcotráfico, las cárceles, y los garcas locales y su mundillo de matufia montevideana. No hay un eje único para cada novela, y todas tienen su anclaje en el mundo local, cosa que suma un punto de interés a la hora de salir al exterior y ser traducida al alemán o al inglés para una gringada ávida de noir sureño.

El “efecto Úrsula”

Qué ganas de no verte nunca más continúa un episodio de la novela anterior: el del robo a un camión blindado que transportaba billetes. El crimen había sido perpetrado por un abogado corrupto, con la venia de un fiscal, y llevado a cabo por dos presos sacados de las rejas exclusivamente para eso. En esa aventura previa Úrsula le había disparado a uno de los presos y había ayudado al otro, Germán, a escaparse con el dinero. Ahora, entonces, tenemos a un abogado muy enojado, a un convicto en coma por el balazo de la intrépida gorda y a un ladrón temeroso. Todo, o casi todo, bajo el control de la misma Úrsula que en novelas anteriores palpaba un yogurt en la cartera cuando se ponía nerviosa y ahora parece ser la dueña de la telaraña. El camino de lo incorrecto la ha fortalecido.

Hay un secuestro, hay un torturador y asesino que busca redención en la confesión que hace casi siempre en una iglesia de Punta Carretas. Hay acción. Rosende comete un pecado mortal para el panorama de las letras “posmo”: en su novela pasan cosas. Y pasan a un ritmo vertiginoso, llevadero y atrapante. Se trata de la contracara de una película uruguaya. Rosende escribe una miniserie de Netflix, una de esas en las que el espectador dice “bueno, está bien, miro otro capítulo más”, y de repente advierte que en dos horas tiene que entrar a trabajar y la noche se le ha ido tras la huella de la singular protagonista.

Otra de las centralidades que propone la novela de Rosende es la forma en que Montevideo se hace presente, sobre todo la Ciudad Vieja. Montevideo es una postal en blanco y negro en la que podemos encontrar una persistente llovizna, un invierno que no termina de irse y que guarda, entre sus secretos, las formas más variadas de la delincuencia. La ciudad al sur del sur echa por tierra, al menos en la obra de la autora, la quietud de una realidad comarcal. Aquí sí que suceden cosas, pero el asesinato, los movimientos mafiosos, la crueldad y la estafa están bien traducidos a la uruguaya; nada es grandilocuente, nada es como en el cine estadounidense, en el que al menor movimiento de alguien aparecen explosiones, balaceras, edificios caídos. Esta es más bien una crónica roja local, con la particularidad propia de estas latitudes: todo pasa y aquí nadie ve ni vio nada.

Con esta fórmula para crear escenarios, la zona de la Ciudadela y el Puerto se convierte en una tierra que de día alberga yuppies, empresarios, gente que va de un lado a otro escudada en su atención al celular o a sus papeles. Pero de noche aparece la contracara; la tierra desierta de zombis derruidos por la pasta base, o bien las calles vacías y sin eco en las que cualquiera puede ser culpable de lo que se le antoje y nada tiene por qué salir mal si uno es cauteloso.

Cosas de mujeres

La autora traza cada uno de los perfiles de forma meticulosa y, si bien aparecen los inherentes al género, esos arquetipos de habitantes de la novela policial, Rosende hace una traducción y los uruguayiza perfectamente, logrando así una fauna fascinante. Desde luego, el más atractivo es el que logra a través de Úrsula y su efecto, esa manera de que en alguien converjan tantas visiones posibles de la sociedad actual. Desde la compasión por una víctima de las cadenas que hacen este pacto social, hasta la mujer que no duda en apuntarle a alguien con una 38, disparar, inculpar, robar y, por sobre todas las cosas, gozar con ello. Específicamente, en Qué ganas de no verte nunca más se cuela otra arista analizable: el lesbianismo, o la relación de amor lésbico entre dos protagonistas centrales, y la forma en que esto hace barullo en sus objetivos respecto del “caso Úrsula”.

Una escritura cuidada, una manera activa de proponer una trama, una forma muy propia de construir un mundo noir en el panorama uruguayo. Mercedes Rosende sabe, con poética y esgrima, traer la tradición de “lo policial” a la peatonal Sarandí y salir, más que airosa, triunfante. Si este es el final de la trilogía, qué oportuno el primer llamado, que hizo una inescrupulosa y vengativa gorda brava de aquella mujer que ni siquiera quería mirarse al espejo.

Qué ganas de no verte nunca más. De Mercedes Rosende. Montevideo, Planeta, 2019. 320 páginas.