Su primer libro, Biblia, Corán, Tanaj. Tres visiones sobre un mismo Dios, le llevó a Roberto Blatt 20 años de escritura. El resultado, que él llamó su “autobiografía intelectual”, es una obra ambiciosa en la que recorre la historia de las tres grandes religiones monoteístas abrahámicas y sus concepciones del mundo para echar luz sobre los tiempos actuales, y fue un éxito de venta y de crítica. A fines del año pasado, dos años después de su debut, llegó a las librerías uruguayas Historia reciente de la verdad, que se puede leer como una suerte de continuación de la investigación iniciada en el libro anterior y también del impulso inquieto que estaba en su origen.

Entrevistado para esta reseña, Blatt responde, en el mismo sentido, que este último libro “se escribió solo, aprovechando el empuje del anterior” pero que, mientras Biblia... “se centró en el origen abrahámico de la verdad religiosa, trascendental, en Occidente”, el segundo se trata de una reflexión “mucho más subjetiva por tratarse de un fenómeno cercano y en rápida evolución”, que propone “un mapeo histórico más informal sobre la emergencia posterior, también esencialmente occidental, de la verdad terrenal o realismo”. Así, el libro recorre en una serie de capítulos brevísimos y condensados (con títulos como “La invención del pasado y del futuro”, “Internet, ¿acceso al imperio de la verdad?” o “Wikipedia y la necesidad universal de corregir la falsedad”) una serie amplia de problemáticas que tienen como eje el cuestionamiento de la noción de verdad en tanto única y alcanzable, su relación con la opinión (la distinción platónica entre doxa y episteme), el lugar de los medios y, principalmente, de los avances tecnológicos de nuestro siglo.

Para esto, el autor (que originalmente estudió Ciencias Económicas e hizo estudios de posgrado en Filosofía) se sirve de su prosa ágil y de su conocimiento vasto de mundos tan disímiles como el del turismo, la moda, la publicidad, la literatura o el periodismo para buscar en las grietas mismas de esos discursos algo que sirva para explicar fenómenos como las noticias falsas, popularizadas recientemente pero no precisamente nuevas. De este modo, el centro de sus cavilaciones lo ocupa hoy el “impacto disolvente del fenómeno masivo de la posverdad, que sólo es nuevo por su intensidad e inmediatez”, que a Blatt le preocupa por su capacidad de contribuir “a que, al amparo del anonimato, tienda a desaparecer la responsabilidad, sustituida por la denuncia”. No obstante, más allá de estas aseveraciones (que suenan a cosa oída), Blatt se aleja del lugar común, puntualizando que para él la causa de este resurgimiento “generalizado de manipulación y fabulación” es sociopolítica y no tecnológica, aunque admite que las nuevas herramientas digitales contribuyen en gran medida a su dispersión.

En su brevedad, Historia... se presenta como el comienzo de una discusión para la que ofrece muchísimos enfoques y puntos de vista y, de hecho, es su cualidad casi de panfleto lo que lo hace un texto sujeto a la polémica. Uno de los rasgos que más llaman la atención, en este sentido, es la ausencia de definiciones de los términos centrales en la discusión, como “verdad” o “realidad” (y, por qué no, de “realismo”), aunque Blatt tiene también una explicación para esto. En el libro, cuenta, intentó evitar las definiciones de verdad y de realidad, “ya que estos conceptos describen campos de significación y no fenómenos objetivos de naturaleza exterior o interior al observador”, y en consecuencia, entonces, prefirió “enfocar el binomio verdad-realidad como generador de visiones de mundo colectivas que varían según los criterios de verificación empleados”, siempre teniendo en consideración la distinción “entre la verdad revelada considerada de origen divino de las que derivan de la observación de la experiencia científica o periodística y su relación, en general ignorada, con la literatura y las artes, rechazando de paso la oposición habitual entre realidad y ficción”. De esta manera, la “realidad”, no sería para Blatt otra cosa que “el producto de una narrativa que ordena el océano de sucesos que experimentamos: una narrativa regida por criterios compartidos de verdad”, es decir, “el producto verosímil de unos principios consensuados, en general subconscientes, de la verdad”. Con este espíritu decididamente discutidor y político, el grupo de ensayos busca entrar en la conversación en un mundo en el que parece imperar la manoseada (y, en gran medida, incomprendida) frase de Friedrich Nietzsche sobre la inexistencia de hechos, en favor de las interpretaciones.

Consultado acerca de la ruptura de esta noción central para el pensamiento occidental, Blatt se expande en nuestra entrevista y hace un breve repaso histórico. “Tanto el trascendentalismo religioso tradicional”, dice, “como el materialismo del siglo XIX, postulaban, sustentados consciente o inconscientemente en actos de fe, la existencia de verdades absolutas, universales e inmutables. Estas se consideraban reales, aunque inalcanzables para neoplatónicos religiosos o laicos; postergadas a paraísos post mortem para los creyentes justos (y sólo para los de la propia confesión) o a punto de alcanzarse aquí en la Tierra para el cientificismo mecanicista inspirado en Newton y Maxwell”. El cambio, entonces, habría ocurrido cuando, a partir de la segunda mitad del siglo XX, “esas certezas relativistas o deterministas, de escépticos y dogmáticos” se moderaron, “como demuestra la creciente atracción del budismo y su doctrina de la impermanencia, así como las verdades probabilísticas de la física cuántica, la desconocida materia y energía oscura que compondría 95% del cosmos, la indefinición neurológica de la conciencia, los multiversos y la poco intuitiva noción de espacio-tiempo”.

Pero Blatt no deja ahí su reflexión, sino que argumenta que no obstante, más allá del énfasis o la rigidez de sus formulaciones, “la verdad, en todas sus versiones, jamás se manifiesta como relativista o inmutable”, sino, en cambio, “como una práctica social más o menos estable en el contexto de una forma de vida colectiva” a excepción de cuando “el tejido social mismo se disuelve, como sucede hoy en día, en el subjetivismo de las redes sociales”. Es entonces, en medio de esa disolución, parece decirnos Blatt, que se escribe, como queriendo dar sentido, ordenar e iluminar áreas que favorezcan nuevos y más profundos intercambios.

Historia reciente de la verdad. Roberto Blatt. Madrid, Turner, 2018. 128 páginas.