Así como si nada, este año No Te Va Gustar (NTVG) cumple un cuarto de siglo, y en el correr de 2019 lo va a festejar a toda pompa. En marzo editará el disco Otras canciones, que registra versiones unplugged de sus éxitos de casi siempre junto con artistas invitados –ya está disponible por todos lados la versión de “Chau”, con Julieta Venegas– y además se embarcará en una gira homónima que por aquí los traerá en junio, con cuatro fechas en el Auditorio Nacional del SODRE (las entradas ya están a la venta por Tickantel). La frutilla de la torta del festejo es la que nos ocupa hoy: la biografía del grupo, publicada hace pocos días por Planeta –en papel, en Kindle y todo eso– con el nombre Memorias del olvido, título del noveno tema del disco Por lo menos hoy, de 2010.

El libro es “oficial”, según se explica en la contratapa, y esto se nota en detalles como el de no incluir el nombre del autor (el periodista argentino Mateo Crespo) en la tapa, y en el estilo de los paratextos, que es similar a los de los discos y los pósters del grupo. Y así como en los álbumes de NTVG por cuestiones supersticiosas no hay canción 13, aquí tampoco hay un capítulo con ese número. Pero, sobre todo, se nota en la calidad material del libro, acorde a la cuidada profesionalidad de la banda en todos los aspectos: 450 páginas de papel de alta calidad, de ese satinado y brilloso que dan ganas de olerlo, y muchas fotos.

Para dar vida al libro Crespo hizo un trabajo de dos años durante los cuales compartió giras, shows, asados, ensayos, etcétera y entrevistó a casi todos los músicos de la banda –los de ayer, hoy y siempre–, además de a los asistentes, técnicos, productores, sonidistas, algunos periodistas –como Mario Pergolini, que los supo difundir mucho en la vecina orilla– y varios de los colegas músicos con los que compartieron escenario, como Ruben Rada y Hugo Fattoruso, por ejemplo.

El gran testimonio ausente es el de Pablo Chamaco Abdala, ex baterista y parte de la santísima trinidad fundadora del grupo, junto con el bajista Mateo Moreno y el cantante, guitarrista y principal compositor, Emiliano Brancciari, que es el único que se mantuvo durante los 25 años de la banda. Su ausencia es una pena porque en realidad está presente gracias a los testimonios de los demás y por momentos hace falta –y da curiosidad– conocer su visión sobre algún que otro intríngulis. En una entrevista en enero con el diario Clarín, Emiliano contó cómo le cayó la negativa de brindar testimonio del baterista y fundador: “Al principio, raro. Lo hablé con él y me dijo que no tenía ganas, que le generaba dolor. Está en todo su derecho de no hacerlo y como lo siento como mi hermano, lo respeto. En estos 25 años, los que se fueron no les pusieron palos en la rueda a los que nos quedamos. Esa es una de nuestras reglas y él la cumplió”.

En primera persona

En Memorias del olvido la mayoría de los testimonios están citados textualmente, lo que la convierte en una biografía en primera persona, en la que los protagonistas y actores secundarios van armando el puzle de la rica historia de la banda, a la que no le faltó ni le falta nada –de lo bueno, de lo malo y de lo muy feo–, sin ningún tipo de tapujos. Es así que por fin queda bastante claro el motivo de la ida de Abdala y Moreno –no vamos a spoilear– y nos enteramos de la particular interna de la banda, que se mueve con un engranaje al que llaman “la burleta”, que los hace tirarse dardos ácidos a placer y mandarse bromas densas, como aquella que sufrió Emiliano en pleno show en Alemania, que lo llevó a descubrir demasiado tarde que eso que estaba tomando en una botellita no era cerveza sino pis.

El desparpajo para las anécdotas también está presente a la hora de hablar de drogas con la misma ausencia de tapujos. Para muestra, una cita textual de Moreno de las primeras páginas: “La primera vez que tomé cocaína me pusieron una montaña adelante y yo pensaba que era algo normal [...]. Fuimos con Gaby, mi amigo de toda la vida, al departamento de uno de los de la barra en el mismo complejo. Cuando entramos vi una montaña blanca arriba de la mesa. Ya conocíamos la marihuana pero nunca habíamos visto cocaína. Todos tomaban de ahí, aunque no entendíamos qué era. Probamos, y en un principio no sentí nada. Había baile en la calle y al final nos quedamos con Gaby hasta el amanecer, horas y horas hablando al mismo tiempo, de parados, creyendo que no nos pasaba nada raro”.

El objetivo del libro –contar la historia de la banda– se logró con creces. Crespo se mandó un texto ameno, de escritura prolija y correcta, en el que los testimonios se mechan con algunas notas de prensa sobre los recitales e información y anécdotas de los infinitos lugares en los que tocaron –llevan más de 1.300 conciertos–. Dicho esto, si bien está claro que no era la idea principal, quizás al libro le podría haber venido bien algún análisis más profundo sobre las canciones, sin llegar a un bodrio musicológico, ya que las partes dedicadas a diseccionar cada disco –ya sea en letra o música– no son de más de una página. De todas formas, sería injusto tirar abajo el libro por lo que no tiene.

Ahora bien, más allá de todo, hay algo que sí se desprende del libro y, si pecamos de chovinistas y neuróticos, nos puede hacer ruido: ¿por qué la biografía de “la banda más importante del rock uruguayo” –otra cosa que dice la contratapa– la escribió un argentino? Dejando de lado cualquier cuestión camisetera –pero no la neurosis–, por momentos resulta muy extraño leer “secundario” en vez de “liceo” y acotaciones como que Pocitos es “una de las zonas costeras más acomodadas de Montevideo” y Ciudad Vieja es “una zona gris de juzgados y oficinas”. Quizá esa elección tenga relación con una cuestión de mercado y de que NTVG tiene la mayor cantidad de público en Argentina –como se sabe, allá llenan estadios–, y con que Planeta es una editorial internacional, por lo tanto debe de querer vender tantos libros como le sea posible en todos lados. O, simplemente –y es lo más probable– a la banda le cayó bien el periodista y sus integrantes se sintieron cómodos con su forma de trabajar, más allá de que haya nacido en Argentina, Nigeria o Tacuarembó.

Memorias del olvido. No Te Va Gustar. Planeta, 2019. 450 páginas.