La expresión too big to fail (“demasiado grande para fracasar”) se utiliza para describir a las instituciones financieras que son tan monumentales y están tan interconectadas que su caída sería catastrófica para todo el sistema económico. La llegada del cierre virtual del enorme arco del Universo Cinematográfico Marvel, más allá de que reste una película de Spider-Man para el cierre oficial, es una suerte de too big to fail.

22 películas y 11 años atrás, Marvel Entertainment comenzó con un film (Iron Man, Jon Favreau, 2008) y un sueño: controlar sus propiedades intelectuales y hacer más dinero por su explotación en la gran pantalla. Lo logró gracias a un comienzo apabullante que incluyó, además de la mencionada, a Thor (Kenneth Branagh, 2011), Captain America: The First Avenger (Joe Johnston, 2011) y Avengers (Joss Whedon, 2012).

Semejantes éxitos camuflaban otros títulos fallidos, que de todos modos eran una fuente confiable de entretenimiento superheroico (The Incredible Hulk, 2008; Iron Man 2, 2010). Para entonces Marvel Studios no solamente era el modelo a seguir en Hollywood, sino que cualquier intento de construir una franquicia era visto con malos ojos. Con seis títulos (el sexto recaudó 1.500 millones de dólares), esta historia gigantesca que comenzaba a vislumbrar la aparición de un malvado villano de fondo ya parecía “demasiado grande para fracasar”.

Equipo que gana no se toca

Entre 2013 y 2016 se tomaron pocos riesgos, pero es difícil echarle la culpa a una fábrica inefable de hits. Shane Black osó jugar al Mago de Oz con el antagonista de Iron Man 3 y hay internautas que todavía no se lo perdonan. Thor volvió con gusto a poco y el Capitán América lo hizo en gran forma, pero la taquilla los abrazó a ambos. Mientras Guardians of the Galaxy (James Gunn, 2014) terminaba de atiborrar al marvelverso de protagonistas listillos, al menos sacaba la historia de la Tierra y le ponía más color que todas las películas de DC juntas. El debut de Ant-Man apostó a una aventura más pequeña, y el regreso de los Vengadores no estuvo a la altura de las circunstancias, pero es difícil discutir contra 1.400 millones de dólares. Así se iba la llamada Fase Dos.

La Fase Tres trajo el necesario refresco a una franquicia que empezaba a verse encorsetada por la necesidad de mover ciertas piezas (o gemas) para concretar los planos del villano misterioso, que a esa altura se había revelado como el poderoso Thanos. Captain America: Civil War (Anthony y Joe Russo, 2016) coronó a sus directores en eso del cine de acción y los dejó de cara a sus dos proyectos siguientes (las dos de Avengers). La llegada de Doctor Strange puso énfasis en la magia y poco más, mientras que la segunda aventura de los Guardianes de la Galaxia fue más de lo mismo, dicho esto en los mejores términos.

Faltaba, sin embargo, una señal de que se podía contar otra clase de historias, o al menos las mismas con diferentes puntos de vista. Y el triple golpe de Spider-Man Homecoming (Jon Watts, 2017), Thor: Ragnarok (Taika Waititi, 2017) y Black Panther (Ryan Coogler, 2018) demostró que a veces es necesario salir de la zona de confort. Ant-Man and the Wasp (Peyton Reed, 2018) trajo una nueva dosis de humor y Captain Marvel (Anna Boden y Ryan Fleck) se acordó de que las mujeres también pueden protagonizar películas.

Es Thanos como queremos

De esta manera llegamos a la película que en sus primeros días de exhibición ya está rompiendo todos los récords. Pero para hablar de ella es necesario hablar de Avengers: Infinity War (Anthony y Joe Russo, 2018), que en la práctica es la primera mitad de una gran historia de cinco horas y media.

Resulta que Thanos, el tirano cósmico, llevaba años en busca de las seis Gemas del Infinito, unas piedras preciosas que dotan de un poder infinito a quien las junte. Pues sucede que nuestros queridos superhéroes se toparon con varias de esas gemas, por lo general sin ser conscientes de lo que tenían entre manos, o en la frente. Y un día, más precisamente hace 12 meses, Thanos decidió que era el momento de dar el gran golpe y armar el pack de joyas multicolores.

Para colaborar con esta tarea convocó a unos patiños de nombres impronunciables, personalidades inexistentes y flojos diseños, que comenzaron esta búsqueda del tesoro. Claro que no contaban con que 18 películas anteriores habían generado decenas de supertipos dispuestos a hacerles frente.

Avengers: Infinity War tenía las características del típico crossover que tanto Marvel como su Distinguida Competencia realizan periódicamente, en especial durante el verano boreal: los personajes más destacados se dividen en grupos, encaran distintas misiones y patean el trasero de los malos de turno. Esto en el cine no funcionó tan bien como en el papel, con demasiados muñequitos que recibían muy poco tiempo en pantalla por cabeza y combates numerosos que acentuaban el vacío emocional de gran parte de la historia.

Lo que más resonó entre el público, por lo íntimo y por lo inesperado (salvo que fueras comiquero), fue el cierre de la película. En un par de rounds finales, Thanos despacha a los superhéroes más destacados, completa el set y de un chasquido hace desaparecer a la mitad de la vida del universo. Algunos de los protagonistas se convierten en polvillo delante de sus colegas, al tiempo que Thanos se retira, victorioso. Fin. A esperar 12 meses.

Ahora sí... ¡sin spoilers!

De esta forma llegó Avengers: Endgame, cuarta película de los Avengers y cuarta de los hermanos Anthony y Joe. Con un aparato de marketing inmenso, un secretismo extremo y millones de espectadores dispuestos a pasarse tres horas sin ir al baño con tal de presenciar el fin de esta historia y el fin de 11 años de aventuras, lo primero que hay que decir es que el resultado es ampliamente satisfactorio, especialmente si uno hace como Donald Trump: se relaja y se deja manipular por los Russo.

Comencemos por lo negativo, que es lo más corto: si Infinity War era un film inconcebible separado de lo que vino antes, aquí esto es aun más evidente. No sólo por ser una continuación directa, sino porque se remite a numerosos episodios anteriores como nunca en la historia de esta saga. No es necesario tener una memoria fotográfica para disfrutar de algunas escenas, pero si viste el material referenciado el disfrute es mucho mayor. Y sí, hay huecos en la trama por donde pasaría Galactus, pero ninguno que distraiga lo suficiente.

Ahora sí, pasemos al espectáculo. Hay un gran responsable de que esta entrega de la saga sea mucho más entretenida y emotiva que la anterior: el mismísimo Thanos. Su chasquido mágico fue tan atinado, que “perdonó” a los miembros originales de los Vengadores: Iron Man, Capitán América, Thor, Hulk, Viuda Negra y Ojo de Halcón. ¡Eso es puntería!

Y la puntería permite que la gran parte de las tres horas esté centrada en ellos seis, con la ayuda de personajes que se perdieron la anterior (Capitana Marvel, Ant-Man) o que también zafaron y aportarán sus conocimientos o su fuerza bruta (War Machine, Nebula, Rocket Racoon). Tranquilos, estaban todos en los tráilers.

La acción comienza en un mundo golpeado por las consecuencias de la mano dura de Thanos. Sin embargo, incluso en 181 minutos no hay mucho tiempo para seguir las reacciones de la gente común. Si los superhéroes de Marvel supieron ser más humanos que los íconos inalcanzables de DC (un extraterrestre, una amazona, un millonario), en el cine ambos han ignorado de igual forma al hombre de la calle.

Por suerte con la angustia de los Vengadores es más que suficiente, y motivará su deseo de venganza contra quien les arruinó la existencia (o la mitad de ella) y las ansias de corregir el universo, de deschasquidizarlo.

De eso y otras muchas cosas más se trata la película, y los productores se encargaron de reservarlas para el momento en el que se apaguen las luces de la sala y comience la función.

Algo me podrás contar

Endgame es, sin lugar a dudas, el fin de una era. No solamente por lo que significa fuera de la pantalla, sino por lo que ocurre dentro de ella. Se resuelven conflictos, se saldan cuentas pendientes y se cierra el gran plan maestro que fue armándose un poco gracias a la casualidad y otro poco gracias a la fuerza de la aceptación global.

Los guionistas Christopher Markus y Stephen McFeely sabían lo importante de este episodio y se encargaron de reservar momentos para cada uno de los personajes principales y sus colaboradores cercanos, y los directores tomaron el guion y propiciaron que algunos de esos momentos fueran momentazos, incluyendo uno esperado desde hace casi una década, y otro que provoca el nerdgasmo (o geekgasmo, para hablar de forma más correcta) más fuerte de las 22 películas. Y se la peleo a cualquiera.

Aquellos fanáticos de las batallas multitudinarias con centenares de macaquitos peleándose allá a lo lejos tendrán su momento de gloria, pero por suerte es sólo una pequeña parte de una gran historia. Todo está en función de mostrarnos por qué en el siglo XXI esta gente que se juega la ropa por el bienestar mundial es más popular que nunca. Justamente por eso, porque se juega la ropa por el bienestar mundial.

En los mencionados crossovers de los cómics, los editores de Marvel tenían el latiguillo de decir que después de tal o cual historia “el Universo Marvel ya no volverá a ser el mismo”. Por lo general, Spider-Man conseguía un traje de otro color y Cíclope dejaba los X-Men por unos meses. Pues cuando terminen de pasar los títulos de Avengers: Endgame y se enciendan las luces de la sala, todos sabrán que el Universo Cinematográfico Marvel ya no volverá a ser el mismo. Ni cerca.