En su estudio-oficina, Luciano Supervielle termina de afinar detalles de La esfera, concierto para orquesta y electrónica, la nueva obra musical que presentará el viernes 3 y sábado 4 de mayo en la sala principal del teatro Solís, y que será registrada para ver la luz en CD. En medio del trabajo, el músico fue interrumpido por la diaria para conversar sobre su nuevo proyecto como solista, pero también sobre sus otros quioscos musicales, los del pasado (Plátano Macho) y los de casi siempre (Bajofondo).
Hace unas semanas colgaste en Facebook el video de “Pendeja”, de Plátano Macho, porque cumplió 20 años. Escribiste que fue una “gran época” de la escena musical y que muchas cosas han cambiado, ya que sería “impensable” hacer una letra así hoy en día. ¿Qué reflexión hacés sobre la canción?
Que por suerte hoy una letra así es inviable. Tampoco es que me avergüence de ese momento, porque era otro contexto. En ese momento no era agresivo para las mujeres decirlo de esa manera, hoy sí sería muy agresivo. El “no seas pendeja” y todo eso es muy denigrante si lo tomás literal, pero en esa época era como un chiste, era más gracioso que otra cosa. Este debate es histórico. Cuando pasen algunos años se van a poner en contexto varias de las cosas que están pasando ahora, no sólo con respecto a la mujer sino con la discriminación y la inclusión. Obviamente, en el debate siempre hay excesos para los dos lados. Cuando hay cambios grandes de paradigma, siempre se generan excesos, pero lo que va a trascender es muy importante. Hay cosas que ya no tienen vuelta atrás. No digo que en ese momento no haya habido alguien que la haya criticado [a “Pendeja”] por machista, pero evidentemente tenía un significado que no es el mismo que tendría ahora.
Estaban provocando, como El Peyote Asesino.
Sí, pero provocábamos de muchas maneras. Pero, volviendo a lo anterior, hay muchas conductas que tenemos asimiladas hoy en día que dentro de unos años también van a a ser absolutamente inaceptables. La sociedad es mejor ahora. Por ejemplo, la relación con el cigarrillo. Hoy en día ves a una mamá fumando con un bebé en brazos y es difícil de ver, pero hace 20 años era normal. Entonces, me parece que hay que poner las cosas en contexto.
Yo viví bastante en Francia, y allá el debate sobre el racismo siempre estuvo muchísimo más avanzado que acá –lo que no quiere decir que no haya racismo, hay mucho–. En los 90 ya me chocaban mucho los chistes de negros, que acá eran una cosa absolutamente integrada, pero hoy en día ya no. Se siguen escuchando hinchadas que gritan “son todos negros, son todos putos”, pero ya es más una cosa del pasado.
¿Cómo ves la movida actual del hip hop uruguayo?
Desde hace algunos años que hay una vuelta fuerte de la cultura del hip hop a nivel global. Yo siempre lo tuve integrado a mi paisaje sonoro, pero al mismo tiempo siempre me consideré un visitante del género, salvo, puntualmente, en la época de Plátano Macho, cuando estábamos más metidos y pertenecíamos a la escena del hip hop de Montevideo. Cuando se terminó la banda y empecé a hacer otras cosas, el hip hop era parte de mis influencias, pero lo vi medio de afuera. A fines de los 90 se agotó y se volvió el mainstream, se desprestigió mucho a nivel artístico, pero ha vuelto a ser lo que era, un género de mucha vanguardia. Puntualmente, lo que está pasando acá está buenísimo y es mérito de los artistas que hay. Sin comparar a nivel de calidad artística, creo que ahora hay una mayor madurez en cuanto al lenguaje del hip hop uruguayo, en el sentido de que existe una tradición y hay distintas corrientes y una identidad mucho más solida. Nuestra generación estaba mucho más agarrada de las influencias de afuera.
Hace dos años, en una entrevista, me comentaste que con Bajofondo estaban terminando el cuarto álbum (sin contar remixes ni discos paralelos). ¿En qué está eso?
Venimos de un parate muy largo, más de tres años de tocar muy puntualmente. Cortamos con todas las giras y fue un tiempo que nos sirvió. Por distintas razones, personales y profesionales, hicimos un parate fuerte, y hace un año y medio que estamos laburando este disco nuevo que está por salir, se llama Aura, y lo vamos a presentar en octubre o noviembre.
¿De qué viene, musicalmente?
Todavía lo estamos terminando de asimilar. Muchas veces pasa que recién cuando sale el disco lo terminás de comprender realmente. Muy subjetivamente, te diría que es un disco más rockero, o, en todo caso, menos electrónico, utilizando al máximo los elementos que hemos “inventado” dentro del estilo de Bajofondo. El tango está presente, pero nunca literal, siempre en una manera muy “bajofondera”. Y en cuanto a nivel de samples, o no está, o está en un segundo plano.
Cuando empezaron con Bajofondo, mezclar tango con electrónica podría perecer novedoso, pero hoy ya no.
Ya en el segundo disco [Mar dulce, de 2007] nos cansamos mucho del mote “tango electrónico”. Si bien el primer álbum [Bajofondo Tango Club, de 2002] es claramente de eso, y fue el momento en el que se hizo grande ese subgénero dentro de la música electrónica en muchos lugares –no sólo en el Río de la Plata, sino en Francia y Europa en general–, nosotros nos quisimos alejar rápidamente de ese mote porque el segundo disco ya es mucho más que tango electrónico: tiene rock, folclore, etcétera. Poco a poco empezamos a alzar la bandera de que nuestro estilo era “Bajofondo”. De todos modos, cuando hacés música no te preocupás tanto por el estilo que estás haciendo. Esa es la realidad. Siempre quisimos hacer un estilo personal.
¿De qué se trata La esfera, el espectáculo que vas a presentar?
La música clásica también es parte de mi vida. La estudié muchos años y escuché mucha música clásica. Entonces, el concepto bajofondero de ir a buscar nuestra identidad propia lo traslado a mi bagaje relacionado con la música clásica, que es fuerte; sin embargo, no pertenezco a la escena ni soy compositor de música clásica. Esta obra es difícil de definir. Es un estilo propio que mezcla mis grandes influencias. Yo me considero más un músico que viene del hip hop, que es el lugar en el que me siento más cómodo y, a su vez, como te decía recién, tampoco me siento un músico de hip hop. Trato de tener un sonido propio. Es una búsqueda, tiene un fuerte componente de experimentación. Esto es como un momento de conclusión de todo una etapa mía; empezó con mi disco anterior, Suite para piano y pulso velado [2016], que es una colección de breves piezas que tiran distintas ideas y buscan puntos de encuentro entre un lenguaje más clásico y el hip hop o la música electrónica.
¿Qué me podés decir de la obra en sí?
Tiene la intención de llevar al lenguaje de la orquesta un montón de recursos creativos y técnicos que me vienen a mí del hip hop, es decir, utilizar la orquesta como si fuera un sample, pero los samples son de música original, o generar hipnotismo rítmico por medio de la repetición. Todo eso interactuando con la orquesta, ese es el desafío. La música es toda original mía; tiene tres movimientos, y la estructura la basé en un poema que fue escrito por mi tío bisabuelo, Jules Supervielle, que pertenece a la literatura francesa pero es nacido en Uruguay. Es un poema que tiene muchos recursos de la poesía más clásica, pero también tiene otros recursos, muy vanguardistas para la época en que fue escrita; entonces, para mí fue un puntapié conceptual. Es un poema que habla sobre el viaje, y la esfera es un cúmulo de paisajes que se van absorbiendo.
La esfera
Enroscado en tus aromas, bella tierra giratoria,
Estoy envuelto en recuerdos emigrantes,
Y mi corazón, liberado de miedosas ataduras
Se propaga, rebosante de bienestar y devenir.
Bajo la fascinación de las fuentes y las grutas
Me construyo una primavera de ciudades y montes
Y paso de la alondra a las algas marinas
Como en una flauta se va de nota en nota.
Tiño de azul, fluvial, la grama de mis días,
Narro el nevado señuelo de la Montaña
A las colinas que llegan a mis pies de terciopelo
Mientras que las aldeas descienden de los campos.
Y como un reluciente compendio de las estaciones,
Mi corazón descubre en sí trópicos y banquisas
Viajando de isla en cabo y de puerto en sorpresa
Desenreda una íntima madeja de horizontes.
Jules Supervielle