Fue hace exactamente 20 años, con el lanzamiento de Frontera, su quinto disco –si no se cuenta la banda sonora de la película Retrato de mujer con hombre al fondo–, que Jorge Drexler terminó de desmarcarse del resto de la música uruguaya y se catapultó como un género en sí mismo; identificable, antes que nada, por su voz, a un paso del susurro, y la mezcla de raíces musicales criollas, a veces con guiños abrasilerados y siempre con un barniz pop; y por sus letras, que le buscan otra vuelta a frases y palabras cotidianas, que desprenden un optimismo fuera de los cánones de la uruguayez promedio y que cabalgan sobre melodías que se pegan al oído como el oso pardo a la miel. Si bien desde mediados de los 90 el cantautor había empezado su carrera en España –donde todavía reside–, por consejo de Joaquín Sabina fue con Frontera que mostró su pasaporte musical por acá, por allá y por todos lados.

El disco fue producido por Carlos Casacuberta y Juan Campodónico (ambos de Peyote Asesino, por si hace falta aclarar) y tuvo como primer corte de difusión, con su correspondiente colorido y divertido videoclip –en aquella lejana época en la que la cadena MTV tenía peso– el tema que dio nombre al disco. “Yo no sé de dónde soy, / mi casa está en la frontera, / y las fronteras se mueven / como las banderas”, cantaba Drexler, en una canción que rítmicamente es una chamarrita –el bordoneo de la introducción nunca admitió lugar a dudas–, mezclada con melodías pop –como el corito “oh oh”–. Pero en ese disco también hubo lugar para cosas más raras y experimentales, como “Memoria del cuero”, un candombe viajero y denso, que desbordaba una clara influencia de Jaime Roos y de Eduardo Mateo. Y, hablando de nombres grandes de la música de este país, Drexler nunca fue bobo a la hora de codearse con colegas. Por ejemplo, en Frontera tocan, entre otros, Jorge Galemire y Eduardo Toto Méndez.

Luego vinieron discos igual de buenos y exitosos, como Sea (2001), que arrancaba con “El pianista del gueto de Varsovia”, y su pulso reggae-electrónico. Allí estaba el folk modernoso con coro seudomurguero de “Sea”, que se convirtió en uno de sus máximos hits, con el simple pero efectivo mantra “y que sea lo que sea”; así como también “Horas”, con su famoso “horas, horas, / colgados como dos computadoras”, y la fresca y popera “Me haces bien”. En el siguiente álbum, Eco (2004), siguió en su nivel, y rompió todo con “Todo se transforma”, en la que transformó el concepto de la ley de conservación de la materia de Lavoisier en un compendio de vivencias cotidianas que confluyen en una historia de amor: “Tu beso se hizo calor, / luego el calor movimiento. / Luego gota de sudor, / que se hizo vapor, luego viento. / Que en un rincón de la Rioja / movió el aspa de un molino, / mientras se pisaba el vino / que bebió tu boca roja”. Como siempre, a bordo de ese tren ansioso de recorrer caminos modernosos, en Eco apareció la bajofondera “Se va, se va, se fue”, que cuenta con Fernando Cabrera como invitado.

Fue un año después, en 2005, cuando Drexler guardó en su bolsillo un premio Oscar –el primero y único a un uruguayo, en algo así como un maracanazo artístico–. “Al otro lado del río”, de la banda sonora de la película Diarios de motocicleta (Walter Salles, 2004), ganó el premio de la Academia como “mejor canción original”, galardón que antes supo llevarse gente de la talla de Bob Dylan, Elton John, Stevie Wonder y Bruce Springsteen. Todos recordamos aquella ceremonia de los Oscar, en la que Drexler, al ganar, en vez de hacer un discurso cantó un par de versos de su canción, a capela, como protesta, ya que a la Academia le había parecido mejor que en el evento el tema fuera interpretado por Carlos Santana y Antonio Banderas, vaya a saber por qué.

En su último disco, Salvavidas de hielo (2017), hay un Drexler despojado, con poco más que guitarra –incluso usando ese instrumento como percusión– y voces, pero, como siempre, con invitados : Julieta Venegas (en “Abracadabras”) y Natalia Lafourcade (en la que da nombre al disco), por ejemplo. Gracias a ese álbum siguió sumando premios para la repisa de su casa, y en la edición 2018 de los Grammy latinos arrasó con tres galardones: la canción “Telefonía”, pornográficamente drexleriana, se llevó el premio “mejor canción” y “mejor grabación del año”, y Salvavidas de hielo, “mejor álbum de cantautor”.

Hoy y mañana el músico vuelve a Montevideo con su espectáculo Silente, en uno de los formatos que mejor le calzan, más cerca de ese último disco, solo con guitarra y voz, más algunos artilugios que le hacen salir y al mismo tiempo entrar a la música e interactuar con el público. “El silencio como materia prima, / la canción tal cual llegó a este mundo, / un infinito entero en un segundo, / una guitarra, un verso, una tarima”, son los versos que eligió el cantautor para contar de qué van sus dos conciertos, que tendrán lugar en el Auditorio del SODRE, y para los que, por si quedan dudas de su éxito y su actualidad, ya no queda ni media entrada.