No hay que ser un genio de la interpretación para percibir en la obra de José Pedro Charlo (Montevideo, 1953) una voluntad de recuperación de la historia de los procesos sociales y políticos del Uruguay de la segunda mitad del siglo XX. A través de sus trabajos, centrados a veces en cierto protagonista y otras veces en ciertos hechos, es posible repasar los acontecimientos anteriores al golpe de Estado de 1973, así como las circunstancias derivadas de ese golpe. Héctor, el tejedor (2000, en coautoría con Universindo Rodríguez Díaz) recuperaba la figura del obrero textil y dirigente sindical Héctor Rodríguez, fundador de la CNT y del Frente Amplio; A las cinco en punto (2004) registraba los 15 días de huelga general que siguieron al golpe de Estado; El círculo (2008) se volcaba hacia la figura de Henry Engler, dirigente tupamaro y uno de los nueve rehenes de la dictadura; El almanaque (2012) contaba el recurso de supervivencia en la cárcel de Jorge Tiscornia, otro preso político; La cueva del león (2013), dedicada a León Duarte, dirigente histórico del sindicato de Funsa, formó parte de la película Huellas, que reunía cortometrajes de diez minutos de siete realizadores uruguayos, a 40 años del golpe de 1973. Por último, en Trazos familiares (2018), Charlo contaba la peripecia de tres familias uruguayas afectadas por la dictadura, la cárcel y el exilio.

Ahora es el turno de Wladimir Turiansky (1927-2015), ingeniero industrial, dirigente del sindicato de UTE, fundador y vicepresidente de la Convención Nacional de Trabajo (CNT). Charlo lo describe al comienzo de la obra como “un protagonista principal del proceso de unificación del movimiento sindical y social en el Uruguay”. El planteo del documental es tan simple y directo como el título: vemos a Turiansky, ya veterano, sentado en el estudio, y escuchamos a Charlo explicando que lo había entrevistado antes varias veces, cuando su amigo Universindo Rodríguez (1951-2012; maestro e historiador, preso político secuestrado en Porto Alegre y conducido a Uruguay en 1978) reunía material para una historia del movimiento sindical. “La actitud de Turiansky siempre era calma, respetuosa; sabía lo que representaba y medía sus palabras”, dice al comienzo. Luego, en conversación con la diaria, el realizador explicará que encontró en Turiansky a “uno de los mejores exponentes de una generación excepcional en la que se destacaban unos cuantos obreros-intelectuales”. Gente, dice, “que fue capaz de tener una mirada larga y construyó herramientas unitarias. Eran de distintas corrientes político-ideológicas y sin embargo lograron matrizar algo en común”.

El trabajo con Turiansky duró mucho tiempo, e incluyó varias entrevistas en distintos escenarios –su domicilio, la sede del PIT-CNT, la vieja central Calcagno de UTE, la sede del Frente Amplio–, además de material de archivo recopilado amorosamente a partir del acervo documental reunido en diversos sitios. Así, al ritmo de la conversación vemos correr las publicaciones de prensa que respaldan y completan el relato del entrevistado, escuchamos su voz mientras la cámara se detiene en las fotos familiares, y entendemos que entre Turiansky y Charlo hay, además de un lenguaje político común, que hablan los que conocieron la militancia y sus consecuencias, un afán compartido por registrar la historia, por hacerle preguntas y provocarla con respuestas.

Wladimir Turiansky nació en Montevideo, hijo de padres rusos que habían llegado a la Argentina siendo niños, arrastrados por sus familias, que escapaban de la guerra. Eran comunistas, como tantos inmigrantes llegados en esa época, y vivían entre las dos orillas del Río de la Plata. Quiso la suerte que Wladimir naciera en Montevideo, pero a él también le tocaría tener dos patrias. Conoció a la que sería su compañera en Buenos Aires. Ella era argentina y militante comunista, y esa combinación de circunstancias hizo que se le negara la ciudadanía uruguaya en 1963, cuando el matrimonio llevaba ya mucho tiempo viviendo en Montevideo, y que la dictadura la expulsara del país. Wladimir, para esa época, ya estaba preso. Electo diputado por el Frente Amplio en 1971, era el único legislador preso cuando terminó la dictadura. Fue liberado el 1º de marzo de 1985, el mismo día en que Julio María Sanguinetti asumía la presidencia de la república. Había pasado diez años en la cárcel.

El trabajo documental de Charlo puede leerse a varios niveles, pero hay dos que son obvios: por un lado, el diálogo que efectivamente construye con Turiansky, el repaso de su vida y el análisis de las circunstancias históricas que le tocó atravesar, y, por otro, el que las imágenes van mostrando, que obligan al espectador a construir el diálogo entre la realidad social referida y la que todos habitamos hoy. Es especialmente eficaz el recurso de hacer pasar las páginas de la prensa escrita de las décadas del 50, 60 y 70, y especialmente removedor visitar, junto a las cámaras y los protagonistas, la vieja central Calcagno (hoy reciclada parcialmente como centro deportivo), abandonada y cubierta por la maleza.

Turiansky fue un protagonista de la construcción de la unidad sindical que culminó en la fundación, en 1964, de la CNT. Participó también en el Congreso del Pueblo, celebrado al año siguiente, y estuvo entre los fundadores del Frente Amplio. Su memoria pasea por las huelgas históricas (incluyendo el paro de los trabajadores de UTE de agosto de 1959, con ocupación de las instalaciones y corte de los servicios) y reflexiona acerca de las conquistas, pero también se pregunta por los errores y piensa en las formas de seguir buscando un gran acuerdo que, antes que nada, deberá responder a la pregunta de si cuestionamos o no el orden social existente, “de injusticia plenamente probada”.

“Trato de aproximar la mirada a las cosas que me interesan y que, me parece, son de interés para otros”, explica Charlo a la diaria. “En un sentido amplio, me oriento hacia la vida y la historia de los trabajadores, los sectores sociales más humildes, a la lucha por la dignidad. Y ahí encontrás grandes y pequeñas gestas: la huelga general o un coro de la tercera edad en Casavalle. Es una forma de entender el trabajo de la memoria”.

Desde hoy, Conversaciones con Turiansky se puede ver en Cinemateca y en la Sala B-Auditorio Nelly Goitiño.