El vasto, cascoteado y mercachifle mundo editorial depara, dos por tres, alguna sorpresa atendible, de esas que merecen el interés no sólo de los pescadores de perlas sino de todo aquel lector preocupado por interpretar su tiempo y su circunstancia histórica, de la mano –de la lectura– de quienes dedicaron no sólo varios años sino su vida entera a comprenderlos. Así, entre best seller de estación, autobiografías de líderes del momento y toda la parafernalia dispuesta para satisfacer el consumo inmediato –futuro papel triturado en los pisos de las propias editoriales que los alumbraron–, aparecen algunos libros poderosos. No ocurre muy seguido pero pasa. La libertad de ser libres, un ensayo de Hannah Arendt hasta ahora inédito en español, es uno de esos casos que, al ser impulsado desde el universo editorial al llano que ocupan los lectores de a pie, deja patente su doble condición de (bienvenida) rareza: en esta centuria deslucida presenta el nuevo texto de una autora fallecida más de 40 años atrás y, especialmente, se constituye en un poderoso escrito que cuestiona, desde su redacción en el pasado, nuestro presente.

La inquietud de pensar

Autora de algunos libros claves del siglo XX, en ocasiones más citados que leídos –Los orígenes del totalitarismo (1951), La condición humana (1958) y Sobre la violencia (1970)–, Hannah Arendt (nacida en Hannover en 1906, muerta en Nueva York en 1975) fue mucho más que una filósofa (término que ella prefería que no se le aplicase) de origen judío, y una atenta testigo de los vaivenes que la Segunda Guerra Mundial le impusieron a Europa y al mundo todo, encarcelada, perseguida y apátrida hasta que se nacionalizó estadounidense en 1951. Esta mujer valiente y pertinaz –su libro Eichmann en Jerusalén (1963), en el que acuñó la ya célebre expresión “la banalidad del mal”, le valió el rechazo de una parte importante de la comunidad judía, especialmente a raíz de su cuestionamiento al accionar de los consejos judíos en la Segunda Guerra Mundial– hizo del acto de pensar, y por ende de reflexionar en forma escrita, la razón central de su existencia. Ante su atenta mirada, temas como la tensión poder/libertad, el totalitarismo, la religión, la democracia y el rol del Estado se convirtieron en materia permanente de análisis que sedimenta el pensamiento filosófico contemporáneo.

Revoluciones

Para aproximarse a la cuestión de la libertad del individuo como eje de la existencia personal, en La libertad de ser libres Arendt hunde el estilete de su visión en el concepto de “revolución”, entendido como el quiebre que produce una fuerza ante el poder establecido y sus eventuales consecuencias. Para ello, enfrenta a la Revolución Francesa, encastrada en la historia del Viejo Mundo, con la Revolución estadounidense, centrando en las décadas finales del siglo XVIII el campo de tensión no sólo del término sino de las coordenadas que marcarán las revoluciones por venir en las siguientes centurias, llegando, desde luego, hasta el presente.

En el texto Arendt se abre camino hachando la frondosidad de los términos abstractos para precisar claros en el bosque conceptual, pues si de por sí es difícil precisar la noción de libertad, no menos farragoso es aprehender la idea revolucionaria: “El asunto se torna más complejo cuando la revolución tiene que ver tanto con la liberación como con la libertad, y como la liberación es de hecho una condición de la libertad –aunque la libertad no sea en absoluto una consecuencia necesaria de la liberación–, resulta difícil ver y determinar dónde acaba el deseo de liberación, de verse libre de la opresión, y dónde empieza el deseo de libertad, de vivir una vida política”. La precisión de una vida política, de vivir bajo los parámetros que fijan las instituciones, el derecho, las normas y todas las estructuras de poder, conforma el cerno –para seguir con las metáforas madereras– del concepto de revolución, una figura que alienta detrás de fenómenos tan variados y lejanos como el creciente malestar de las minorías ninguneadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hasta la lucha que por estos días llevó adelante el doctor Gustavo Salle contra el turbio negociado del gobierno uruguayo con la empresa finlandesa UPM (la recurrencia a la madera en este ejemplo es acá involuntaria).

La edición

Es una obviedad, a esta altura de los hechos, señalar la importancia que una editorial como la española Taurus tiene y ha tenido en la difusión del pensamiento. Nombres como Max Weber, José Ortega y Gasset, EM Cioran, Theodor W Adorno, Walter Benjamin y Pierre Bourdieu jalonan un impresionante catálogo, sustentado en libros de cuidada factura técnica, que suelen incluir pertinentes estudios críticos y, hasta donde este escriba ha podido inquirir, impecables traducciones. La libertad de ser libres es un volumen breve, que no alcanza las 90 páginas (varias de ellas, al final, en blanco), de las cuales 42 están ocupadas por el ensayo de Arendt. Un prístino epílogo firmado por el profesor Thomas Meyer (“Hannah Arendt o la revolución del pensamiento”) y una bibliografía de la autora en español complementan el volumen, de tipografía grande y generoso interlineado. Aun así, a pesar del loable esfuerzo de los editores para camuflar este ensayo breve en la estructura de un libro, nadie crea que la corta extensión de La libertad de ser libres equivale a una lectura rápida, esquemática: el libro tiene la cada vez menos hallable cualidad de insertar en el cerebro pensante la inquietud de la duda ante las convicciones formadas, de seguir barrenando las ideas mucho más allá de dejar atrás la última página, de ejercer, en definitiva, una de las pocas opciones de ser libres.

La libertad de ser libres. Hannah Arendt. Barcelona, Taurus, 2018. 88 páginas.