Si en este bendito país hay un músico popular del que se puede decir que contiene multitudes, ese es, qué duda cabe, Ruben Rada. Tiene tantas personalidades musicales en su interior que algunas pueden parecer completamente distintas o hasta opuestas. Pero, ya sea cuando hace música para niños, para adultos o para señoras, lo que guía a todas esa personalidades –¿podríamos llamarlas radeces?– es lo mismo: la pulsión natural, instintiva y dionisíaca con la que el Negro compone, interpreta y vive la música. Porque incluso cuando sacó algún disco más popero y radiable, para poder ganarse un mango y pagar su casa, como él mismo ha dicho –confesión más que loable por lo inusual–, como fue el caso de Quién va a cantar (2000), con temas como “Cha-cha, muchacha” o “Muriendo de plena”, el Rada tropicalero sonó auténtico, libre y pícaro, es decir, como el de siempre.

Aquello que cantaba irónicamente el bardo canadiense Leonard Cohen en “Tower of Song”, “nací con el don de una voz de oro”, Rada lo tiene de verdad. El Negro es dueño de un caudal de voz que, en sus mejores épocas –y también ahora– le permitía mandarse un falsete perfecto –siempre medido, nunca chillón– y al siguiente compás bajar a las notas más graves y cavernosas como si fuera un mero trámite (un buen ejemplo es la archifamosa “Mandanga Dance”, en la que el Rada grave le hace coritos al agudo), y siempre con su colorido timbre de voz, a esta altura patrimonio uruguayo, y su exuberante alegría, no tan vernácula.

Pero, se sabe, como se trata de música y no de Juegos Olímpicos, la elasticidad tonal no sería nada si no estuviera acompañada por el otro don de Rada, que es el que termina de convertirlo en lo que es: la facilidad para parir melodías con gancho, pegadizas a morir, arropadas por el género que sean, pero también para tomar melodías ajenas y cantarlas como si fueran suyas. Ahora que volvió la moda de Queen gracias a la película Bohemian Rhapsody, vayan a Youtube y busquen la versión de “Crazy Little Thing Called Love” grabada por Rada en los 80, y lo comprobarán como nunca.

Rada para niños, tango, milonga, con la Orquesta Sinfónica del SODRE y un largo y ecléctico etcétera. El Negro hizo espectáculos para cada una de sus personalidades musicales, pero últimamente no se había enfocado demasiado en las tres bandas emblemáticas que integró, en las que creó parte de su música más rica y fina –no es que haya algún problema con toda la demás–. Es por eso que desde la semana pasada no queda ni la mitad de una entrada para el show Parte de la historia, que dará hoy en el teatro Solís, dedicado a canciones de El Kinto, Tótem y Opa.

Qué conjunto

Antes de que Rada lanzara su homónimo disco solista –en 1969–, estuvo en El Kinto, grupo pionero en fusionar la música beat –es decir, el sonido de rock and roll británico de los albores de los 60, con The Beatles copando todo– con el candombe, es decir, el candombe beat. Ahí sobresalieron Rada y Eduardo Mateo, que tenían la mayor parte en el trabajo compositivo.

En su momento de actividad (1967-1970) la banda fue un secreto no tan secreto que pasó de boca a boca, ya que no llegó a editar un LP. En 1971 vio la luz Musicasión 4 1/2, un compilado de varios músicos en torno al espectáculo de igual nombre que tenía lugar en el teatro El Galpón. El disco incluía “Muy lejos te vas”, de El Kinto, cantada y compuesta por Rada, a bordo de su primer viaje de marihuana, y eso se nota en la música, que es como una balada colgada en la que el Negro desparrama una melodía dulzona y tranquila. “Gustas de las flores y andas triste, / viajas por los valles sola y vistes / luces de color, / de rocío y sol / ah ah ah... / Viajas por las nubes / blancas, lentas, / llegaré algún día, / piensas, piensas... / Muy lejos te vas, / no te he de alcanzar, / ah, ah, ah...”.

Muchos años después, en 1977, apareció el LP Circa 1968, con grabaciones de aquella primera y fructífera época de fines de los 60, que en 1998 fue editado en disco compacto como El Kinto clásico, pero con un par de temas menos. Allí podemos escuchar una formidable radez como “Dámelo”, un tema con tintes soul-pop que podría ser de sellos yanquis legendarios del género, como Stax o Motown, pero es bien uruguayo e hispanohablante –recordemos que en los 60 la moda por estos lares era cantar rock en inglés–, con un insistente Rada que pide un beso y ya se mandaba sus catárticos “yeah”.

Pero, sin duda, la joya de El Kinto en cuanto a Rada se refiere es “Mejor me voy”, que si bien en mayor medida fue compuesta por Mateo, es interpretada por el Negro como casi todo, como si fuera de él. En Razones locas (1994), el libro de Guilherme de Alencar Pinto sobre Mateo, Rada explicaba su forma de componer junto al fallecido músico, que no dejaba muy claro qué parte era de quién: “Nosotros no le dábamos bola a AGADU [Asociación General de Autores del Uruguay], ni le dábamos bola a la parte comercial. Ni [sabíamos] que se pudiera ganar plata con eso. Éramos los dos brutos. O sea, yo llegaba con un tema, él le ponía un cachito de letra ahí, y después el tema era mío o era de él. Y así hacíamos todos. Por ejemplo, la parte del medio de ‘Mejor me voy’, ‘Tal vez te guste mucho pasar tus horas sola’, era mía”.

En aquella primera versión de “Mejor me voy”, de El Kinto, un Rada veinteañero ya mostraba sus principales dotes interpretativos, como su veta actoral, que lo hace cantar esa triste canción con un nivel de intensidad acorde, que por momentos parece que se va a quebrar en llanto (“nunca me cuentas nada, / pues sufre sola; / no puedo verme inútil, / mejor me marcho, y llora”). También el scat del final, una improvisación con sílabas incoherentes que cabalgaban sobre la instrumentación con despreocupada soltura.

Si vos no cantás, no va

1971 fue un año clave para el rock. En Inglaterra el género se terminó de cocinar con una santísima trinidad de discos que hoy son más que clásicos: Sticky Fingers (The Rolling Stones), Led Zeppelin IV (Led Zeppelin) y Who’s Next (The Who). Y acá, mientras se fundaba el Frente Amplio y Juan María Bordaberry estaba por ser elegido presidente en unos comicios cubiertos por un manto de duda, el sello De la Planta editaba el homónimo primer disco de Tótem, grabado en los históricos estudios ION de Buenos Aires. Quienes tuvieron la dicha de escuchar a la banda en vivo –y hasta el propio Rada, dejando de lado por un mínimo momento la humildad respecto de su obra– suelen decir que Tótem era una aplanadora. A juzgar por sus discos, no cabe ni un cuarto de duda.

Ruben Rada, durante la presentación de su primer LP en Discodromo, año 1969. foto: s/d de autor.

Ruben Rada, durante la presentación de su primer LP en Discodromo, año 1969. foto: s/d de autor.

Conformado por varios ex integrantes de El Kinto, Tótem siguió la línea de fusión de ritmos de acá –sobre todo, candombe– con los de allá, pero de forma más contundente en la pata rockera –mucho más que beat–. Ya quisieran algunas bandas del ámbito del que hoy se denomina “rock uruguayo” mantener ese equilibrio entre swing y potencia –por momentos, con un pulso funky irresistible– y parir algunos de esos pegadizos riffs, y encima con la voz de Rada al frente. Pero querer eso ya sería pedir milagros. También, ya quisieran algunos, que levantan la bandera de la fusión gracias a Mano Negra, sonar tan orgánicos (recordemos, cuando existía Tótem, el gurú del “rock mestizo”, Manu Chao, estaba muy ocupado haciendo los deberes de la escuela). Casi medio siglo después, es de perogrullo resaltar las bondades de Tótem, pero siempre hay algún distraído.

“Biafra estaba muerta, nadie allí quiso llegar. / Por unos negros que mueran, a quién le puede importar. / Ese que hoy es tu amigo mañana no será / porque confía en el lema que vos odiás”, cantaba el Negro en “Biafra”, la que abre el segundo lado del primer y homónimo LP de Tótem, editado en 1971. Es una de las canciones más políticas de Rada, a la que, por supuesto, no le falta su improvisación vocal al final, tribal y poseída, como si se apoderara de sí ese impulso musical arrollador e irracional, Aunque, si se trata de política, en un 1971 en el que el ambiente ya se empezaba a convulsionar, la frase de “Dedos”, el tema que abre el disco, “los pensamientos son todos míos, / pero mi lengua ya no es tan mía”, decía más de lo que puede parecer ahora.

“Hace tiempo se fue Heloísa, / ya debiera de estar acá. / Tal vez siga en su largo viaje / o quizás no regrese más”, cantaba Rada en “Heloísa”, el que abre Descarga (1972), el segundo disco de Tótem y el último que lo tiene como vocalista. El Negro ha confesado en entrevistas que esta es otra canción que compuso en un viaje de marihuana, por eso suele bromear con que el que se había ido en realidad era él.

Es en Descarga donde nos topamos con una de las canciones más grandes de Rada y del rock uruguayo todo: “Negro”. Sobre esa guitarra funky candombeada con la que se puede bailar en trance, Rada se manda una de sus más aguerridas e insistentes melodías, que justo se vuelve más calmada cuando lanza el mensaje de rebelión a sus hermanos: “Si ves que ya no sirve tu humildad, / ¿por qué seguís con esa paz?, / si te hacés mal. / Si ves que no consigues la verdad, / busca un camino pero ya, / y tendrás paz”. ¿Es necesario acotar lo explícitamente vigente que sigue esto? Negro, Dios te trajo al mundo para estar adelantado.

Supergrupo

Opa, se sabe, fue un dreamteam musical, con los hermanos Osvaldo y Hugo Fattoruso como cabezas, y quizá –y sin quizá– el más rico, experimental y expansivo de todos los grupos en los que participó Rada, con una mezcla de jazz, rock, candombe y pizcas de funky y samba, en la que todo fluyó con tal soltura y naturalidad que no se sabe dónde empieza una cosa y dónde terminan las otras –Rada y los Fattoruso siempre compartieron esa pulsión instintiva y dionisíaca hacia la música–. En resumen, tenía eso que no se estudia, que se llama groove y es bastante difícil de explicar con las limitaciones de la movida esta de expresarse con las palabras, porque va más allá de cualquier acercamiento racional, es algo que se siente: la música se expande como si nada estuviera calculado y fuera una zapada infinita; es la antítesis de lo que suele sonar en el mainstream actual: todo medido, robótico y obvio. Esta mezcla hacía que Opa pudiera sonar como una banda tan uruguaya como de cualquier otro lado, lo que forma una linda paradoja con el nombre del grupo, que es de lo más yorugua que hay (se debe de estar extinguiendo, como todo, pero hay quienes todavía usamos “¡opa!” como un saludo más afectuoso y menos protocolar que “hola”).

El Negro participó a pleno en el segundo disco del grupo, Magic Time (1977), que al igual que el primero, Goldenwings (1976), fue grabado en los estudios de Fantasy Records –el mismo sello que regenteaba a unos tal Creedence–, en Berkeley, California, y producido por el brasileño Airto Moreira. En ese álbum aparecía la inconmensurable “Montevideo”, que arranca con la clásica entonación tribal y diabólica de Rada, y da paso a más de ocho minutos de un viaje de candombe lisérgico, en la que quizá sea la más rica, dinámica y colorida interpretación vocal de la carrera de Rada.

“Cuando tengas todo el mundo ya en tus manos / y tu cuerpo salte de felicidad, / yo te arruinaré el final, / porque a mí no me tendrás; / eso, yo sé, te va a matar”, cantaba el músico en el tema que abre Radeces (1975), su segundo disco solista (sin contar el que grabó en 1974 en Argentina con Conjunto S.O.S.). Porque sí, las multitudes de Rada hacen que pueda ser tierno, volado, rebelde y también “Malísimo”. La versión de ese tema que cierra el segundo disco de Opa es quizá la definitiva, en el mismo plan de trance de todo el álbum –además, tiene el mérito de sonar más relajada que la original, por ende, menos resentida–.

Y, ya que estamos con Opa: no pueden dejar de escuchar una versión de “Botija de mi país” que la banda grabó en vivo en el concierto de reunión de 1987 en el Teatro de Verano, que se puede disfrutar en Spotify bajo el nombre En vivo 1987 & Rarities. Además de que todo el disco suena con un swing y un groove que es un despelote, en la versión de “Botija de mi país” Rada se manda una melodía scat sobre un pegadizo leitmotiv instrumental que no está en la versión original del disco que grabó junto a Mateo, que muestra todos las bondades del Negro que se vienen argumentando en esta nota pero de una forma mucho más contundente, real y emotiva, como seguro será la noche de hoy.