Let’s Rock, de The Black Keys
Luego de un lustro de silencio, tras el irregular Turn Blue (2014), en el que se puso más volado, psicodélico y tranquilo, el dúo The Black Keys (Dan Auerbach en guitarra y voz, Patrick Carney en batería) volvió a la carga con lo que más sabe hacer: rock de garaje, valvular, áspero, vintage y blusero; no en vano el nuevo disco se titula Let’s Rock. “Lo/Hi”, el primer corte de difusión del álbum, ya recuerda lo mejor de lo mejor de estos muchachos oriundos de Ohio, es decir, discos como Brothers (2010) y El camino (2011). Un riff boogie ZZTopero prolijamente saturado que en seguida invita a mover la patita y algo más, para dar paso a la despreocupada voz de Auerbach –siempre con ese efecto cavernoso–, que desparrama una letra bajonera que contrarresta el aire festivo –ayudado por el coro femenino– del estribillo y lo remata con un solo corto pero afiladísimo.
“Tell Me Lies”, de lo mejor del disco, demuestra por enésima vez que sobre la misma progresión de tres acordes de toda la vida se puede construir una melodía que parece conocida, pero nos sorprende como si fuera la primera vez que la escuchamos. La melodía del estribillo es tan pegadiza que la guitarra la repite para que se termine de incrustar e hipnotizarnos, como la “baby” de turno que a Auerbach le miente y le gusta, según canta en el estribillo: “Tell me lies, / tell me all your pretty lies” (decime mentiras, / decime todas tus lindas mentiras”). La canción que le sigue, “Every Little Thing”, tiene una introducción a medio camino entre Led Zeppelin y Muddy Waters, en la que se escucha el sonido a tierra de la conexión de la guitarra y un acople. Un soplo de desprolijidad entre la ubicua música obsesivamente controlada de la actualidad.
Titanic Rising, de Weyes Blood
Weyes Blood es el nombre artístico de Natalie Laura Mering, nacida en Santa Monica en 1988, que pintaba para promesa y ya es una realidad con su cuarto y último disco, que engancha desde el título: Titanic Rising. ¿Hay una imagen más potente para ilustrar la voluntad de poder que la del ascenso de las 50.000 toneladas de hierro y acero que yacen herrumbradas a 4.000 metros de profundidad, en las heladas aguas del Atlántico Norte? Para completar la idea –algo cada vez más raro en la música actual, que perdió el concepto de disco como un todo artístico más allá de la música–, la tapa del álbum muestra a la cantautora en su cuarto, completamente sumergido. En diversas entrevistas, Mering señaló que siempre estuvo obsesionada con el hundimiento del Titanic, y que le parecía muy simbólico que se estrellara contra un iceberg: “Y ahora que el iceberg se está derritiendo, la civilización se está hundiendo”.
Si bien Mering es joven, su voz parece más madura; es muy seria y de otra época, ideal para la música que hace, un finísimo pop barroco, con la melodía de voz como trazo central de un paisaje lleno de colores de piano y guitarra, como demuestra la excelente “Everyday”. El tema que le da el nombre al disco es instrumental y, obviamente, un in crescendo que suena submarino y se eleva como el pelo de la cantante en la portada, para luego desvanecerse y dar paso a la canción central del disco, “Movies”. Con un arpegio de progresión ascendente que recuerda a “The Oh Of Pleasure”, de Ray Lynch, va envolviendo a la cantante en el mundo de películas que la hace resurgir de su cuarto acuático.
Age of Unreason, de Bad Religion
“Terror always seems to win / in the drama of human motivation. / Where is restraint and reason? / Threat is urgent!, / existential!” (“el terror siempre parece ganar / en el drama de la motivación humana. / ¿Dónde están la restricción y la razón? /¡La amenaza es urgente!, / ¡existencial”), canta Greg Graffin en la canción que abre el nuevo disco de Bad Religion, la banda punk de Los Ángeles formada en 1980, que hacía seis años que no ponía algo nuevo en las bateas. Por supuesto, no se le puede pedir más que lo de siempre: canciones rápidas, que van al hueso, no duran más de tres minutos –varias no llegan ni siquiera a dos– e irradian un nihilismo sin remedio. “I’ve nothing to lose, / so please let me be” (“no tengo nada que perder / así que por favor dejame ser”), canta Graffin en “My Sanity”. ¿Qué se le va a hacer?
Africa Speaks, de Santana
En agosto se cumplirá medio siglo del festival de Woodstock que tuvo, entre tantos momentos memorables, la apabullante interpretación de “Soul Sacrifice”, de Santana, el grupo de San Francisco liderado por el homónimo guitarrista mexicano. 11 minutos y medio instrumentales, con solo de batería incluido, tumbadoras y todos los chiches; uno de los primeros ejemplos de “rock latino” made in allá en el norte. Desde aquella presentación, don Carlos ha hecho de todo, con medio mundo (desde músicos legendarios hasta... Maná) y resultados dispares –tiene un vicio de exceso de protagonismo y, a veces, la omnipresencia de su guitarra y sus firuletes repetidos saturan–, pero siempre con su obsesión mestiza.
En esta oportunidad tuvo el buen tino de llamar al heterogéneo y prolífico productor Rick Rubin –supo trabajar con un abanico de artistas que va desde AC/DC a Adele, pasando por Johnny Cash– para parir Africa Speaks, una hora y cinco minutos de puro santanismo, junto con la española Concha Buika como cantante y letrista principal –hay temas tanto en español como en inglés-. Alejado de aquellos caminos poperos y radiables que supo recorrer con Supernatural (1999) o de álbumes con versiones muy discutibles de clásicos del rock, Santana ofrece 11 canciones originales grabadas de una, en plan zapada, con un buen balance entre swing y pesadez –Rubin sabe mucho de eso–, y una llevada rítmica suelta en clave jazzera. Quizá el mejor ejemplo de esto sea “Blue Skies”, nueve minutos en los que no se sabe para dónde va a ir la cosa, aunque apenas se escucha el espectacular sustain de la guitarra eléctrica, sabemos que, cualquiera sea el destino, es Santana el que nos va a guiar.
Un dato pintoresco: el álbum cierra con un tema llamado “Candombe Cumbele”, que musicalmente demuestra que, por más nombre que le ponga, Santana nació en Jalisco y no en Barrio Sur...