Como si quisiera contrabalancear mínimamente el impacto que tuvo en el proceso electoral de 2018 la serie El mecanismo –en la que José Padilha y compañía reforzaban la idea de que Lula y Dilma Rousseff estaban al frente del sistema de corrupción de Petrobras–, ahora la dirección de Netflix pone a disposición el documental Al filo de la democracia, en el que, con más emoción que razón, se busca redimir a esos ex presidentes brasileños.
Entre el relato político y la novela íntima, la cineasta Petra Costa intenta explicar la historia reciente de Brasil y su propio relato familiar. El film abre con un avance del que, sobre el cierre, será su corazón afectivo: el momento en que Lula, atrincherado en la sede de los metalúrgicos de San Pablo y rodeado de militantes que le piden que no se entregue, se encamina voluntariamente al vehículo que lo conducirá a prisión. Súbitamente, se pasa a una manifestación callejera en la que se reclama el encarcelamiento.
Un tercer corte nos conduce a tomas largas, silenciosas, de un elegante (y ya retrofuturista) Palácio da Alvorada deshabitado, en otro adelanto de un fragmento posterior: la salida de Dilma Rousseff de la residencia presidencial tras su destitución. Sobre ese escenario desolado aparece la voz trágica y cansina de Petra Costa, que resume la historia de Brasil desde la conquista a su sombrío presente, con “una presidenta destituida, un presidente preso y el país retrocediendo rápidamente hacia su pasado autoritario”.
“Hoy, cuando siento el abismo abrirse a mis pies, temo que la democracia haya sido un sueño efímero”, dice Costa a continuación, y linkea una filmación familiar de sus primeros cumpleaños con imágenes de la campaña “Directas ya”, de 1984, por la realización de elecciones presidenciales. La historia de esa democracia en crisis se reduce a la del ascenso de Lula, con poco espacio para otros hitos institucionales (como el anterior impeachment a Fernando Collor de Melo) o detalles sobre la construcción colectiva del propio Partido de los Trabajadores (PT).
Costa parece más interesada en blanquear, paulatinamente, su lugar de enunciación: es hija de una pareja de militantes del Partido Comunista de Brasil que debió sobrevivir varios años en la clandestinidad. Pero además, revela después, son “ovejas negras” de familias adineradas, y su madre, la socióloga y periodista Marília Andrade, es hija de uno de los fundadores de la megaconstructora Andrade Gutiérrez.
Pero si tanto la revolución (“que nunca llegó”) como su represión le son movimientos próximos, Costa aprovecha desparejamente su pertenencia a ambas elites. La campaña anti PT, la operación Lava Jato, la traición del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, la desaparición de los partidos de centro, el crecimiento de Jair Bolsonaro, el proceso contra Lula son revividos desde lo que aquellos interesados en la actualidad brasileña más o menos dominan. Esto mantiene intacto el interés del film como divulgación, pero el aporte desde el punto de vista de alguien próximo a una familia vinculada largamente al poder podría haber contribuido a una mayor comprensión de un fenómeno que todavía está en marcha.
En cambio, la cercanía de Costa con el entorno de Lula produce los mayores aportes del film. En parte, somos testigos del afianzamiento de esa proximidad cuando la directora presenta a Dilma Rousseff con su propia madre, dada la similitud de su trayecto personal (crecieron en la misma ciudad, fueron revolucionarias, estuvieron presas en el mismo cuartel).
Gracias a ese tipo de vínculo, Costa logra tomas insuperables para los historiadores: su cámara está ahí, con Dilma y Lula, mientras siguen por la televisión la votación en Diputados que afianzó el impeachment; está también junto a Lula cuando se va despidiendo de sus colaboradores más íntimos, aparentemente más calmado que ellos, rumbo a la prisión en la que todavía permanece. Es historia pura, y es también impresionante escuchar al ex presidente improvisar discursos de lucha en una circunstancia tan adversa.
El lado virtuoso del documental no incluye sólo tomas valiosas como registro, sino que también convence de que la dirigencia del PT estaba realmente desorientada y a la defensiva en todo el proceso que, desde las protestas de 2013 hasta la detención de Lula, lo enfrentó a gran parte de la opinión pública. En todo caso, el film se encarga de recalcar –entre otras cosas, a través de tomas que capturan el sentido político de la simetría urbana de Brasilia– que se trata de una disputa que involucra a multitudes en ambos lados.
Sin embargo, la historia concluye con un tono desesperanzador, que no desentona con la melancolía y el desaliento que trasmite la voz de Costa, y que también son parte de su anterior documental, Elena (2012) –sobre su hermana mayor, que se suicidó cuando ella era una niña–. En esto, el timing de la directora quizás sea desafortunado: el 9 de junio el sitio The Intercept comenzó a publicar una investigación que arroja serias dudas sobre la imparcialidad del juicio por el que se condenó a Lula y aumenta la sensación de que el ex presidente será liberado. El timing de Netflix, en cambio, no podría ser mejor: alimentó el antipetismo en la hora del ascenso de la extrema derecha y ahora, en medio de los cuestionamientos al juez Sérgio Moro, se sube al relato que recupera a su rival, el hombre que dejó la presidencia de Brasil con un 87% de aprobación.
Al filo de la democracia (Democracia em vertigem), dirigido y escrito por Petra Costa. Brasil, 2019. Netflix.