En su cédula dice que se llama Felipe de Nóbrega Ribeiro, pero se lo conoce como Bi Ribeiro, bajista de Os Paralamas do Sucesso, uno de los baluartes de la movida del rock brasileño que explotó en los 80. El grupo se presentará el miércoles 11 de setiembre a las 21.00 en el Auditorio del SODRE, en un formato parecido al que les hizo llenar tres funciones en el Solís en 2011; mezclarán versiones acústicas y eléctricas de sus grandes canciones, con arreglos más modernos, según cuenta el bajista mientras contempla la ciudad de Montevideo desde la suite presidencial del hotel Radisson, en el piso 24. Nuestra capital no le es ajena, ya que en 1969, cuando tenía ocho años, vino a vivir aquí por su padre, que era diplomático.
¿Qué recordás de tu vida en Uruguay?
Viví en Carrasco. Me acuerdo bien del Mundial de 1970 y de la escuela. También de las fiestas de cumpleaños, que para mí eran distintas de las de Brasil. Y de la playa sin sol y fría; pero me encantaba caminar por las rocas, con su pequeña vida marina. Cositas así. La infancia siempre es buena. Tenía dos perros y un conejo. Me parecía muy calmo y plácido, con poco movimiento de gente y de autos, una buena vida. Con mi familia tenemos muy buenos recuerdos de esa época.
Paralamas empezó a tener éxito a mediados de los 80, junto a otras bandas, cuando Brasil salía de la dictadura. ¿Notaban que se venía un cambio musical o un movimiento?
No, porque había grupos como el nuestro en todas partes, pero no sabíamos unos de los otros. Como era muy controlado, no se podía hacer conciertos y juntar a mucha gente. No había un movimiento, no nos presentábamos en ninguna parte –quizás en el cumpleaños de un amigo–. Pero luego, una radio independiente de Río [de Janeiro] empezó a pasar rock. Entonces nos conocimos a partir de eso. Vimos que había unidad y una cosa que estaba reprimida, y salió toda la gente. No se podía hablar de lo que uno quería ni ver lo que se quería ver, porque había represión. Crecimos en ese clima y por eso quedamos con más ganas de salir.
Con la mezcla de rock, reggae y ska, Paralamas tenía un sonido, sobre todo en los 80, con claros aires de The Police, como muchas bandas que explotaron en esa década. ¿Fue una influencia consciente?
Se destacó como influencia, sobre todo, porque João [Barone], nuestro baterista, sigue mucho a Stewart Copeland, de quien es muy fanático. En ese comienzo él tocaba muy parecido, y nosotros también éramos tres. Pero además, nuestras influencias eran el punk y el pospunk inglés, muchas cosas que tenían influencias de reggae, como The Specials, Madness y The Clash.
La canción “Patrulha noturna”, que está en el primer disco del grupo, Cinema mudo (1983), tiene una letra combativa, más al estilo de The Clash, porque The Police no tenía nada de combativo.
Es verdad, siempre tuvimos ese lado de combate, de temas sociales y políticos. Pero nunca orientamos nuestro discurso para una cosa u otra, siempre vino naturalmente con nuestras vivencias y experiencias.
También tuvieron mucho contacto con el rock argentino de los 80. ¿Cómo vivieron esa movida?
Cuando llegamos a Argentina en 1986, luego del Rock in Río, para tocar en un festival en Córdoba, y estaba toda esa escena, con Soda Stereo, Charly [García], Fito [Páez], nos impresionó mucho, porque no conocíamos nada de eso. Nos impresionó el tamaño de la cosa y lo buenos que eran. Nos dieron ganas de participar, de estar en esa movida, y empezamos a ir y conquistar, pasito a pasito. Nos hicimos amigos.
¿Por qué creés que en la actualidad Brasil no tiene una movida de rock como aquella?
En los 90 hubo algunos grupos que eran como hijos de nuestra generación, pero nunca fue tan fuerte, y se quedó más blando y más flaquito a medida que fue pasando el tiempo. Ahora todavía hay, pero en los 80 el rock era la música principal de todo, los medios estaban ocupados con eso. Después vinieron otros movimientos, como la música de Bahía, el country brasileño y la lambada, entonces el rock volvió a su lugar original. Siempre hubo, salió un poquito y volvió. Y se sigue renovando pero no con tanta fuerza.
En 2017 sacaron su último disco, Sinais do sim. La canción homónima es bastante optimista. Pero lo que pasa ahora en Brasil...
Para ese momento ya era una cosa bien optimista, pero hay que pensar así, porque si no... Hay que tener esperanza. Igual que con lo que pasa ahora, que es un momento terrible. Estamos viviendo una pesadilla.
A eso iba: ¿cómo ves el gobierno de Jair Bolsonaro y todo lo que está pasando en Brasil, incluidos los incendios en la Amazonia?
Es un descontrol. Es un tipo muy desconectado de las cosas. Parece que no conociera su posición ni el poder que tiene, y sale diciendo y haciendo lo que quiere; después lo trata de arreglar, pero ahí ya no da para más. Lo del incendio fe un descuido, porque, en verdad, eso pasa todos los años, no es de este gobierno. Pero es algo que ya deberíamos haber cuidado hace mucho. Ojalá que a partir de ahora la cosa cambie.
Volviendo a la música, ¿piensan hacer un disco nuevo? Entre Sinais do sim y el anterior, Brasil afora, pasaron ocho años.
Sí, en ese tiempo estuvimos conmemorando nuestro aniversario número 30, que nos costó varios años... Pero nos sentimos con disposición para mostrarnos artísticamente vivos, nos excitamos con cosas nuevas. No queremos quedarnos con los temas viejos, que claro que los tocamos y nos encantan –son los que nos trajeron hasta aquí y es nuestra historia–, pero sabemos que podemos continuar produciendo cosas nuevas. Aunque hoy, con familia y otras cosas que hay para hacer, es difícil. Por eso, una o dos veces por semana nos forzamos a un encuentro al que llamamos “ensayo”, pero a veces sólo conversamos y tocamos cosas que nos encantan, y de ahí salen composiciones.
Al escuchar la canción “Sinais do sim” me pareció que tiene un sonido de los 80. ¿Lo buscaron?
No, es gracioso porque me pareció que era de los 70. Empezamos a tocar escuchando otras cosas: Woodstock, Jimi Hendrix, Led Zeppelin y esas cosas de fines de los 60. Esa fue nuestra influencia para empezar a tocar. Después, cuando vino la movida del pospunk, estábamos en edad de hacer lo nuestro, y eso fue un incentivo, por eso creo que nuestro lenguaje es más moderno que nuestra influencia principal. Y este disco, en el que ejercitamos más esa influencia más antigua, te parece de los 80. El arte es así: uno hace un cuadro como ese que está ahí, queriendo decir una cosa; el otro mira y piensa otra.
¿Vos le pusiste el nombre a la banda?
Sí, antes del fin de la dictadura. Nunca pensamos que íbamos a grabar un disco y a explicar el nombre. Para nombrarnos empezamos a hacer un pequeño concurso, y era un nombre absurdo, porque quiere decir “guardabarros del éxito”, o sea que no quiere decir nada, pero suena bien. Cuando fuimos a grabar el disco [Cinema mudo], pensamos que no podíamos poner ese nombre en la tapa, porque era absurdo, pero ¿cómo cambiarlo si ya nos conocían así?