En “Bestiario”, el cuento de Julio Cortázar que da nombre al libro de 1951, varios personajes comparten una casa en la que siempre hay alguna habitación a la que no se puede ir porque está ocupada por un tigre. El relato no da ninguna explicación para la presencia de semejante animal en un hogar de campo en las afueras de Buenos Aires, y se limita a consignar que los moradores tienen como rutina revisar cuál es la pieza inhabilitada y, resignadamente, hacer su vida en las restantes. Lo interesante es que esa anormalidad ostensible que todos parecen haber naturalizado es la que fortalece en el lector la percepción de que algo ominoso y nunca enunciado atormenta a la familia. Algo que, por cierto, no es el tigre.

Bonusfamiljen (podríamos traducirlo como “familia ensamblada” es una serie sueca que ya lleva tres temporadas y está disponible en Netflix. Tiene como pareja estelar a Lisa (interpretada por Vera Vitali), una joven madre que se dedica a tareas creativas como el bricolaje y la decoración, y Patrick (Erik Johansson), un maestro de escuela ligeramente obsesivo y controlador. Cuando la serie empieza hace poco que viven juntos, y con ellos viven, una semana sí y otra no, los hijos que ambos tuvieron con sus anteriores cónyuges: Bianca y Eddie (de 15 y diez años, respectivamente, hijos de Lisa y Martin) y William, también de diez años, nacido del matrimonio entre Patrick y Katja. Así que a las dificultades para compaginar las necesidades, costumbres y preferencias de cinco personas se suman las disputas y rispideces con las respectivas ex parejas, y a medida que avancen las temporadas se irán sumando nuevos hijos, además de abuelas y abuelos, novias y novios que van y vienen, parientes y vecinos más o menos agradables y problemas cotidianos de todos los colores.

Hay algo adorable en esta serie que hace que, a pesar de la angustia y el estrés que por momentos contagia al espectador, se quiera volver a ella como se vuelve a la familia y a los amigos por más agotadores que resulten: todos, en Bonusfamiljen, son buenos. Es decir, todos tienen defectos, todos mienten en alguna ocasión, todos tienen su minuto egoísta o su caída en la autocomplacencia, pero nadie es malo de verdad. A diferencia de los esquemas clásicos de la fotonovela (y del folletín), acá no hay malvados conspirando para destruir a la pareja protagónica, no hay intrigas inspiradas en la ambición o el oportunismo, y hasta los más descarados berrinches de los personajes más inmaduros o las injusticias cometidas por los más autosuficientes obedecen, en última instancia, a una sincera voluntad de hacer las cosas bien, de recibir y dar amor, de conquistar la confianza y el respeto del resto.

Un papel importante en la armonía del conjunto es el que juegan Ylva y Jan, el matrimonio de terapeutas que al comienzo recibe en su consulta a Lisa y Patrick pero que, con el tiempo, veremos interactuar con otros personajes. Ácidos e ingeniosos, ambos conversan luego de cada sesión, se confiesan su íntima toma de partido por este o aquel y proyectan, con lucidez no exenta de amargura, su propio fracaso matrimonial sobre la escena que los otros protagonizan.

Entre los recursos fílmicos que contribuyen al efecto de bienestar que produce la historia está el del uso de la luz: las escenas nocturnas son escasísimas (incluso en un país como Suecia, con un invierno largo y oscuro) y aunque los interiores que se muestran no son nunca lujosos, en todos se percibe la voluntad de brindar confort y seguridad.

Llegado este punto hay que decir que toda esa buena onda, esa deliciosa cotidianidad que no escatima en pequeños dramas y malentendidos que se resuelven positivamente, tiene un costado desesperante en lo no dicho: los niños son unos malcriados insoportables y nadie parece darse cuenta; los adultos tienen actitudes infantiles o mezquinas que se olvidan en un periquete; y las cuestiones más complicadas, como el problema de Martin para acceder a una vivienda, terminan por ser un aspecto anecdótico sobre el que no se profundiza nunca. Lo bueno, si escueto, dos veces bueno.

Sveriges Television dijo que no está entre sus proyectos encarar una cuarta temporada de la serie, pero si acaso Netflix terminara obrando el milagro, podríamos adelantar que el futuro le depara a esta familia extendida un nuevo desafío del que, seguramente, saldrá fortalecida. Pero habrá que esperar para ver.

Bonusfamiljen. Dirigida por Felix Herngren, Eddie Åhgren, Emma Bucht, Martin Persson y Karin Fahlén. Con Vera Vitali, Erik Johansson, Fredrik Hallgren, Petra Mede, Frank Dorsin, Jacob Lundqvist, Amanda Lindh, Marianne Mörck, Barbro Svensson, Ann Petrén. En Netflix.