Flaco, alto, de cerquillo y lentes negros –como una versión alargada de Roy Orbison, con el que compartía iniciales–, Ric Ocasec fue una de los rostros más fácilmente reconocibles de la música pop de fines de los 80. Su banda, The Cars (los autos), se posicionó rápidamente en esa estela plácida que iba dejando la explosión del punk y que se catalogó como new wave (nueva ola).

Si en el Reino Unido la new wave (o after punk, según otros) implicó una sofisticación de estéticas y temáticas, de este lado del Atlántico se hizo énfasis en la simplificación musical que el punk había habilitado. Quizás las dos bandas estadounidenses que llevaron ese minimalismo sonoro a extremos más claros fueron Devo y The Cars, con su combinación de bases techno (con respeto por la tradicional guitarra eléctrica) e imaginación futurista. Aunque ambas bandas tuvieron grandes éxitos de ventas y arrastraron públicos numerosos, serían los Cars, menos ideologizados y más digeribles a nivel letrístico, los que se volverían un fenómeno masivo.

Su carrera, igual que la de Devo, no hubiera sido la misma sin dos avances tecnológicos clave. El primero fue la llegada de la cultura del videoclip, que comenzó a fines de la década de 1970 y que se impuso con la llegada de MTV en 1981. La apariencia de los Cars era absolutamente distinguible –una ristra de cerquillos parados rubios y pelirrojos, más el morocho Ocasek al centro–, y ello, más los divertidos ambientes de sus clips (noche, romance, autos), contribuyó a la popularización de la banda.

También los cambios en el equipamiento musical ayudaron a los Cars, que fueron, durante sus primeros años, ávidos buscadores de lo último en aparatos. Su sonido delataba esa pasión, con sus baterías casi maquinales, sus bajos limpios y lineales, los teclados con nuevos timbres (posiblemente la entrada de teclas más gloriosa del rock sea la de “Just What I Needed”) y la voz bien adelante pero no próxima.

Ocasek fue quien pergeñó ese nuevo sonido, además de ser el principal compositor de la banda. Cada instrumento sonaba bien definido, cada pista era bailable, cada arreglo debía tener gancho propio. Cuando se disolvieron los Cars, Ocasek recicló ese talento y, en paralelo a una discreta carrera solista, produjo los mejores discos de bandas como Weezer y The Killers.

Después de todo, hubiera sido muy difícil superar la marca que dejó con los Cars. “You Might Think”, “Let's Go”, “Shake it Up”, la explícita “Tonight She Comes”, la lenta (en sentido rioplatense) “Drive” llevan la firma y la voz de Ocasek, que dividía la tarea de cantar y componer con su compinche Benjamin Orr, con quien venían tocando juntos desde mediados de los 60 en bandas de diversos estilos. Quizás el mayor talento del dúo haya sido el de saber subirse a esa nueva ola pospunk que permitió resetear tanto el sonido del pop como las carreras de muchos músicos.

Se supo que Ocasek había muerto el domingo, aunque no se sabe bien cuándo nació: hay una diferencia de cinco años en sus fechas de nacimiento estimadas, así que tendría 70 o 75 años. El desfasaje no dice mucho ahora, pero hace 40 años, cuando salía el primer disco de los Cars, no debe haber sido asunto menor aparentar la mayor juventud posible. La misma que quedó grabada en sus canciones.