Hace unos días, la Corte Suprema de Brasil frenó la censura de libros, luego de que el alcalde de Río de Janeiro (el pastor evangélico Marcelo Crivella, aliado del presidente Jair Bolsonaro) propusiera decomisar las publicaciones dirigidas a niños y adolescentes que abordaran temáticas homosexuales. Poco después, Folha de São Paulo anunció que está en duda la continuidad del tradicional “arrastre” del Miércoles de Ceniza (primer día de la Cuaresma, antes del Domingo de Ramos), un desfile que se hace antes del mediodía, y se desarrolla en dirección contraria al resto de las marchas de carnaval, que se celebra desde hace 24 años durante el Carnaval de Salvador. Como si se tratara de una escena de Divino amor, la película distópica de Gabriel Mascaro, sobre un Brasil futurista dominado por los neopentecostales, Folha divulgó que el ayuntamiento de Salvador aprobó un proyecto de ley que prohíbe la celebración del carnaval a partir de las 5.00 del Miércoles de Ceniza. La propuesta, que aún depende de la sanción del alcalde, ACM Neto, arguye que, al ser el comienzo de la Cuaresma, ese día no puede estar dedicado a una fiesta profana. “El carnaval es una celebración vinculada al calendario eclesiástico. Estirarlo hasta el Miércoles de Ceniza, de hecho, es negar lo que es el carnaval”, comentó a Folha el concejal y autor del proyecto, Henrique Carballal, convencido de que, si bien el Estado es laico, el gobierno debería reconocer la mayoría cristiana.