Te lo resumo así nomás

En el verano de 2018 los usuarios de Netflix nos encontramos con la historia de un librero con cierta cara de loser que se obsesionaba con una chica y, bajo parámetros que estaban entre el romanticismo crudo y el creepy stalker, surgía una historia de amor. Y la catalogo como tal sin asustarme por el hecho de que esa idea de amor sea discutible desde muchos puntos de vista.

El ya casi dudoso psicólogo argentino Gabriel Rolón decía, en una entrevista con Luis Novaresio, que el amor puede ser legítimo, verdadero, real, sin ser por eso un sentimiento sano. Según él, se puede matar a alguien por amarlo demasiado. Me voy a agarrar de esta teoría que me espanta y me seduce para decir, entonces, que el protagonista de You, Joe Goldberg, se enamora de Beck y, gracias a su idílica y perversa manera de tejer la seducción, sucede un romance que, entremedio, acarrea los sinsabores de dos personas que se metejonean la una con la otra, al mismo tiempo que nuestro joven e inseguro librero se carga a varios personajes para asegurarse de que la femme fatale rubia y algo pava siga siendo víctima de su retorcida forma de entender el amor y la protección.

Alejándome del lugar común –válido– del heteropatriarcado, porque realmente creo que la cabeza de Goldberg va un poco más allá, lo cierto es que todo el que se acerca a su amada Beck pasa de ser sospechoso a molesto y, posteriormente, a cadáver. Sin embargo, mientras su condición de caballero millennial convierte a Goldberg en un asesino posesivo, otra parte suya se preocupa por el niño vecino, hijo de una mujer golpeada que convive con un ex policía violento. Esa parte misteriosa –aunque no incompatible– lo hace defender al niño y a su madre: “Nadie escribe historias sobre mujeres como yo”, le espeta ella desde la camilla de un hospital luego de un brutal episodio con su victimario. Joe también se encarga de él, y a partir de entonces el niño, Paco, se vuelve su cómplice.

Luego de una pausa en la que Beck llega al punto de extrañar el amor de su librero chapita, y de algunas otras vueltas que incluyen –como para no quererla tanto y que no se vuelva una víctima tan simple– engañar a Joe con el psicoanalista, todo parece perfecto. Hasta que la rubia, inducida por varios personajes secundarios, piensa, de repente, que no sabe nada sobre su fantástico enamorado, et voilá, procedimientos de la narrativa audiovisual mediante, descubre al verdadero Joe. Una pena: adiós Beck, que la fuerza te acompañe.

Así, y como sucedió durante toda la serie, el enamorado Goldberg se las arregla para quedar muy lejos de la muerte de la rubia estereotípica, y el que termina en la gayola es el psicólogo, que en la coyuntura fílmica yanqui lo merece, moral cristiana mediante, porque, ¿cómo un psicólogo se va a acostar con su paciente? Y para colmo de lo siniestro, sale a la luz un libro con los escritos que la protagonista soñó con publicar durante toda la serie y que, vuelta la moral, la dejan como a una zorra tonta que cayó en manos de un psicoanalista manipulador. Ahí sí, patriarcado en cucharadas.

¿Hace falta que te diga...?

La segunda temporada comienza con un pendiente de la primera, que es el “fantasma” de Candace, aquella novia inicial del protagonista cuya historia conocimos gracias a algunos flashbacks. Pero ese será apenas un picante para lo que suceda en los capítulos nuevos estrenados hace algunas semanas. Joe (interpretado por el actor Penn Badgley) se escapa del fantasma, huye de New York y pretende comenzar de cero en Los Ángeles. Y si el hecho de que el protagonista se mantuviera fuera de las redes sociales –aunque las usara a su favor para saber vida y obra de cada uno de los personajes– era un atractivo que interpelaba algunas cuestiones en la primera entrega, ahora es inverosímil. Joe, ya con su nombre trocado por Will, tiene que meterse en el mundo ficticio de Instagram o de Facebook. Antes, estar por fuera era un atractivo; ahora, en una ciudad consagrada a la fama, a la apariencia y al ser por medio del “cómo me veo”, no estar en las redes mostrando su vida convierte a nuestro acosador en un creep, porque, ¿quién que no quiera mostrarse se va a vivir a Los Ángeles?

Algunas fórmulas narrativas se repetirán: la vecina más joven y su hermana serán los personajes vulnerables que despierten el amoroso vicio de metiche del ex Gossip Girl. Habrá una nueva Beck, esta vez llamada Love (algo que se volverá significativo al final, aunque al principio parezca una cursilería), con un hermano gemelo, Forty, adicto y codependiente, que será el obstáculo entre el ideal del loquillo y la nueva muchacha de apariencia idílica.

Algunos elementos resultan interesantes en la construcción de este segundo tomo. En principio, Will nos engaña y nos hace creer que realmente quiere huir de su vida pasada y de su modus operandi. Minga: cada parte de la maquinaria irá repitiéndose, aunque con leves variaciones. Él ya no tiene todo el control, su chica ya no es una inocente poeta neoyorquina, y su cara deja de parecer la de un simple librero nardo. Love es una empresaria, hija de una familia rica, viuda, encaradora, deseadora, y su hermano es un adicto malcriado que sólo busca la aprobación de su padre y se descarga con el empleado nuevo de la librería comercial que hay en la enorme tienda que los hermanos regentean. El nuevo empleado, claro, es el supuesto Will.

Luego iremos descubriendo de dónde sacó Joe su nuevo nombre, qué sucede con Candace, y cómo Love y Forty sienten la misma atracción por el bonachón que han conocido. Otro dato para apuntar es que antes habíamos conocido la atormentada adolescencia de Joe con el dueño de la tienda de libros que luego él regenteaba en Nueva York; esta vez iremos hacia su infancia, no menos perturbadora, y siempre con ese aire de clave para entender alguna de las consecuencias que ha tenido en el joven de hoy.

A diferencia de la primera temporada, en esta las tensiones sexuales son mayores (claro, estamos en LA) y no faltará un par de buenas trincadas, una ambivalente forma del cariño de Forty hacia Joe, o una suegra que todo el tiempo “bebotea” al ritmo de la menopausia de las millonarias. Todo esto con mucho cuidado: no hay que sexualizar demasiado al psycho-romántico. Por eso, las veces que lo veamos sin remera oscilarán entre lo hot y lo naif: lo suficientemente hegemónico para parecer sexy, pero muy lejos de ser un macho a la vieja usanza del sistema. Love tendrá lo justo para ser una seductora y aniñada chica bella, con el tabasco exacto para tener sus escenas de lance erótico con fuerza.

Si bien es cierto que en lo argumental parece, por momentos, que vuelven demasiadas cosas moldeadas tal como las vimos el año pasado, en realidad creo que se trata de un juego de guion para lograr el golpe de efecto del capítulo final y las situaciones en las que desemboca esta segunda parte. Siempre dejando un visillo abierto, claro, a lo que vendrá. Si por momentos parece que cada personaje neoyorquino tiene su versión trastocada en Los Ángeles y que los conflictos simplemente cambiaron de lugar, lo cierto es que todo tiene un leve matiz distinto, un desvío que permite el desborde hacia el fin de temporada.

Aunque pueda parecerte un desatino

El primer capítulo comienza con una alusión a Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski, y ahí reside una de las claves del tono de esta segunda temporada. Cada uno recibe el castigo que le toca, y ese infierno que es íntimo, esa cárcel que puede ser interna, se aparece siempre bajo formas absolutamente inesperadas. Pero nadie ha de quedar impune. Entonces, más allá del galanteo heavy metal de los personajes, la serie aborda temas como el abuso sexual legitimado, tapado, avalado y silenciado no solamente por la sociedad patriarcal, sino por el mundo de los famosos. Del mismo modo, se dibujan varias siluetas del dinero corrompiendo el orden de las cosas, y especialmente metiendo mano allí donde la Justicia debería quitarse las vendas. También se corre el eje argumental y pasa de estar centrado en el femicidio para fijar su mirada de asombro en lo que puede habitar dentro de cada corazón. El nombre de la protagonista, Love, “amor”, puede cobrar sentido una vez que Joe cierre el círculo que, fallidamente, intentó sellar con sus parejas anteriores. Una vez cerrado, y si es que esto ocurre, hay que ver si el amor que construye You es una recompensa o es la peor de las jaulas.

You, con Penn Badgley, Victoria Pedretti, Jenna Ortega, James Scully, Ambyr Childers y Carmela Zumbado. En Netflix.