Hay escritores a los que entierra con más fuerza la etiqueta que sobre su obra colocan los críticos de turno, que la lápida grabada con fecha y epitafio que los deudos disponen encima de sus despojos. La historia de la literatura está repleta de casos de este tipo, de obras enteras reducidas a un rótulo bajo la forma de un adjetivo o al mero nombre del autor utilizado como ejemplo, comparación o parteaguas de determinada corriente, escuela, vanguardia o papelito pegado con cinta adhesiva en el anaquel de una librería o una biblioteca. Tomemos el caso de Howard Phillips Lovecraft (Providence, Rhode Island, 1890-Providence, 1937), considerado el padre del terror cósmico, etiqueta tatuada a fuego sobre su prominente frente, ante la cual giran, sobrevuelan o se estrellan pálidos imitadores, autores de menor renombre y dignos continuadores. Pero a la larga, siempre, de una u otra forma, prima en la literatura alguna suerte de justicia, que amplía la mirada, diluye los rótulos y restituye la grandeza del genio más allá de las categorizaciones. Tal es el caso de Ensayos literarios, un prodigioso libro que acaba de publicar la editorial Páginas de Espuma y que se constituye en la edición más completa (y ordenada cronológicamente) de los ensayos literarios firmados por el autor de En las montañas de la locura.

El estilo

Mayoritariamente conocido por su obra de ficción (con 112 relatos, entre cuentos y novelas, catalogados hasta la fecha), Lovecraft también escribió más de 300 poemas, alrededor de 100.000 cartas y una buena cantidad de ensayos de diverso tenor, por lo que reducir su obra al aspecto que más se conoce editorialmente, es, además de injusto, incorrecto. Los textos reunidos en Ensayos literarios muestran a un autor inquieto y erudito, que no escatima en muestras de una sólida formación y conocimiento en la materia que trata, al margen del carácter popular de algunos medios en los que aparecieron publicados. Nada de nivelar para abajo sino que, al contrario, la cuestión es siempre elevar el nivel a través del desmenuzamiento de datos, el rigor del análisis, la meditada opinión y la invitación a la lectura o a la relectura.

El primer texto, “Regularidad métrica”, publicado antes de que el autor cumpliera 25 años, una pieza breve y sellada a pura argumentación, ya da la clave en el párrafo inicial de la solvencia desde la que se posiciona el autor: “De entre las variadas formas de manifiesta decadencia en la poesía contemporánea, ninguna golpea de modo más violento nuestra sensibilidad que el alarmante declive de la armoniosa regularidad métrica que adornaba la poesía de nuestros ancestros inmediatos”. La cuestión del verso se extiende al siguiente ensayo, “La rima admisible”, en el que Lovecraft introduce el estilete de su análisis en la decadencia de la poesía de su tiempo para retrotraerse nada menos que a los nueve poetas líricos de la Antigüedad clásica (Alceo de Mitilene, Safo, Anacreonte, Alcmán de Esparta, Estesícoro, Íbico, Simónides de Ceos, Baquílides y Píndaro) y avanzar luego por algunos versos de Edmund Spenser, Samuel Butler, John Dryden y Oliver Goldsmith, entre otros.

La brevedad de algunos ensayos (como “La desdeñada poesía pastoril”, publicado en The Conservative en 1918), no le impide al autor leudar en unos pocos párrafos un contundente mazazo argumentativo, o destrozar las pragmáticas convenciones del idioma, como hace en “La manía de simplificar la ortografía”, al afirmar que “con las posibles excepciones de la jerga y el verso libre, el más pernicioso crimen de esta inquieta época es la destrucción intencionada de la correcta ortografía inglesa por fanáticos que se llaman a sí mismos reformistas”. Sólo imaginar lo que Lovecraft podría haber escrito en estos tiempos aguachentos sobre ese adefesio llamado lenguaje inclusivo hace que uno desdeñe con mayor fuerza el molesto punto final que le impone la muerte a toda existencia.

Mojones

Siempre es arbitrario, y al punto intrascendente, elegir uno u otro título sobre la suma de textos que conforma un libro de ensayos, pero puesto a subrayar algunos mojones en el libro que acá se comenta quiero detenerme especialmente en dos: “La literatura de Roma” –un repaso cronológico por los autores más destacados (y no tanto) de la civilización originada en las riberas del Tíber, y que incluye nombres tan variados como Livio Andrónico, Quinto Ennio, Marco Tulio Cicerón, Cayo Salustio Crispo, Quinto Horacio Flaco, Tito Livio, Aulo Persio Flaco y un lote más–, y “Horror sobrenatural en la literatura” –el texto más extenso del libro, profusamente editado a partir de su publicación original en 1927, que se presenta como un completo compendio del género y que incluye un largo estudio sobre Edgard Allan Poe, “a quien le debemos el cuento de terror moderno en su estado final y perfeccionado”–.

Sobre el final, permítaseme destacar el cuidado oficio del escritor Antonio Jiménez Morato, editor, traductor y prologuista de estos Ensayos literarios, que además de verter a nuestro idioma el particularísimo estilo de Lovecraft, incorporó al corpus una serie de bienvenidas y eruditas notas que iluminan el pasaje por este volumen bellamente escrito y editado. En épocas en que el negocio editorial parece especialmente comandado por mercachifles y diseñadores de dudoso gusto, encontrarse con un objeto de este talante reconforta al más cascoteado lector y engalana la más heteróclita biblioteca.

Ensayos literarios. De HP Lovecraft. Madrid, Páginas de Espuma, 2020. 248 páginas. Traducción de Antonio Jiménez Morato.