- El show de la banda del que se habla en la nota fue cancelado a último momento: uno de los integrantes de la banda estuvo en contacto reciente con una persona con covid-19.
El escenario (llamémosle escenario) de La Comuna hierve en el sudor de pibes sin remera. Es el segundo año del milenio, y Hablan por la Espalda pelea el puesto de patrón del under. Ya anduvo de gira, hizo ruta en los gigantes vecinos, se sacudió el dogma del hardcore y guardó los restos en el corazón. Hablan por la Espalda, en La Comuna, es una banda de rock, más cerca de The Stooges que de Minor Threat. “El cielo era Detroit, Michigan, ¿quién iba a decirlo”, había escrito, década y media antes, el periodista estadounidense Lester Bangs. El cielo, aquí, era Montevideo, pero tal vez no lo sabíamos. Tampoco sabíamos que una banda de rock pudiera vivir tanto tiempo. ¿Cuánto puede durar un huracán?
Porque Hablan por la Espalda, ahí, a metros del backstage de la Intendencia, es una banda de rock, con la carga semántica que la palabra tiene. Cuando el DJ Alan Freed se apropió del término para denominar a la música que pasaba y que cada vez se hacía más grande, no sabía, tampoco sabía, que el rock and roll, luego devenido rock, se transformaría en cultura (tampoco sabía que acabaría sus días con el hígado roto y defenestrado por el escándalo de la payola, pero la historia del rock está llena de cirrosis y escándalos mayores). Decía, digo, que Hablan por la Espalda era una banda de rock, degenerada. Porque géneros hay muchos, y hay rock visceral de guitarras acústicas o sintetizadores, y también hay rock de distorsión y fuegos de artificio. Pero esto es rock sin pirotecnia. Es en serio. Acá no hay papel picado. Acá hay sangre, transpiración, rabia, libido.
En la mitad de la década del 90, dos hermanos adolescentes, en un cuarto, escuchan música, miran películas, leen revistas. Uno escribe, el otro ataca la guitarra. Arman una banda, es lógico. Conocen a un tercero que pega los mismos pósters en su habitación. El grupo crece, se desmiembra, se regenera, muta. Se va de viaje con ánimo autodestructivo y espíritu de manada. Graba discos, se hace de amigos y enemigos, y los almanaques caen, uno a uno. Y rockean. Cada tanto, se acuerdan del hardcore, visitan a los Ramones, se enamoran del Uruguay de los 70 y, entonces, de El Kinto y Días de Blues.
Y hay otro escenario (este sí, un escenario) a pocas cuadras del Parque Rodó, en la calle, un sábado de noche. Hay más gente que en La Comuna (hoy es gratis). Es el final de 2019. Pasaron los años entre los que uno nace y es apto para votar, entre los que un niño se convierte en un hombre. Pasaron cuatro presidentes (uno hizo doblete, dos se murieron). Pasó una vida, y Hablan por la Espalda está ahí, como si hiciera 15 minutos. Entre el público, algunos de los del recital de los sin remera. Más gordos, pelados o canosos, sudan igual. Hay, también, gente nueva. Chicos, ¡y chicas!, que en aquella prehistoria pasaban de comer papilla a hacer palotes en el cuaderno, comparten cigarros y cervezas, se mueven, bailan, carajean. A menos de dos metros del piso están Fermín y Tuka Solana, voz y guitarra, respectivamente, los padres fundadores, y Valentín Guerreros, el Vegeta, pieza inamovible desde casi siempre en la otra guitarra. La base está en buenas manos: Nicolás Demczylo, amigo y colaborador de todas las horas en el bajo, y Esteban López, de frondoso prontuario, en la batería.
Hablan por la Espalda venía de atravesar una crisis cuando en 2019 publicó Afuera, su álbum fénix. Lo tocó poco pero fuerte en Montevideo y Buenos Aires, y en los días prepandemia ajustaba la agenda para volver a Argentina, pasar por Brasil y Chile, y preparaba un homenaje musical al cine que lleva en el ADN. Pero la piola se embarró en la primera quincena de marzo, y Hablan fue haciendo otras cosas: sacó un EPK y un EP en vivo (Adentro), se desenchufó para mostrarse en formato reducido. Ensayó. Mañana, la banda despedirá un año que nadie podrá olvidar, y empezará a decir adiós a Afuera, porque otras canciones se están cocinando en los parlantes.
Hablan por la Espalda es una banda con un vivo muy fuerte, el ida y vuelta físico entre el escenario y el público es una marca de fábrica. ¿Se imaginan tocar sin pogo?
Vegeta: No vamos a decir que no lo vamos a extrañar, pero ya lo hemos hecho varias veces.
Nicolás: El concierto Acción, que íbamos a hacer en Magnolio en marzo, iba a ser con butacas. Un show que no hiciera tanto hincapié en el contacto, en el ida y vuelta. No lo tenemos muy racionalizado, pero de alguna manera ya lo estábamos haciendo.
Fermín: La conexión con la gente se puede generar igual, creo. Si no, no lo haríamos. Haríamos un streaming. Voy a decir algo que es un cliché, pero es verdad, y es que este show no lo hacemos por la guita. Se hace porque tenemos la necesidad de hacerlo. Tenemos que tocar porque lo necesitamos como seres humanos.
Vegeta: Íbamos a tocar cuando existieran las condiciones mínimas para hacerlo, y esta es la posibilidad que encontramos. Nos parece que es la mejor opción que manejamos, no sólo por la fecha, sino por el lugar, por quien lo organiza. Hay mucha conexión entre hacer las cosas como nos gusta. A veces la conexión no es sólo con el público, sino con todo lo que está organizado por detrás. Magnolio tenía algo de eso, porque las personas que nos iban a dar una mano, en las visuales, en la estética, son parte de la banda también. Hablamos con ellos de la misma manera que hablamos entre nosotros. Este show tiene esas características por detrás del escenario, también. Eso no es menor.
De todas maneras, esta parece ser una novedad que vino para quedarse. ¿Lo pensaron? Porque cambian las condiciones para tocar, se reducen los aforos, es más caro para los artistas, y es difícil separar a Hablan por la Espalda de la vieja normalidad de verlos entre 50 tipos pegados, uno al lado del otro, con una cerveza en la mano...
Vegeta: Eso lo podés hacer en un 103 de CUTCSA, por ejemplo (Risas).
Nicolás: ¡Vamos a hacer shows en ómnibus!
Vegeta: No descartamos subir con algún equipito y tocar ahí. Lo voy a registrar. Incluso, una banda grande puede agarrar varios ómnibus. Todo 8 de Octubre en vivo, hasta el túnel y de vuelta para atrás.
Fermín: Hay una cuestión con lo que pasa después de tocar. A mí siempre me gusta lo que viene después de terminar un show, que hay como una jodita que está buena. La parte de los puchos, de tomar algo, distendido. ¿Qué pasa con eso, además del toque? La parte en que yo, y hablo por mí, me encuentro con la gente que fue a vernos. En una banda como Hablan eso es fundamental. Capaz que en un grupo de otras dimensiones eso no pasa, o pasa de otra manera. Nosotros terminamos de tocar, nos cambiamos y vamos a encontrarnos con la gente, y está buenísimo. Me intriga qué va a pasar con eso. Es bastante contradictorio, si eso ocurre, porque se rompe el protocolo de las mesas y terminás con los 200 en un lugar...
Vegeta: Se genera otro tipo de intimidad ahí.
Nicolás: Yo creo que esta situación no va a durar para siempre. A menos que –poniéndome medio conspiranoico– sea un ensayo, creo que esto va a terminar en unos meses y volveremos a algo un poco más normal. Si no, no sé cuánto más se va a sostener. En Uruguay pasa, y lo digo como una persona que trabaja de la música, que tenemos la ventaja de que la mayoría de las bandas no vive de su música. Entonces, ciertos proyectos, como los discos, continúan, porque la gente no depende de tocar para financiarlos. Tenemos esa carta a favor. La mayoría de las cosas que se iban a hacer este año, excepto tocar, se hicieron igual. Pero una cosa es pensarlo en el lapso de un año, un año y medio, y otra es pensarlo a más largo plazo.
Vegeta: Claro. Y hay gente que no vive de su banda, pero vive de su entorno. Produce, hace luces, sonido, todo un montón de cosas que se empiezan a trancar, no sólo en Uruguay. Pienso en las bandas que van afuera.
Nicolás: Lo sufren más las bandas grandes que tienen que girar para mantenerse que los grupos chicos que lo hacemos porque nos gusta tocar, es lo que nos encanta hacer.
Hablan por la Espalda es la única banda de aquella generación hardcore nacida en los 90 que sobrevive.
Fermín: Sí, es verdad. El año que viene son 25 años. Tenemos proyectado hacer algo. Al final no sé si vamos a pedir los pebetes aquellos o si lo hacemos lluvia (Risas). Hay varios proyectos a nivel de ediciones, pero no los podemos adelantar. Y, en lo que tiene que ver con tocar, es imposible proyectar algo, pero sí es seguro que vamos a hacer algo grande en algún momento del año. Vamos a festejar a todo trapo, en una casa de shows o en el 103. Hay, seguro, una edición física de un disco, y va a haber más cosas. Tengo ganas de ir a Chile, Argentina, Brasil. Creo que Hablan merecería encontrarse con el público de todas partes. Tenemos amigos y amigas en todos lados, pero sobre todo en estos tres países.
¿Hay algún secreto para la supervivencia? Una buena parte del público original permanece, pero también se ha incorporado gente que, cuando empezaron, no había nacido.
Fermín: Creo que Hablan es una banda que siempre busca innovar dentro de sus estructuras. Siempre buscamos músicas nuevas, tratamos de inspirarnos en cosas más recientes, de reinventarnos permanentemente. Eso se percibe de afuera. A la gente siempre, me parece, le intriga lo que va a pasar con nosotros, porque Hablan va mutando de forma permanente. No está siempre igual. Ha habido tantos cambios a nivel musical y estético en nuestra historia que hacen que la banda siga fresca.
Nicolás: Las cosas nuevas que nos gustan permean a la banda y la transforman.
Fermín: Esa curiosidad que tiene la banda, a nivel musical y estético, la tenemos desde que empezamos.
Vegeta: Y nos interesa que las cosas se hagan. Nosotros empezamos con 15 años, y no había tantos recursos para hacer las cosas, pero las hacíamos igual. No importaba si un sello no nos editaba: comprábamos casetes y los sacábamos nosotros. Y si no teníamos para mandar a imprimir las tapas, recortábamos cartones y las hacíamos a mano.
Nicolás: Hablando de la gente que permanece, y esto lo digo como alguien que la vio de afuera mucho tiempo, es importante el vínculo de la banda con su público. Gente que sigue yendo a ver a Hablan desde tiempos inmemoriales... Hay un vínculo directo con esas personas, no son anónimos. Por eso pasan 20, 25 años acompañando al grupo. Porque termina el show, te juntás con ellos, charlás, te tomás una birra, y se genera un vínculo humano.
Vegeta: Gran parte del público es gente que creció de la misma manera, que se entusiasma con algo y quiere que salga, y termina encontrando las condiciones para hacerlo. Nuestros videos son de gente que escucha una canción y quiere hacer un audiovisual. Y vemos cómo lo hacemos. No es que hay una productora que pone tanta guita para tal cosa. Eso hace que se mantengan muchas cosas. Hablan es una expresión de ese mundo, que está en varios otros lados. Y, en cierta medida, está en muchas cosas que hacemos aparte de la banda.
El toque: Jueves 10 de diciembre a las 20.30. En Plaza Mateo. Banda invitada: Isla Panorama.