El recorrido de Romina Peluffo en la música empezó cuando era niña, pero luego se fue desviando en un laberinto cada vez más entreverado de oficios y profesiones que hizo que recién 30 años después volviera a reencontrarse con ella. El reencuentro se materializó en Obsesa, su primer disco, editado en 2018, y ahora, apenas dos años y poco después, vuelve al ruedo con Piel fina, siempre con la producción del guitarrista Santiago Peralta y la colaboración de Laura Gutman. Peluffo habló con la diaria sobre el nuevo disco, las diferencias con el primero y los laberintos de la vida.
Recuerdo que cuando se publicó tu primer disco comentaste que las canciones habían salido luego de una crisis, cuando tocaste fondo y decidiste probar con la música. ¿Este segundo álbum de dónde nació?
De las ganas que me quedaron de hacer otro después del primero. Varias de las canciones de este disco ya existían cuando hicimos Obsesa, pero no entraron en aquel porque algunas, como “Didn’t See It Coming”, que es la cuarta del nuevo disco, eran en inglés y no quería mostrarme en un primer disco con canciones en inglés. Y “Nada” es una canción que tocamos en la presentación del primer disco pero no estaba compuesta cuando grabamos el segundo. Había material y ganas de seguir grabando. La experiencia de Obsesa estuvo buenísima para nosotros desde todo punto de vista y como proceso de trabajo fue muy largo: estuvimos dos años y pico.
En tu primer disco la mayoría de las letras son de amor, pero en el nuevo álbum son más existenciales. Por ejemplo: “Dicen que tengo que hacer / como los caballos / y no mirar / para los costados”; “nada va a cambiar / porque le pidas a Dios”.
No fue buscado, pero evidentemente era otro momento. Incluso, las canciones que no entraron en el primer disco capaz que quedaron afuera porque algunas de ellas eran más para este. La quinta canción, “Todo el tiempo”, ya existía y la habíamos descartado. Para mí entra más en este disco, en cuanto a lo lírico; después está el sonido, que es otro tema. Pero sí, son otros duelos y otros dolores. En el primer disco yo estaba medio tomada por el corazón roto y el desamor y no podía hablar de otra cosa. Hay un par de canciones que son sobre otros temas, pero son siete contra tres. En este caso es al revés: ocho contra dos de temática romántica. Es otro momento. En este disco hay muchos duelos, pero no son de desamor sino de otro tipo de pérdidas o dolores que se tienen en la vida. A veces, cuando estás en esa del desamor, no tenés espacio de disco para pensar en otra cosa.
En la de los caballos cantás que les tenés miedo. ¿Es verdad?
Sí, claro, todo lo que digo es verdad. Una vez me caí de un caballo, pero no me lastimé ni nada porque era chico y medio lento. Supongo que si te criás al lado de caballos no te pasa, pero por el tamaño que tienen yo les tengo terror. Te parás al lado de un caballo, te tira una patada y te quiebra la cabeza. ¿Cómo no le vas a tener miedo? Me acuerdo de que cuando era chica alguna vez me subí a un caballo y me decían que si tenés miedo el caballo se da cuenta, entonces, era tremendo: ¿cómo hago para no parecer miedosa si tengo miedo?
En la atmósfera de “Didn’t See It Coming” encuentro aires de Buenos Muchachos. Obviamente, que esté Laura Gutman en los coros ayuda.
De esa canción me han dicho cualquier cosa, pero no lo de Buenos Muchachos. Es una canción que varios me preguntaron si es mía, no sé por qué piensan que no cuando la tocamos en vivo. Quizás tenga que ver con que está Laura; sus coros son su sello, porque los propuso ella y sólo ella los puede cantar así. Esa canción la arreglamos con banda, porque la tocamos en la presentación de Obsesa y estaba como en el demo, con la guitarra acústica y la voz, nada más, entonces, en la producción de las canciones la tiramos bastante cruda a la banda y se terminó de armar. Capaz que tiene algo de eso.
En cuanto a la música, hay una cosa más rockera. Por ejemplo, “No se va” tiene una furia punk que no estaba en el primer disco.
Eso fue una propuesta de Santiago, como productor artístico, que desde el día uno dijo que le gustaría que el disco fuera más rockero. Yo le dije que sí en el acto, porque había probado el gustito del rock en vivo con los pocos temas más rockeros que tiene Obsesa. Cuando tocamos en vivo “Didn’t See It Coming” quedé: “Quiero más de esta droga”, me encantó. La elección de los temas también tuvo un poco que ver con eso; algunos, que eran muy balada y muy tranquilos, quedaron afuera porque no se prestaban al sonido que nosotros queríamos.
Hay una camada de cantautoras con guitarra acústica que se alejan del sonido más clásico de rock.
Sí, nunca fui por ahí. Yo empecé a estudiar de grande, con [Juan Pablo] Chapital, y a los cuatro meses de estar yendo a clases, que él me dio tres o cuatro básicas, arranqué a hacer canciones para la clase y después aquello terminó en el disco. Los primeros temas que sacábamos eran de los Beatles: “Blackbird”, “While My Guitar Gently Weeps” y alguno de Lennon. Entonces, lo primero que mis dedos tocaron en la guitarra fue rock y capaz que también tuvo que ver eso; después, cuando empecé a componer, les robé piques a lo loco, de acordecitos raros. Yo no sabía ni lo que estaba tocando, pero me sonaba lindo y el Chapa me daba para adelante. Mi oído está bastante acostumbrado al rock. Estas canciones capaz que se podían haber arreglado de otra manera y hubieran sido más en ese estilo de cantautora, pero en eso tuvieron que ver Santiago y Laura como productores.
¿Por qué empezaste de grande a estudiar guitarra? ¿Fue por esa crisis que tuviste?
Sí, esos momentos que vos me citabas, de tocar fondo, me dieron el desparpajo que a veces no tenés, para decir: “Bueno, total, ya no tengo más nada para perder, voy y pruebo”, porque siempre tenía miedo. De chica, a los siete años, había estudiado flauta dulce. De hecho, “Mamina”, una de las canciones de este disco, termina con una voz de niña y una flautita, que soy yo, porque grabábamos casetes con mis amigos. Yo había querido hacer música desde chiquita. Mi ideal era el piano, pero no era muy viable, porque era muy caro, muy grande y no sabían si yo realmente iba a estudiar, por eso empecé con la flauta, pero estudié un año y la dejé. Hay que tener mucha perseverancia y disciplina para estudiar música. No la tenía a los siete años y la tuve a los 38, cuando me compré la guitarra.
Así que ni guitarra tenías.
No. Esta lectura la hago con el diario del lunes, porque no fue así toda mi vida. Estudié Comunicación, cine, hice guiones, dirigí cortos, agarré para ese lado; pensé que quería ser directora de cine, pero siempre me faltaba algo, sentía que no era lo mío. Y cada vez que veía a alguien tocar la guitarra y cantar me daba envidia, no “envidia sana”, porque es un oxímoron; quería hacer eso y era como “no me tocó a mí en esta vida” y lo había descartado. Estuve muchos años en pareja con un músico, era una cosa que veía siempre como un sueño, pero no pensaba que pudiera pasarme a mí. Entonces, tuvo que ver esa crisis que vino después de una ruptura amorosa, pero que en definitiva lo que hizo fue dejarme en Pampa y la vía, y dije: “¿Qué pierdo?”. Un viernes me compré una guitarra, el lunes fui a clase y pensé: “Si no encaro, la vendo y ya fue, me saco esta espina de toda la vida, la música”. Empecé a hacer canciones, terminaron en un disco y no paré nunca. Sentí que encontré ese lugar que no estaba encontrando, donde fluía.
Te la jugaste.
Sí, pero estaba en ese estado que te dan los momentos para abajo tan intensos. No tenía miedo, de verdad sentía que no tenía nada para perder, porque había tenido miedo toda la vida. Ya estaba, no había hecho millones de cosas por miedo. Me podría haber pegado para tirarme para abajo anímicamente, que en realidad me tiró durante bastante tiempo, pero después en un momento fue como “me toca a mí”. Antes estuve un año entero haciendo un taller literario, porque era otra cosa que siempre pensé que quería ser, escritora, y me gustaba, pero llegó fin de año y dije “no es esto tampoco”. Fue muy liberador, porque a veces te autoconvencés de que querés ser tal cosa.
¿En qué momento del proceso te diste cuenta de que podía funcionar? Porque hay gente que empieza a aprender guitarra y después de varios meses de no poder pasar del acorde mi al fa le cae la ficha de que no es lo suyo.
De niña, cuando empecé a estudiar, no tenía paciencia, pero esta vez me acababa de mudar a este apartamento, estaba sola, sin pareja y con pila de tiempo. Yo había estado como un año haciendo boxeo, que me había dado paciencia y técnica. Al principio no podía saltar la cuerda, le daba al punching ball y me pegaba en la cara, pero al tiempo empezó a salir. Cuando arranqué con la guitarra sabía que si tenía paciencia iba a poder, por eso me pasé horas practicando.
Probaste de todo. Te faltó un trabajo de ocho horas en una oficina, nomás.
Eso no lo hice nunca en mi vida. Trabajé en una oficina pero cuatro horas, nunca ocho.
Y con eso fue suficiente.
Sí.