El físico y epistemólogo argentino Mario Bunge murió este martes en Montreal, a los 100 años de edad. Vivía en Canadá desde la década del 60. Según dijo a Infobae en una entrevista telefónica un día después de cumplir un siglo, había dejado Argentina por miedo a la Policía. Eran los años del levantamiento de Juan Carlos Onganía y el comienzo de la instalación de gobiernos autoritarios en el país.

Hijo de padre argentino y madre alemana, Bunge estudió en el prestigioso Colegio Nacional de Buenos Aires y se doctoró en Física y Matemática en la Universidad de La Plata, pero mencionaba como uno de sus mejores recuerdos el del día de 1956 en que impartió su primera clase de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Ese día, decía, había cambiado de profesión: de ser científico pasaba a ser filósofo.

El trabajo intelectual de Bunge se caracterizó por la denuncia de lo que llamaba “pseudociencias” (y en esa categoría de la infamia incluía tanto al chamanismo y la astrología como al psicoanálisis), es decir, todas las disciplinas que no cumplían con el modelo de las “ciencias duras”: proponer hipótesis y someterlas a verificación.

Aunque las bases de su preocupación filosófica están presentes en La ciencia, su método y su filosofía, de 1960, fue el Tratado de filosofía básica (Treatise on Basic Philosophy), desplegado en ocho volúmenes que se fueron publicando en inglés entre 1974 y 1989, el texto que terminaría convirtiéndose en una obra de referencia que se proponía abarcar sistemáticamente todos los campos de la filosofía contemporánea.

Mario Bunge dio clases en la Universidad McGill de Montreal desde 1966 y hasta sus últimos días.