En la apertura del reciente Festival Internacional de Cine de Punta del Este, Jorge Céspedes, director de Cultura de Maldonado, señaló que el evento integra el proyecto de potenciar el departamento como un polo de producción y fomento de cultura audiovisual, a ser coronado en los próximos meses con el establecimiento de una zona franca audiovisual. También hizo la obligada referencia a Jorge Jellinek, programador del festival en los últimos cuatro años, fallecido en junio de 2019, de quien destacó la “bonhomía gentil”. Muchos frecuentadores habituales del cine Cantegril se enteraron recién ahí del fallecimiento de ese hombre reservado que, sin embargo, dejó un rastro de respeto y cariño (ahora su tarea fue asumida por la simpática y vívida Daniela Cardarello).

Como ya comentamos, la programación fue muy atractiva: estuvieron las últimas realizaciones del chileno Pablo Larraín (Ema), del británico Ken Loach (Lazos de familia), del mexicano Arturo Ripstein (El diablo entre las piernas), del rumano Corneliu Porumboiu (La gomera), del estadounidense Todd Haynes (Aguas oscuras), además de las nominadas al Oscar Corpus Christi (de Jan Komasa, Polonia) y El faro (de Robert Eggers, Canadá), entre otras obras oriundas de Bélgica, Francia, Alemania, Palestina, Suiza y otras nacionalidades. Me perdí todo eso porque, como jurado, tuve que concentrarme en la competencia oficial. Pero pude chusmear títulos más marginales.

Lo más memorable fue Balas de justicia (Bullets of Justice, de Valeri Milev, Bulgaria/Kazajistán). Es una mezcla de futurismo posapocalíptico con terror, rodada con un presupuesto muy modesto (400.000 dólares) y efectos rudimentarios. Los protagonistas integran el grupo de soldados de élite de la resistencia humana contra unos mutantes antropófagos con cabeza de chancho que están dominando el mundo. Contiene algunos de los mejores momentos de humor cinematográfico (voluntario) que he visto en años. Hay caricatura, violencia, gore, escatología, desnudos frontales, amoralidad y absurdo. El personaje interpretado por la modelo Doroteya Toleva (una bomba) suscita la incómoda ambigüedad de que usa un espeso bigote (que nunca se explica; se supone que es porque a su padre lo interpreta Danny Trejo). Uno de los hombres-chancho, llamado Frederick Asshole, tiene un culo en lugar de boca, y le cuelgan testículos donde sería la pera. Los chanchos crían y comen humanos, y la visita a la repulsiva planta de carne funciona como buena propaganda del veganismo. A los que les atraen las bizarreadas, créanme, es una joya.

Malamadre (de Amparo González Aguilar, Argentina) es un documental que busca sincerar los problemas inherentes a la maternidad: renuncias, agobio, cambios físicos, dilemas, es decir, la parte fea que se suele disfrazar ante el imperativo de cumplir con el rol tipificado de lo maternal. Usa múltiples recursos para una reflexión compleja y sin conclusión o solución terminante: entrevistas con madres en circunstancias diversas, momentos ensayísticos con texto leído por la directora e ilustrados, en forma vívidamente satírica, con animaciones y efectos visuales, y conversaciones de ella con sus dos hijos chicos.

Las buenas intenciones, ópera prima de Ana García Blaya (Argentina), es una ficción autobiográfica. Trata sobre todo del vínculo de los hijos con un padre cariñoso pero desordenado. Las filmaciones “objetivas” están alternadas con videos familiares, y estos entreveran fragmentos ficticios (con los actores de la película) y videos auténticos de la familia García Blaya. Hay referencias nostálgicas a la cultura roquera argentina de los 90, que está contada en forma vivaz y tierna, enriquecida por el desempeño buenísimo de la pequeña Amanda Minujín.

Maldonado Filma

Esta sección del festival, que suele ocupar una sola función (se reitera luego en otros festivales uruguayos, como el de Piriápolis, o internacionales, como los de Gramado y Viña del Mar), se estableció en 2018 como forma de reflejar la producción fernandina. Este año fueron nueve cortos, varios de ellos auspiciados por el Fondo de Incentivo al Audiovisual del departamento, algunos de ellos realizados por alumnos y egresados de los cursos de cine de Playa Hermosa (de la Universidad de la República) y de Arrayanes (de la UTU). Hubo tres especialmente gratos. En busca del obsesor es ya la séptima obra de Lucía Nieto Salazar. Creativo, original, arriesgado, genera un clima muy especial e intrigante en esa especie de falso documental con toques de cine experimental y alusiones al terror. Entropía (de Gabriel Lema) lidia con el constructivismo desordenado del artista plástico Miguel Ángel Battegazzore. Abel Alfonso: poeta de la capuera (de Claudia Beltrán) es un entrañable retrato del poeta popular del título, fallecido poco después del rodaje.

Conferencias

Las conferencias de prensa son ilustrativas, informativas y, muchas veces, divertidas. La de El asesino de los caprichos (Gerardo Herrero, España, un thriller convencional y poco llamativo) fue un jolgorio, dado el vínculo de décadas de la actriz Maribel Verdú con la productora Mariela Besuievsky y el director. Las 180 películas que los dos últimos llevan producidas suscitaron un sinfín de anécdotas. Partidaria de un set anímicamente distendido, Verdú opinó que “a los rodajes hay que ir llorado”.

La conferencia de la chilena El príncipe (de Sebastián Muñoz) también fue muy entretenida, sobre todo cuando, a raíz de una pregunta del crítico Flavio Lira, el director no tuvo empacho en detallar las tácticas y dificultades para filmar las escenas de sexo gay, detallando aspectos del casting de penes y de la carpa destinada a las erecciones (con viagra y películas porno).

Los conferencistas vinculados con la producción discutieron esquemas para un cine sustentable frente a las escasas posibilidades de recuperar los costos en el cine latinoamericano y a la dependencia de fondos estatales. Se comentaron las potencialidades y también las limitaciones del streaming.

Con respecto a los festivales, se habló de la tendencia a consolidarse de lo que se viene llamando el “circuito del Cono Sur”, integrado, a partir de iniciativas de Jellinek, por Punta del Este, Gramado y Viña del Mar, que asumieron la actitud de cooperar e intercambiar, antes que la de competir. Y hay esperanza de una pronta integración de Mar del Plata. Claudio Pereira, de Viña, anunció que el país invitado del próximo festival va a ser Uruguay. Y para Punta 2021 se anunció la intención de agregar una sección competitiva de cortos.