La ceremonia de entrega de los Oscar fue una de las más cálidas y finas que recuerde. La escenografía era formidable, toda basada en formas helicoidales que podían ganar distintas funcionalidades en forma muy ingeniosa. Se reiteró el criterio de una fiesta sin maestro de ceremonias fijo, y se asumió en forma gozosa cierta relajación con respecto a los tiempos. Hubo espacio para clips relativamente extendidos de cada uno de los nominados en cada uno de los premios, permitiendo al espectador recapitular la película o, si no la vio, hacerse una mínima idea preliminar de su tono, estilo, temática y méritos. Los premiados dispusieron de casi un minuto para sus pronunciamientos, lo que les permitió hablar en forma menos apresurada y tensa, y así darse a conocer mejor y decir cosas pertinentes. Sólo detecté una referencia directa a la política-política (la de los políticos profesionales), que la hizo Brad Pitt, indignado con una manipulación que tiende a desestimar la posibilidad de impeachment contra Donald Trump. Pero el año electoral estadounidense se hizo sentir, y siempre por la izquierda, en las múltiples proclamas por mayor diversidad, inclusividad, representatividad, conciencia, tolerancia, ecología y empoderamiento de los desfavorecidos (causas implícitamente antitrumpistas). Joaquin Phoenix, premiado Mejor Actor por Guasón, hizo el discurso político más extenso, nombrando quizá todas las grandes injusticias imaginables, pero concentrándose especialmente en el maltrato animal y el especismo. Lo concluyó, al borde de las lágrimas, con la cita de un verso escrito por su hermano mayor River (fallecido en 1993): “Corran al rescate con amor y la paz seguirá”. Julia Reichert, codirectora del documental American Factory (producido por Barack y Michelle Obama), dijo que era condición para que las cosas mejoren el que “los trabajadores del mundo se unan”.

Se tocaron en vivo extensos fragmentos de las músicas incidentales nominadas a Mejor Partitura Original. Las cinco canciones nominadas fueron presentadas en forma íntegra (bellas actuaciones, sobre todo, de Randy Newman y Elton John), y hubo incluso espacio para una revancha histórica, cuando Eminem apareció cantando su “Lose Yourself”, que ganó Mejor Canción Original en 2002 (por 8 Mile) pero no fue presentada en aquella ocasión, porque los conductores consideraron que partes de la letra eran inaceptables para la televisión y el cantante/autor se rehusó a acatar una versión censurada. Muy bonita y adecuada, también, la versión de “Yesterday” por Billie Eilish para la sección In Memoriam. Es medio raro eso de tener presentadores para presentar a otros presentadores; siempre hay aspectos kitsch o camp en la ceremonia. Uno siempre puede señalar un montón de incongruencias de distintos tipos en la premiación (Renée Zellweger ganó el premio por hacer de Judy Garland, quien nunca ganó un Oscar).

El clima relajado, relativamente distendido, de la ceremonia se debió en parte a una curiosa discreción en la recepción de los premios. Me imagino dos motivos para ello. Uno fue la previsibilidad. Los cuatro ganadores en las categorías actorales (Zellweger –Mejor Actriz por Judy–, Brad Pitt –Mejor Actor Secundario por Había una vez en... Hollywood–, Laura Dern –Mejor Actriz Secundaria por Marriage Story– y el nombrado Joaquin Phoenix) venían de ganar, por esos roles y en esas mismas categorías, el Globo de Oro, el BAFTA, el SAG y los Critics’ Choice Awards. Con una corriente de opinión así de consistente, la sorpresa habría sido que no hubieran ganado, y cada uno de ellos llegó a la platea del Dolby Theatre reiterando un tipo de ritual que venían de transitar muchas veces (sin perjuicio de un júbilo genuino porque, como es sabido, el Oscar es el premio que más incidencia tiene en sus carreras). Los ganadores de casi todas las demás categorías referidas a largometrajes de ficción con imágenes reales también llegaron al Oscar ya curtidos de premios.

Otro motivo para esa relativa discreción fue la modestia. Pocas veces se vio un Oscar con tantos pesos-pesadísimos. Piénsese en la categoría, normalmente dedicada a figuras menos estelares, de Mejor Actor Secundario, en que los nominados fueron todos figuras de primera magnitud: Tom Hanks (por A Beautiful Day in the Neighborhood), Anthony Hopkins (por The Two Popes), Al Pacino y Joe Pesci (ambos por El irlandés). Frente a esos monstruos, todos mayores que él, una persona sensata y sensible como Brad Pitt, el ganador, tiene que saber que lo de “mejor” tiene que ver con la suerte de haber caído en gracia a la mayoría de los votantes, con la simpatía de su personaje y con esa sacada de remera que expuso su físico fenomenal en un plano inolvidable, sin perjuicio de responder también a su propia excelencia actoral. Lo mismo valió para casi todas las categorías. Al ganar el premio a Mejor Director, Bong Joon-ho (Parásitos) no pudo menos que hacer un reconocimiento a su colega nominado Martin Scorsese, quizá no el mejor trabajo de dirección entre las cinco películas nominadas, pero sin discusión el cineasta históricamente más importante presente en el Dolby esa noche. El director coreano reconoció también a Quentin Tarantino, quien es sabidamente fanático del cine asiático y supo manifestar su admiración por Bong cuando era todavía un autor de culto, antes de que la presente temporada de premios lo convirtiera en un rostro más familiar para el público occidental.

Cuando se anunciaron las nominaciones en enero, hubo una andanada de señalamientos que lamentaban la falta de diversidad en algunas nominaciones. Se observó, sobre todo, que había una sola persona negra (Cynthia Erivo, por Harriet) entre los 20 nominados en categorías actorales, y ninguna mujer nominada por la dirección. Los propios integrantes del Concejo de Gobernadores de la Academia deben de haber querido arrancarse los pelos al conocer las votaciones primarias que designaron a los nominados, porque la verdad es que se hicieron esfuerzos muy consistentes por mayor diversidad e inclusividad en los últimos años. Es difícil paliar esa situación: los votos son secretos, los votantes no tienen idea de por dónde rumbean los resultados y no pueden equilibrar sus votaciones en función de la intención de tal o cual, salvo que decidan, expresamente, emitir un voto que refleje más su militancia que su opinión cinematográfica. Si presumimos una votación “sincera” (al desempeño, y no a lo que la persona se supone que es o representa), nos enfrentamos a contingencias que pueden arribar a nóminas como las de este año. Es sabido que la mayoría de los votantes de la Academia sólo ve las películas más populares. Sí, opino que Greta Gerwig hubiera merecido figurar entre los “mejores directores” por su Mujercitas, por arriba de Todd Philips y Sam Mendes, pero el hecho es que las películas de estos (Guasón y 1917) recaudaron respectivamente 1.070 millones y 287 millones de dólares, contra los 177 millones de Mujercitas, así que ese relegamiento no se debe necesariamente a machismo a la hora de votar (en todo caso se debería, quizá, al factor más indirecto de cierto machismo a la hora de elegir qué película ver). En otro orden de cosas, sería precioso, en cuanto al progreso social, que fuera nominada o que ganara una mujer negra, como Kasi Lemmons, como directora, pero resulta que su Harriet es una película bastante mala.

Los parlamentos y actitudes de la ceremonia acusaron recibo de esas críticas y, en este campo en que la Academia sí ejerce control sobre los resultados, hubo una considerable diversidad. Los presentadores fueron 20 mujeres y 23 varones, y entre ellos hubo gente cuya apariencia física traducía su ascendencia subsahariana, asiática, latinoamericana, polinesia o afroasiática, incluidos varios extranjeros. Hubo varias mujeres gordas. Hubo un muchacho con síndrome de Down. Hubo personas que son sabidamente homosexuales o no binarias. La canción de Frozen II fue interpretada con fragmentos en distintos idiomas, en alusión a las diversas formas en que fue doblado en múltiples países, con un total de 11 cantantes de distintas nacionalidades sobre el escenario. Mark Ruffalo señaló que cuatro de las cinco películas nominadas a Mejor Documental fueron dirigidas o codirigidas por mujeres.

Los resultados de las votaciones finales, si bien distan de algo parecido a paridad, señala progresos. El Mejor Actor fue un puertorriqueño (Joaquin Phoenix). Mejor Guion Original fue ganado por un coreano (Bong Joon-ho) y Mejor Guion Adaptado por un neozelandés maorí (Taika Waititi, por Jojo Rabbit). Hair Love, esa preciosa peliculita (está en Youtube) que ganó Mejor Corto de Animación, está dirigida y producida por negros, y todos los personajes son negros. La islandesa Hildur Guðnadóttir ganó el premio a la Mejor Partitura Original (por Guasón), que disputó con cuatro pesos pesados varones, todos mayores que ella y establecidos en la industria hace mucho más tiempo. De los premios conocidos como “técnicos”, los más sesudos y tradicionalmente asignados a varones (fotografía, montaje, sonido, efectos especiales) fueron ganados por varones, y a nadie sorprende que mujeres hayan recibido estatuillas en categorías como maquillaje o vestuario. Pero en total fueron 11 las mujeres que ganaron sus Oscar (sin contar las dos actrices) contra 23 varones (sin contar los dos actores). En la premiación de hace diez años, la relación fue de cinco a 27.

Casi ninguna de las producciones nominadas a Mejor Película se fue con las manos vacías, con la alevosa excepción de El irlandés, de Scorsese, que estaba nominada en diez categorías pero no ganó nada. Quizá, más allá del respeto que todos puedan tenerle, el estilo y la temática de Scorsese están envejeciendo y ya no fascinan a las generaciones que predominan en la demografía de votantes. Para ellos, quizá, nombres como Robert De Niro, Al Pacino, Joe Pesci y Harvey Keitel son mojones históricos sin una efectiva gravitación estelar. Puede ser también que el relegamiento de El irlandés tenga que ver con el éxito, en el ámbito de la Academia, de cierta corriente de opinión contraria a las políticas comerciales de Netflix, que produjo la película. Las producciones Netflix sumaron 24 nominaciones al Oscar, más que cualquier otra productora (Disney incluida), pero sólo resultaron en dos premiecitos (el de Laura Dern por Marriage Story y el de Mejor Documental para American Factory).

Sorpresa histórica

Si tantos premios parecían cantados o entraron en un rango de lo probable, hubo dos que nadie esperaba y que son un hito en la historia de los Oscar: los premios a Mejor Dirección y Mejor Película otorgados, respectivamente, a Bong Joon-ho y su Parásitos.

Al contrario de lo que mucha gente piensa, los Oscar no son un premio al cine estadounidense, sino al cine, de cualquier procedencia, que se exhibe en Estados Unidos. Fue el hecho, bastante alevoso, de que las películas en idioma no inglés casi nunca aparecían nominadas lo que llevó a la creación, en 1947, del Oscar a Mejor Película en Idioma Extranjero. Antes de Parásitos, sólo diez películas habladas en otros idiomas llegaron a ser nominadas a Mejor Película. Ninguna ganó. También fueron muy pocas las películas en idioma no inglés que conquistaron nominaciones en otras categorías, con poquísimas victorias. Por ejemplo, sólo 30 películas en idioma no inglés habían sido nominadas a Mejor Director, y de ellas el único que ganó fue Alfonso Cuarón (por Roma, el año pasado). Eso quiere decir que Federico Fellini, Ingmar Bergman, François Truffaut, Akira Kurosawa, Pedro Almodóvar y Michael Hanecke nunca fueron designados “mejor director”, y sólo estoy nombrando a los que sí fueron nominados. Nunca fueron nominados la mayoría de los (y las) grandes cineastas y películas de todos los tiempos, y ni que hablar de la masa de talentos artísticos que los acompañaron en innumerables obras maestras infinitamente más relevantes que, por ejemplo, las oscarizadas Carros de fuego (1981) y Gladiador (2000).

Esa exclusión, entre arrogante e ignorante, del “resto del mundo” en los Oscar no fue objeto de campañas de ningún grupo de presión, pero se ve que se hizo sentir, porque hubo un notorio progreso en los últimos años. Este año, entre los candidatos a mejor largo de animación, hay una película francesa (J’ai perdu mon corps), además de una española hablada en inglés (Klaus). Sólo uno de los documentales (el que ganó) es hablado en inglés (los demás eran de Siria, Brasil y Macedonia).

Parásitos fue la primera película coreana en recibir una nominación cualquiera a los Oscar, incluso a Mejor Película Internacional (nuevo nombre a la Mejor Película en Idioma Extranjero). Sorprendió al recibir nada menos que seis nominaciones. Ganó Mejor Guion (era de esperar, pero no era una fija), Mejor Película Internacional (esto sí, esperadísimo). Pero luego, cuando Bong ya se había propuesto, tal como dijo, relajar y prepararse para una noche de borrachera, fue sorprendido con el Oscar a Mejor Dirección, y más aun con el de Mejor Película, un hecho sin precedentes. Fue muy aplaudida, y cuando los directores del programa apagaron las luces, los aplausos entusiastas de los asistentes forzaron a volver a prenderlas para que se prolongaran los discursos.