Este martes falleció Luis Trochón, músico, docente y gestor cultural (desde bastante antes de que esa tarea se llamara así), que tuvo un fuerte vínculo con las artes escénicas, desde el teatro hasta todas las categorías del carnaval, pasando por los megaespectáculos. En este siglo se lo asoció sobre todo con su Escuela de Acción Artística (antes Escuela de Comedia Musical), pero mucho antes había tenido un papel singularmente creativo y destacado como integrante de Los Que Iban Cantando y como solista.
Quiso ser químico, y contaba que cuando empezó a ir a la facultad, durante la dictadura, el portero le dijo que tenía que cortarse el pelo, y ese mismo día decidió abandonar la carrera y dedicarse a la música.
Después de un período autodidacta, estudió con Coriún Aharonián y Graciela Paraskevaídis en su legendario apartamento del Parque Posadas, y también fue alumno del Núcleo de Educación Musical. En esos ambientes conoció a Jorge Lazaroff, que lo invitó a formar parte del proyecto que quería armar con Jorge Bonaldi, y que terminó siendo Los Que Iban Cantando; fue el más joven de ese “grupo de solistas” y el de apariencia más “hippie”.
En ese marco tuvo logros muy distintos, con canciones que marcaron extremos de despojamiento minimista y también de arreglos suntuosos para esa época y ese grupo, en formas musicales muy diversas, y abarcando desde composiciones muy centradas en la racionalidad del texto (a una de ellas la tituló “Casi un ejercicio intelectual”, levantando el guante de algunas críticas recibidas) hasta otras de tono festivo o humor ligero, y también performances que no eran propiamente canciones y que él comenzó a llamar “hechos sonoros”.
A la vez, compuso música para teatro, y fue creciendo su dedicación a varias actividades docentes y organizativas, que incluyeron responsabilidades en la realización de los Talleres Latinoamericanos de Música Popular, la fundación en 1983, junto a varios colegas, del Taller Uruguayo de Música Popular (más conocido por sus siglas TUMP), y la edición de su revista La del Taller, además de dar clases.
Cuando Los Que Iban Cantando se separaron, en 1983, Trochón redobló sus apuestas como solista y asumió riesgos simultáneos en letras y músicas. En 1985 presentó, junto con el argentino Alberto Muñoz, un espectáculo formidable llamado La mujer sin cabeza, y lanzó el disco Movimiento. Este contenía casi únicamente “hechos sonoros” sin acompañamiento, y sus textos rompían varias fronteras, tanto en la expresión de intimidades como en la de posiciones políticas. Al año siguiente apareció –sólo como casete– Las vueltas de los sueños, para niños, y acompañado por un librillo en el que proponía ejercicios didácticos: a la inversa, era básicamente instrumental y vocal, sin letras, más allá de algunas palabras sueltas. Fueron sus dos últimos fonogramas. En 2016 Ayuí editó la recopilación Grabaciones solistas, que reúne los excelentes discos Barbucha (1979) y De canto, puño y letra (1983) con Movimiento; Las vueltas de los sueños nunca fue reeditado como CD.
Luego de una reunión de Los Que Iban Cantando, que comenzó en 1987, y sin que mediara una decisión expresa, fue dejando de presentarse como solista y comenzó a volcarse a la producción y dirección de espectáculos. Entre los tres primeros hubo dos dedicados a versiones, por parte de distintos intérpretes, de canciones de Lazaroff (Pelota al medio, 1990) y de Muñoz (Los últimos días de Johnny Weissmüller, 1991), y por lo tanto implicaban una continuidad estética e ideológica con la trayectoria previa de Trochón. También fue responsable en esos años del exitoso Un bolero, por favor, con Liese Lange como intérprete.
Desde 1992, también sin que hubiera una exposición pública de motivos, cambió de sintonía con un trabajo de recreación de La Troupe Ateniense, que incluyó presentaciones en salas teatrales y el megaespectáculo La verdá que sí (1993) en el estadio Centenario. La fundación de su escuela en 2001 lo ubicó de lleno en el mundo de la comedia musical, y dirigió versiones de Chicago (2004-2005) y de West Side Story (2006), pero también fue responsable de puestas en escena de las murgas Curtidores de Hongos, Don Timoteo, La Gran Muñeca, Araca la Cana, Momolandia y Colombina Che; de la revista Milenio; de la comparsa Yambo Kenia; de los humoristas Los Carlitos; y de los parodistas Nazarenos. En los últimos años había dejado todas esas actividades y se dedicaba básicamente a la Escuela de Acción Artística.
En 2012 le dijo a Guilherme de Alencar Pinto, para el libro Los Que Iban Cantando. Detrás de las voces, que se publicó un año después: “Estoy totalmente de acuerdo con lo que pensaba el Luis de aquella época y no me aparto en nada [...] Todos los cambios que se produjeron en mí, los veo siempre como muy naturales. [...] Cuando yo empiezo a sentirme medio como pez en el agua, abandono el agua”.
Su velatorio se realizará este miércoles de 9.00 a 15.00 en Forestier Pose.