“Cuando ibas manejando un auto convencional y un policía te detenía –eso sucedía muchas veces–, te decía: ‘¿Acaso piensa que es Fangio?’. Incluso mi esposa me lo dijo una vez, mientras manejaba, y yo ya era piloto de Fórmula 1. Era como una leyenda, y también un mito. No se puede explicar”. Así habla el ex piloto francés Alain Prost, cuádruple campeón mundial de F1, sobre su colega argentino Juan Manuel Fangio, que falleció en 1995, con 84 años, viendo cómo su récord de cinco campeonatos de la máxima categoría del automovilismo seguía intacto (recién en 2003 el alemán Michael Schumacher superó el récord al ganar su sexto campeonato, y al año siguiente otro más, por las dudas).
Cualquiera que más o menos se interese por la F1 conoce el mito de Fangio, y la sola mención de su apellido es inherente a verlo en nuestra cabeza con aquellas gafas que parecían de soldador, arriba de un Alfa Romeo; pero –hay que decirlo– lo conocemos más que nada por los cuentos de los demás y los fríos números.
Porque con Fangio pasa lo mismo que con Juan Alberto Schiaffino o cualquier otro mito del fútbol uruguayo de los 50: pocos los vieron jugar. Del piloto argentino tenemos escasas imágenes de alguna que otra carrera clave, varias fotos y nada más. Por eso el documental titulado Fangio: el hombre que domaba las máquinas, estrenado hace pocas semanas en Netflix, viene a rellenar un vacío y a ordenar un poco el panorama de esta leyenda a la que el ex piloto británico Jackie Stewart no tiene problemas en catalogar como “el mejor piloto de todos los tiempos”.
El documental repasa la obra más que la vida de Fangio –va al grano–, en orden cronológico, con abundante material de archivo, tanto de las carreras –incluida la trágica de Le Mans de 1955, en la que murieron más de 80 personas– como de entrevistas con el piloto –la mayoría data de la década del 80 y principios de los 90–, que sirven como hilo conductor pero, de paso, nos dan una pincelada de su personalidad.
Lo primero que llama la atención de Fangio es que tenía menos tonada tana de lo que uno esperaría de un hijo de inmigrantes italianos, que hizo la mayor parte de su carrera en la F1 en escuderías del país con forma de bota; y lo segundo que llama la atención es que es mucho más humilde de lo que uno esperaría de una leyenda nacida en Argentina. “Los halagos hay que tomarlos con pinzas, porque si no, uno puede creerse que es el mejor. Estoy de acuerdo en tratar de ser el mejor, pero nunca hay que creerse el mejor”, decía Fangio.
Entre los testimonios actuales que aporta el documental están los de otros campeones mundiales de la categoría –además de los ya mencionados Stewart y Prost–, como el español Fernando Alonso, el finlandés Mika Häkkinen y el alemán Nico Rosberg. También hay varios entrevistados del entorno y la época de Fangio, como el ex piloto alemán Hans Herrmann –compañero del argentino en la escudería Mercedez-Benz– y el italiano Ermanno Cozza, ex mecánico de Maserati.
Este último cuenta anécdotas que ilustran a la perfección la cabeza competitiva del argentino, en los albores de una competición en la que todo era bastante artesanal, la aerodinámica se aplicaba sólo a los aviones y las computadoras apenas se veían en alguna película de ciencia ficción. Por ejemplo, cuenta que Fangio era un “maníaco” porque iba a los circuitos dos o tres días antes de las carreras y los recorría en bicicleta o en moto, para memorizar los puntos de sobrepaso y afines.
¿El mejor?
“Yo fui a correr a Europa con casi 37 años y corrí hasta los 47, ya era un hombre grande”, decía Fangio en una entrevista. Y esa es una de las tantas diferencias con la F1 actual, en la que Max Verstappen debutó con 17 años, y por eso es imposible comparar habilidades de pilotos para tratar de echar luz sobre cuál fue –o es– realmente el mejor, más allá de los números, algo que intenta hacer el documental.
Rosberg dice que quizás hoy no sería posible que un piloto de 47 años sea competitivo, porque ahora todo tiene que ver con la precisión. “Se necesita ser joven para ser capaz de reaccionar con la rapidez requerida. Es una pena que no podamos compararlo con el presente. ¿Cómo era su habilidad? ¿Cómo se compara con Schumacher, con el mismo auto? Nadie podrá saberlo jamás, y eso es una pena. Pero igual, sabemos que fue uno de los mejores”, comenta.
La diferencia entra la época de Fangio y la actual queda pornográficamente demostrada cuando se muestran imágenes del Gran Premio de Argentina de 1955, disputado bajo el calor de pleno enero. En un momento Fangio no aguantó más, se fue para boxes y le vaciaron una botella de agua en la cabeza. Listo, a seguir como si nada. El argentino ganó la carrera pero terminó en el hospital por quemaduras graves en las piernas. Luego vemos a Toto Wolff, actual director de la escudería Mercedes-Benz, subrayando la importancia actual de la carga aerodinámica y del ejercicio físico del piloto para resistir las fuerzas de un auto.
El documental, que dura una hora y media y resulta ágil y entretenido, también nos muestra que en la época de Fangio los vínculos entre los pilotos eran casi familiares y que incluso los compañeros de escudería podían ser muy leales. En la última carrera de la temporada de 1956, al piloto argentino se le rompió el auto, y uno de sus compañeros de escudería, el británico Peter Collins, de 24 años, que también tenía chances de salir campeón, le cedió su auto para que finalmente Fangio ganara su tercer campeonato consecutivo. “¿Creen que Lewis Hamilton habría hecho lo mismo por mí?”, pregunta Rosberg, y se mata de la risa, en uno de los momentos más disfrutables del documental.
En definitiva, para tirar luz a la trillada cuestión de quién es el mejor aparece el testimonio de un académico de la Universidad de Sheffield, Inglaterra. Sostiene que, cualitativamente, Fangio siempre estará arriba de Schumacher o de Hamilton, porque, a diferencia de estos dos, salió campeón en cuatro escuderías distintas (Alfa Romeo, Maserati, Mercedes y Ferrari), algo que no se repitió. “Ahora la escudería es más importante. No creo que vuelva a repetirse”, sentencia el académico.
Por último, quizás al documental pueda parecer un poco superficial en algunos aspectos, sobre todo para los más acérrimos fanáticos de la F1. Pero a menos que se hayan leído 500 libros sobre Fangio o tengan 90 años, seguramente les enseñará algo nuevo sobre el arte de llegar a la meta antes que los demás.